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En cuanto á poesías líricas de Vega vean nuestros lectores las joyas que brillan en este tomo, que bas- tan por si solas para constituir un nombre y formar una reputación. Respecto á la carrera oficial de este distinguido hombre de letras diremos que en 1837 empezó á ser empleado como auxiliar del ministerio de la Goberna-^ clon con doce mil reales de sueldo, casándole el -día 1." de Abril del año siguiente conD.' Manuela Orei- DE D. VENTÜIIA DE LA VEGA VU ro y Lema, señora virtaosísima y de gran talento, que murió en la floj de la edad dejando á su esposo con tres hijos en tan profundo estado de abatinliento que sus amigos llegaron á temer por su vida. Sin embargo de su poca afición á la política fué diputado en una legislatura, subsecretario del Minis- terio de Estado, ministro plenipotenciario y otros elevados puestos en la administración pública; pero el que más se acomodaba á sus inclinaciones y gustos artísticos y literarios fué el de director del C!onserya- torio de Música y Declamación, que desempeñó des- de 1856 con aplau&o de todos los que conocían su en- tusiasmo por el divino arte de Rossini y sus vastos conocimientos en la escena nacional. Fué también muchos años maestro de literatura de D.* Isabel II, de quien obtuvo sucesivamente grandes cruces y dis- tinciones^ recibiendo últimamente el honor de leer en la regia cámara su magnifica tragedia Ld fnuerúe de César. Era individuo de número de la Real Aca- demia Española desde 1847, y miembro de otras muchas sociedades literarias» Para concluir estos lígerísimos apuntes añadire- mos que un padecimiento crónico^ que adquirió du- rante el crudo invierno de 1858, le obligaba á mudar constantemente de clima, pasando los períodos de frió en Alicante y en diversos puntos de Francia los veranos y otoños. Pero su angustiosa enfermedad asmática, á pesar de los asiduos cuidados de su fa- milia y amigos, fué agravándose por días, y la muerte le arrancó de entre nosotros el día 29 de Noviembre de 1865. VIII biografía ' '■ ■ ■ ■ , l.l I Padre tierno, esposo fiel, amigo inyariable y hon- rado ciudadano dejó un inmenso vacío, difícil de llenar. Las letras lloran y llorarán su muerte, y así como ahora remos con respetuosa admiración las co- medias de Calderón y Lope, de la misma suerte en los futuros siglos abrirá Talla sus puertas á las obras dramáticas y liricas de Ventura de la Vega. I LOS DOS CAMARADAS PRIMERA PARTE DEL DRAMA POSTUMO MIGUEL DE CERVANTES QUB DEJÓ SIN CONCLUIR I DON VENTURA DE LA VEGA. PERSONAJES. FELIPE II (íl años). DON JUAN (23 años). MIGUEL DE CERVANTES (21 años). LUIS QUUADA (60 años). ANDRÉS DE CERVANTES (25 años). ANTONIO PÉREZ (20 años). DON GASPAR DE EZPELETA (25 años). PEREIRA. BOL AÑOS. JULIO AQUAVIVA (20 años). EL EMBAJADOR DE FRANCIA. EL EMBAJADOR DE INGLATERRA. EL CONDE DE MONTIGNI. EL PRÍNCIPE DE ÉVOLI. EL MARQUÉS DE AGUILAR. , Grandes, monteros, ojeadores, guardias. 1568. LOS DOS CAMARADAS. ACTO PRIMERO. Pradera á las iDmediacioRes de Alcalá, que se supone estar á la mano izquierda. Á la deieih), la entrada de un bos- que. £o el fondo el rio Henares, y á su orilla una casa de campo de pobre apariencia. ESCENA PRIMERA. Bstá amaneciendo. Á la entrada del "bo$quo los OJEADORES, for- mando cordón, esperan, sentados nnos, recostados otros y con- versando animadamente entre sí, la seüal de comenzar el ojeo* Á al^na distancia da ellos están PEREIRA y BOLACOS. Per. i'Sileacio, los ojeadoresf.... Con el murmu- llo que traéis vais á ahuyentar la caza. Bol. ¿Que hora será? Per. Las tres y media acaban de dar en el reloj de Alcalá. Bol. Pues ya pronto estará el Rey en el puesto. Para las cuatro dio la orden, y cuando ói señala una hora Per. ¿y en qué puesto se coloca el Rey? EoL. En el del centro, con el secretario Antonio Pérez. En el de la derecha el montero ma- yor, nuestro jefe, con el principe de Évoli; en el de la izquierda el condestable con el 12 VENTURA BE L\ VEGA duque de Escalona, y en los últimos el con- de de Montigni. coa los embajadores de Francia y de logalaterra, y ese señor Aqua- viva, que vino de Ruma poco há, enviado por el Papa. Per. ¿En el último puesto? Bien hecho: se conoce que no le gusta al Rey tenerlos cerca. Bol. Al inglés, ya lo entiendo: que al cabo es hereje. Per. y el francés, francés, que es peor Coa perdón sea dicho de nuestra reina doña Isabel. Bol. Este buen Pereira en mentándole algo fran- cés Per. ¿Qué queréis? He peleado contra ellos más de cuarenta años bajo las banderas del em- perador y estoy acostumbrado á mirar- los como mis ma/ores enemigos después de los turcos. Bol. íQiié lástima de reinos! Dejarlos inficio- narse así por el demonio, teniendo el reme- dio de establecer el Santo Oficio, que en cuatro dias limpiaria aquello de herejes, como con la mano. Y si no, que se miren en el espejo de nuestra España, donde no ha quedado uno para un remedio. Per. Verdad es. Y lo mismo hubiera sucedido en Ingalaterra, á no haber muerto la reina María, que se casó con nuestro Rey. Yo ssrvia entonces en el tercio de don Luis Carvajal, que fué escoltando á su alteza á nquel reino. Lo mismo fué llegar y cele- brarse los desposorios, que empezó nuestro don Felipe á hacer de las suyas. ¡Qué que- mar de herejes, chicos y grandes! El obispo de Londres, el arzobispo de Cantorbery iQué sé yo la gente que fué á la hoguera revuelta con las biblias! Y si el príncipe no LOS DOS eAM ARABAS 1^ deja á logalaterra, llamado por su padre el emperador, j no muere luég'o la reina Ma- ría^ puede que á estas horas se oliera desdo aquí la chamusquina» Bol. • Y todo fué' trabajo perdido. Con su nueva reina Isabel, que los ha vuelto á la herejía, se pasea por allí el demonio como por su casa. Pea. En todas partes cuecen habas. Y también en Francia dan que hacer los herejes, quo , por allí los llaman los Jmgonotes. Bol. Así es verdad. Pero allí, señor Pereira, no está la cosa tan perdida. Gracias á la reina madre doña Catalina de Mediéis, parece que no dejan de quemar alg:uno que otro. Per. Pues yo, señor Bolaños, ¿qué queréis que os diga? No estoy por ese nuevo método de agarrarlos así y plantarles esa coroza y todas esas mojigangas de los sacos con los diablillos pintados, y estarse uno muy arre- llenado en un balcón, como en fíesta de to- ros, viendo cémo los sacan maniatados y los echan á la hoguera. Bol. Pues no sino dejarlos, y andaremos todos por esos aires caballeros en la escoba y máa untados que un torrezno. Per. No digo yo que se les deje, y Dios me libre de semejante pensamiento. Lo que digo es que en tiempo del emperador se hacia la cosa mejor y más á mi gusto. Bol. ¿y cémo se hacia la cosa en tiempo del em- perador, señor Pereira? Per. ¡Arremetiendo con ellos ¡voto á Crispol lan- za en ristre y espada en mano, puesto que peleaba con ellos el mismo Satanás/y ven- ciéndolos en campo abierto y degollándolos á todos, que se iban desde üUí á los infier- nos dando un bufido que levantaba polvo! 44 VENTCRA DE LA VEGA Bol. Eso se quiere hacer ahora con los moriscos de las Alpujarras que se han rebelado. Sobre ellos ha ido el marqués de Mondéjar desde Granada, y el de los Velez desde Murcia, que han entrado á sangre y fuego por aque- llas sierras. Aunque dicen que los moris- cos pelean como desesperados y, que nin- guno de los do^ marqueses ha adelantado un paso. Per. No adelantan, ¿eh? — Cada cosa en su tiem- po. — El emperador sabia vencerlos y el rey don Felipe sabe quemarlos. Bol. Eso es lo mis seguro, y con ese fín ha en- viado allá el Santo Oñcio un comisario para que se haga la cosa en toda regla. Per. También á Flandes ha despachado otro co- misario, puesto que allí está el duque de Alba, y ese no há menester de autos de fé para acabar con los herejes hasta la quinta generación. ' Bol. i Dios los aleje de nosotros! Per. Amen. Empezando por esos embajadores, que en Dios y eq mi ánima que no han de haber venido aquí para nada bueno. Bol. y que no dejan al Rey ni á sol ni á sombra. Si Dios quisiera, señor Pereira, depararles en la batida de hoy un jabalí, buen cristia- no, que diese cuenta de ellos. Per. ¿Jabalí en los bosques de Alcalá, hermano Bolaños? Si fuera en los del Pardo... Ade- más que va con ellos el enviado del Papa, y podría el jabalí no distinguir de colores. Bol. y seria lástima: que el tal enviado es un mozo muy apuesto y muy cabal. Per. Cuando el Papa Pió V se vale de él, tenien- do poco más de veinte años de edad, á buen seguro que es persona de letras. — ^¿Pero sa- béis, Bolaños, que tarda mucho el Rey, y LOS DOSCAMARADAS 15 que si se echa encima la mañana nos vamos á freír? Bol. Gomo qne tiene traza de ser éste uno de los días más calurosos de Julio. Mirad qué color tan rojizo siaica el sol. Y hacia acá se dirige un caballero á todo galope. Pea. Será ja gente de Alcalá, que nos habrá olido. Bol. No, que Alcalá está allí: más bien parece que Tiene por el camino de Madrid. Per. Sea quien fuere, tendrá que dar buen rodeo, que por aqiif tenemos orden de que nadie pase. Bol. Pues adelantémonos antes que se nos eche encima. ¡Hola! jEh! ¡Alto! Per. |£h, hidalgo!.... ¿Estáis sordo? Alto os de- cimos. ESCENA II. DICHOS, D. GASPAR, que viene á caballo por la izquierda cubier^ to de polvo. Viste traje de camino, con capa negra y en ella la cruz de la Inquisición. Gaspar. ¿Quiénes sois vosotros para detenerme? (Dentro.) Per. Monteros del Rey, que está cazando en estos bosques. Por aquí no podéis pasar. Gaspar. Justamente por eso pasaré: que al Rey ven- go buscando, que no le he hallado en Ma- drid. Per. Pues si al Rey queréis ver, aguardad por estas alamedas, donde vendrá después de la batida. Gaspar. No aguardaré tal, sino que pasaré mal que os pese; y abridme luego paso sin más re- plicar. {Caliendo,) Per. ¿y quién sois tos, hidalgo, que así mandáis á los monteros del Rey? Gaspar. Don Gaspar de Ezpeleta me Hamo. Y mirad 16 VENTO A A DE LA VEGA ■ — ^— — ■ — — — ^ — ________^ — bien, que soy familiar y comisario en Flan- des del Santo Oficio. (Mostrándoles Id cruz,) Bol. ¡Pasad, caballero! (Descubriéndose^ Don Gaspar pica el cabaUo y se mete por el bosque) Pea. Señor Solanos, esto es faltar á la consigna* ESCENA III. DICHOS, menos D. GASPAR. Per. ¿Tendremos reprimenda del montero ma- yor? Bol. Al Santo Oficio no hay cristiano que le cierre el paso. ¿No veis cuando va á palacio el cardenal Espioosa, Inquisidor general, cómo se le abren todas las puertas hasta la la misma cámara, sea la hora que fuere y sin pasar recado al Rey? Per . Mucho que sí. Bol. ¡Oiga! Pues éste, por las señas, es el comi- sario del Santo Oficio que marchó á Flan- des, según me digisteis antes. — jHola! Doa mozos vienen hacia aqtií, que parece que han salido de Alcalá. Per. y con sus escopetas y avíos de cazar: graa chasco van á llevarse. ESCENA IV. DICHOS, D. JUAN y MIGUEL. JcAN. ¿Qué gente será esa que guarda la entrada del bosque? Miguel. No lo adivino. Pero, sea quien fuere, entré- monos por la espesura y comencemos nues- tra cacería. Per. ¡Eh, hidalgos! ¡Alto! Miguel. ¿Qué es alto? Somos estudiantes de la Uní- LOS DOS CAMA A ADAS 17 * Tersidad de Alcalá, que veDÍmos todas las madrugadas á cazar á ese bosque en tanto que la campana no nos llama al aula. Boh. Pues por hoy, hermanos estudiantes, habrán de tener paciencia. Y aléjense de aquí con esas escopetas, no se vaya alguna del seguro ' y nos espanten las reses. Miguel. Hablara yo con menos altanería si fuera que vos, que tan vuestro como mió es el bosque; y i vive Dios! que hemos de entrar en él y cazar cuanto fuere nuestra voluntad. Per. Vuélvanse atrás les digo, y tengamos la fies- ta en paz. Miguel. Eso lo veremos. (Qiceriendof orzar el paso,) JcAN. ¡Conteneos, Miguel! ¿De cuando acá, seño- ñores, se prohibe cazar en ese bosque? Per. Ea, que ya me van cansando. Desde que el Rey viene á cazar en él. Juan. iEl Rey! ¿El Rey ha venido á Alcalá? Miguel. Díjéraislo desde el principio. Juan. Perdonad^ que como apenas apuntan los pri- meros, rayos del sol no habia reparado en vuestro traje, que es el que llevan los mon- teros de palacio. Y aún me parece que vos... Per. Acercaos, si os place, que por la voz y el talle... Juan. ¡Pereira!... Per. ¡Don Juan! Don Juan es ¡voto al diablo! Que aunque há diez años que no os veo, y habéis crecido que es un portento, el semblante y el continente vuestro no se me despintan. Juan. En el monasterio de Yuste os vi la última vez, el dia de la muerte del emperador. Per- ¡Dios le tenga en la gloria! ¡Gran pérdida fué aquella para los dos! Allí estabais vos de paje del señor Luis Quijada, que os crió. Y lo que es el emperador ¡vaya si os quería! ¡Como á las niñas de sus ojos!.*.. ¡Bien me TOMO VIH • 2 20 VENTURA BE LA VEGA la libertad á más de veinte mil cristianos cautivos. Pea. y no digo nada, al año siguiente, en Roma, cuando delante del mismo Papa y de los^ cardenales retó á singular combate al rey Francisco de Francia, que le habia hecho no sé qué morisquetas. Miguel, ¡Envidia me da oiros! ¡Y de buena gana cambiara mis pocos años con los mucbos vuestros, señor Pereira, ó como os llaméis, á trueque de haber presenciado tales hechos! Juan. Y nada aumenta ni exagera: que así me lo ha relatado Luis Quijada muchas veces. Per. Pues no sé yo deciros si era más hombro to- davía cuando la picara fortuna se le volvía de espaldas. jViéraisle en la jornada desastrosa de Argel! Allí se nos va á pique la escuadra por las tempestades; allí se nos llena de agua el campamento, que nos hundíamos en el fango hasta la rodilla, y no hay más re- medio que emprender la retirada al Cabo de Metafuz, acosados día y noche por los mo- ros. Pero allí habíais de ver al emperador, estenuado del hambre y la fatiga, alimen- tándose como nosotros de raices silvestres y de la carne de los caballos que mandó ma- tar, i Y qué alientos los suyos!... jQué des- preciar el riesgo^.. ¡Qué andar de aquí para allí animando á los caídos, socorriendo á los enfermos y heridos, y á todos infundiendo ánimo con las palabras y el ejemplo! (Óyese smiar distante la corneta de caza) ¡Ya suena el clarin!... ¡A ellos!... ¡Cierra Espa- ña!... Bol. ¡Al ojeo, señor Pereira! (Los Ojeadores se ponen en pié gritando: ¡Al ojeo.') Per. ¡Voto al diahío, que pensaba escuchar la se- ñal de acometer á los moros 6 á los france- LOS DOS CAMAAADAS 21 ses! jÁ caballo, Bolaños!.... ¡Que no me ha de quedar un ciervo á vida! ¡Mocitos, á más ver! ¡Al bosque, muchachos! Bol. y Ojeaos. ¡Al bosque! Pf.a. ¡Esa distancia de hombre á hombre! ¡Á ver cómo se guarda la linea!... ¡Adelante!... ¡Ahí va el ciervo! Bol. j Ojeaos. ¡Ahí va el ciervo!... (Los OjeadoreSy formando ala con algún claro de hombre A hombre^ penetran por el bosque gritando: ¡Ahí va, ahí va! Pereira y ÉolaTios los si- gmn dirigiendo el ojeo. La gritería va apagándose á medida gue se internan en la espesura. ESCENA V. D. JUAN, WIGÜEL. MíGUEL. Por Dios, don Juan amigo, que todo lo que el buen Pereira nos ha relatado, junto con esos clamores belicosos y con el son de ese clarin, son cosas que me están haciendo sal- tar el corazón en el pecho. ¡En ruines tiem- pos nos ha tocado nacer!... Juan. Aun vive, Miguel amigo, aquel heroico es- píritu en varones de alta nombradia, que guerrean en Europa contra los infieles. V«d al gran don Alvaro Eazan, ilustre marqués de Santa Cruz, y á Andrea. Doria, y á Marco Antonio Colonna, combatiendo á los berbe^ riscos y ganando el Peñón de la Gomera. - Ved á Juan de la Valette, gran maestre de Malta, triunfando de la armada de Musta- fá: que os aseguro, Miguel, que aunque me veis aquí cursando tranquilamente las le- tras en Alcalá, no es aquí donde están mi corazón ni mi mente, que allá vuelan y allá están por los mares de Levante siguiendo á I 22 TENTrilA DE LA VEG\ aquellos valientes capitanes. Yo nací para las armas, Miguel, y siendo cierto, coma antes digísteiá, que ignoro quién fué mi pa- dre y hé menester ganarme un nombre por mis hechos, habéis de saber (que en la amis- tad que nos liga nada os debo ocultar) que días há que estoy batallando con el designio de abandonar esta vida en que me consumo y partirme secretamente á sentar plaza con- tra el turco en los tercios de Italia. Miguel. íEso sí, cuerpo de Cristo! ¡Grande y gene- rosa determinación!... Y no tan sola y úni- camente vuestra que no lo haya sido mia, porque habéis de saber, don Juan, que con el mismo designio batallo yo también dias há. Vayan afuera los libros, y cedan las le- tras á las armas, y dadme esa mano, que con vos he de partir y con vos he de ganar el nombre que también hé menester. JrAN. ;.Vos, Miguel? Desacertado andáis en eso. Discúlpame á mí para esta fuga el legítimo deseo de salir de mi ignorada condición; pe- ro vuestro caso es diverso. Padres y herma- nos tenéis á quien contrístaiia vuestra fuga. Hidalgo sois, Cervantes os llamáis: preclara y nobilísima estirpe, que trae su origen de antiguos ricos-hombres de León y de Casti- lla. ¿Qué os mueve, pues, á tan violenta re- solución? Miguel. Os lo diré, don Juan; os abriré mi pecho, os confiaré mis proyectos, y fio en vuestro corazón que aplaudiréis mis intentos. Hidal- go soy, es verdad, pero hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocin ilaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura LOS DOS CAMARADAS 25 los domingos consumeu las tres partes de mí hacienda. £1 resto de ella concluyen sayo de velarle, calzas de velludo para las ñestas, con sus pantuflos de lo mismo, y los dias de entre semana me honro, como veis, con mi vellorí de lo más fino. Quieren decir que el sobrenombre de Cervantes que llevo provie- ne del famoso Alfonso Munio Cervatos, pro- genitor de reyes y de reinas. En buen hora sea. Pero lo cierto, don Juan amigo, es que en la hora y punto que os hablo mi condi- ción no pasa de hidalgo, ni mi hacienda de los estrechos términos que os he dicho. Con una y otra, no obstante, viviera yo contento y feliz, y las letras á que mi padre me des- tina cursara de buen grado en pacifica y sosegada vida, si por males de mis pecados, 6 por mi buena suerte, no lo dispusiera de otro modo un cíorlo rapaz vendado que anda invisible por el mundo trastornándolo todo á su antojo. Joan. Tiempo há que lo he conocido. Pero de los amigos no ha de querer saberse más de lo que ellos quisieren decir. MfGU£L. Perdón os pido de la reserva que nunca con un tai amigo como vos debí de usar, puesto que en amores soy con extremo celoso y desconfiado: que es el honor de la mujer fi- nísimo cristal que de sólo el aliento se em- paña. La que asi tiene trastornado mi juicio, don Juan amigo, se llama doña Ana de £z- peleta, rica y principal señora, que dePam- f piona, su patria, vino á Madrid á poder de ¡ un hermano, "el cual, fiado en sti valimiento ¡ con el Rey, y en ser familiar del Santo Ofi- • I ció, la llamó á su lado con la esperanza de I casarla en la corte con las ventajas que á sus grandes riquezas y elevada cuna corres- 24 VENTURA DE L.1 VEGA pondcn. Ocurrió á poco tiempo que don Gaspar de Ezpeleta (que este es el uombre de su hermano) recibió comisión del Rey j d-el Santo Oficio de marchar á Flandes con el duque de Alba j servir allí de brazo á la Inquisición para que no pudiese el de Alba usar de misericordia con las rebeldes, y to- dos, sin distinción de gerarquiá, pereciesen abrasados en la hoguera. — Comisiones son éstas con que hoy se honran los principales caballeros, y hasta los grandes, prendiendo por su propia mano á los reos en medio del silencio de la noche y custodiándolos luego hasta echarlos en el sagrado brasero; cos- tumbre que, en mi sentir, se aviene mal con ios generosos instintos que debe abrigar un pecho ilustre: que algo tiene del oficio de corchete, y aun de verdugo, que ambos in- faman y envilecen, y el celo por la fé debe mostrarse en quien es bien nacido por otras vías más nobles y elevadas. — Partió, pues, don Gaspar ufano á su negra comisión, y para no dejar á su herm?na expuesta á los peligros qce ofrece el laberinto de la corte, la trajo á Alcalá, donde la encomendó á la guarda y vigilancia de una dueña. Argos inexorable de aquel tesoro. ¿Pensáis^ don Juan, que pueda encerrarse el sol en parte donde por algún resquicio no se escape uno de sus rayos? ¿Pensáis que pueda ocultarse el ámbar en redoma donde por alguno de s|¿s poros no traspire su delicada esencia? Los acentos de una voz celestial^ acompañada de los dulcísimos sones de una arpa, detuvieron mis pasos una madrugada que, como de costumbre, pasaba yo por la calle Real con dirección á esta alameda, donde venia á es- peraros para asistir á nuestra ordinaria ca- JA)S DOS CAMARAÜAS 25 ceria. La hora, el sitio j la magia del canto despertaron en mi un vivo deseo de saber quién fuese la discreta cantora. Con este in-' tentó pasaba todos los dias j á la misma ho- ra por aquel siiio, sin averiguar otra cosa más sino que aquella voz iba entrándoseme cada día más adentro del alma, hasta que un domingo, que en vano esperé por largo espacio qu3 sonase el arpa, vi que se abrió la puerta, y que una dama, tan cubierta y recatada que apenas veiansus ojos más tier- ra que aquella donde ponia los pies, salió acompañada de una dueña y se encaminó á la vecina iglesia de Santa María la Mayor. Excuso deciros que la seguí, que me hirie- ron primero el corazón, como otras tantas flechas, los blancos y torneados dedos de una mano que sacó á la pila, y me dejaron luego estático y sin vida las facciones de un rostro que, como el sol entre celajes par- dos, asomó á medias entre los pliegues del manto, descubriendo el mayor milagro de hermosura que pudiera ñngir humana fan- tasía. No os haré el relato de cómo mis amorosos rendimientos lograron hablandar- la y que me amase, que pudiera entrar en los términos vedados de la propia alabanza, que siempre envilece. Baste deciros que lo- co de enamorado, sobornada la dueña, ga- nados los criados, haciendo llegar á su9 ma- nos icñnilos billetes y trovas, con menos le- tras que ternezas y juramentos, conseguí penetrar victorioso en la fortaleza de su co- razón primero, y en la de su aposento des- pués, una noche de eterna memoria para mí. — Temerosos de que nuestros amores fuesen notados en el pueblo, resolvimos to- mar la quinta que allí veis, orillas del Hena- 26 VENTURA DE LA VEGA res, donde todas las mañanas nos vemos y estrechamos á porfía contra el corazón uoa hija que el cielo ha concedido á nuestro amor. — Aquí tenéis mi historia. — Siendo de todo punto imposible verificar nuestra unión sin el consentimiento de su hermano, que como os he dicho se halla en Flandes, iguo- rante de todo, y no pudiendo yo aspirar á obtenerlo por la desig^ualdad de hacienda j gerarquía que media entre las dos familias^ he resuelto, don Juan, dejar mi casa, y acudir i1 donde suena el estrépito de las ar- mas en busca de aventuras que resuciten las que en los tiempos del emperMor Carlos Quinto dieron eterna fama y nombre á tan- tos caballeros: y ennoblecido el mió con las hazañas que pienso acabar, y rico con el bo- tín de los vencidos, volver á ofrecerlo todo Á los pies de doña Ana, y á obtener su ma- no, que no será entonces negada á quien con tan gloriosos timbres la demanda. Joan. Atento os he escuchado, Miguel, y nada tengo que responderos, sino que aplaudo vuestra noble determinación. Uadme esos brazos. MiGrEL. Tomadlos, y júremenos ser desde este pun- to hermanos y compañeros (Je armas, y ayu-^ darnos y acorrernos en nuestras cuitas, y partir los peligros y las glorias. JiTAN. i Así os lo juro, Miguel! MiGüEii. Y pues dicen que en la tardanza está el pe- / ligro, no dilatemos el poner por obra nues- tro pensamiento. Partamos esta noche. Jijan. Partamos. — Pero, mirad: ¿no es Luis Quija- da el que viene hacia aqui? Miguel. £1 mismo es. Juan. Sin duda por ir á verme á Alcalá se ha apar- tado de la comitiva real. LOS DOS CAMARADAS 27 Miguel. ¡Plegué á Dios que sea por poco y que no nos estorbe su presencia nuestro proyecto? ESCENA VI. MIGUEL, P. JUAN, QUIJADA. Viene Quijada por la derecha en traje de cazr. QüiJ. i No me engañado: él es! Juan. ¡Bien venido una y mil veces! líargos días me habéis privado del contento de veros. QciJ. Negocios de gravedad me han detenido af lado del Rey, y otro no menos grave, y con extremo fausto y placentero, me trae en este momento á Alcalá. Juan. No sé qué noto en vos ¡Habláis alte- rado!.... ¡No os acercáis á mí no dais los brazos, como de costumbre, al que amáis como si fuera hijo vuestro!.... Qoijr. ¡Los brazos?.... Juan. ¡Sí, padre mió! (Lo abraza.) QriJ. ¡Don Juan!.... ¡Hijo mío!.... ¡Nunca con tanto placer y con tanta pena á la vez, os he llamado así! ¡Hijo mío!.... Dejadme que lo repita y que oa abrace de nuevo porque esta será la última vez que os dé este nombre y este abrazo. JfTAN. ¡La última vez! Miguel. (¿Qué querrá decir?) i^rij. Don Juan, el Rey está cazando en estos bosques; terminada la batida, vendrá á des- cansar á estas alailiedas; aquí me ha man- dado que os traiga: quiere veros, quiere llevaros consigo á la cérte. Don Juan ¡este es un gran dia para vos! El cielo os colma de felicidades en la nueva condición que os aguarda. Juan. ¿El Rey quiere verme?... ¿Llevarme con- sigo? — ¿Es decir que ya no se me destina á 28 V£!^TUIVA DE LA VEGA "" la iglesia? jAh! jOs doy gracias, padre miof ¡Á vos, á vuestro amor, á vuestro valimiento con el Rey debo esta fortuna! — Y decidme: ¿seré paje suyo?.... ¿ó seré quizá capitán en algún tercio de Italia 6 de Flandes? ¡Oh! jSí: las armas, Quijada, las armas son mi sueño y mi ambición! Qt'iJ. Calmad, don Juan, esa impaciencia. £1 hombre no debe abatirse en la desgracia, ni envanecerse en la prosperidad. La verda* dera dicha está en la moderación y en la templanza. No olvidéis estos consejos que sin cesar os he estado repitiendo desde vues- tros años más tiernos, previendo siempre que habia de llegar este dia. Por eso en mis estados de Yillagarcia, donde os he criado, os instruí en todo aquello que á un caba- llero corresponde. Sabéis regir con poder y gallardía el más fogoso caballo; la más pe* sada lanza es leve caña en vuestra mano; no puede la vista seguir en su velocidad los tajos y mandobles de vuestra espada; el ejercicio de la caza ha fortalecido vuestro €uerpo, haciéndole superior al hambre, á la fatiga y á la inclemencia de los cielos. Y por lo tocante á las virtudes del ánimo, ha- béis tenido delante de los ojos el ejemplo más grande que han visto los pasados y es- peran ver los venideros tiempos: el del glo- rioso emperador Carlos Quinto, que fué único en el valor, solo en el consejo, extre- mo en la clemencia, magnífico sin tasa, y, finalmente, primero en todo lo que es ser monarca, y sin segundo en todo lo que fué ser caballero. — Con tales dotes de ánimo y de cuerpo os entrego, don Juan, á ese mar borrascoso del mundo y de la corte. Acor- daos de que lleváis en vos el depósito de la LOS DOS CAM.4 HADAS 29 honra y de la fama' del viejo Quijada, y haced patentes al orbe las lecciones con que os ha criado y la sangre que corre por vuestras venas JcAN. ¿Qué sangre corre? ; Acabad!.... Qiifj. i'Dame los brazos por la última vez, hijo mió! ... . fDesptces de abrazarlo se arrodilla á sus pies J ¡Déme vuestra alteza á besar su mano, hijo de mi emperador! Miguel. jHijo del emperadorl (Arrodillándose tam- bien,) Juan. jYo! ¡Quijada! iVos á mis pies!.... iMiguel, amigo mió!.... jalzad!.... jOb, alzad! — jHijo yo del emperador! QiiiJ. ¿Cómo podéis dudarlo si recordáis el afecto, la ternura que os profesó hasta el último instante de su vida? JüAN. ¿Y mi madre? ¿Quién es mi madre? QüiJ. El y Dios lo saben solamente. — Veinte y tres años há que estando en Ratisbona fui una noche misteriosamente introducido en el aposento del emperador, que me llamaba su amigo, el cual, poniendo en mis brazos un niño, que acababa de nacer: «Es hijo mió, me dijo; quiero que todo el mundo lo ignore: críalo tú.» — Aquel niño erais vos. — Sólo al morir conñó el secreto por medio de una carta al rey don Felipe su hijo. Juan. j£l Rey lo sabia!.... jSabia Felipe que yo era su hermano y en diez años no me lo ha dicho! ¿Y por su mandato sin duda se me destinaba á la iglesia? QfJij. Gomo vasallo me tocaba obedecer. JüAN. i'Es una crueldad inaudita. Quijada! — ¿Y qué le obliga hoy á llamarme á su lado? QciJ. La mente del rey Felipe es impenetrable como los arcanos del destino. Juan. jDiez años sin decírmelo!.. . 30 VENXrRA T>E LA VEGA QíJíT. Si en ellos echáis de menos la grandeza que desde hoy va á rodearos, no olviileis, señor, que gozasteis el amor del que se llamó Tues- Iro padre. JciAN. ¡Quijada!... Siempre lo seréis para mi. QcjiJ. Venid, señor, y en tanto que dura la batida honrarais por última voz mi casa de Alcalá, y trocareis esos arreos con los que os tengo allí preparados para que volvamos á que yo os presente al Rey. ESCENA VII. QUIJADA. D. JUA.N, MtGTJEL, ANDHI5S. Andrés vioncde Alcalá: visto de labrador. ACTORES. ¡Loado sea Dios, que al ñn te encuentro f Desde ayer que no te vemos el pelo, herma- no Miguel, y tienes con susto y pesadumbre á nuestros padres, y á nuestra hermana An- drea encendiendo candelillas á San Antonio. Miguel. Galla, por ahora, hermano Andrés, y no empieces como sueles, que tienes delante gentes de m;is alto respeto de lo que ima- tinas, i lo dices por el señor Luis Quijada, que está presente, bien me lo sé yo, y le beso á su merced las manos. Quien te saca de tino, y te tiene sorbidos los sesos, y te lleva de ceca en meca, trasnochando los más dias y comiendo frío y en pié, y hablando solo, que no parece sino que tienes vacies los aposen- tos del celebro, yo bien sé quién es. . . Miguel. ¡Andrés! Andrés» Y mal año para mí si no lo digo ahora que puede oirlo el señor Quijada, y poner en ello remedio: es don Juan. Miguel. ¡Voto al cielo, charlatán de todos los^iablos, que mires lo que dices, y ponte al punto de IOS DOi CAMARAOAS 31 hinojos, y bésale la mano á su alteza, que es I iafante de Castilla, y ?ámonos de aquí! Andaes. ¿Qué infante dices? MiGcisL. Este que aquí ves I Andaés. Á otro perro con ese hueso. Y si estáis lo- I eos no queráis meterme á mí en la danza I de vuestra locura, que no hay a^uí tal infan- te, ni por Alcalá se nsan esas cosas: que es- te es don Juan^ que bien le conozco, paje del señor Quijada, el cual no me dejará por embustero. "Qíju. Lo fué hasta íiquí, buen Andrés, en la apa- rienci.i no más. Pero desdo hoy recobra su verdadero ser, y es tal inf^inte, como hijo del ^ran emperador Carlos Quinto. Andaes. En Dios y en mi conciencia, que S(5lo por respeto á vuestras canas no os digo, señor Quijada... MiGC7£L. No digas nada, por vida de quien soy, y arrodíllate luego, y no seas zíilio y agreste. {Le hace besar la mano de D. Jícan^ Andrés. (¿Qué mogiganga es ésta?) MiGCJEL. Y ahora^ señor, dadnos vuestra licencia. JüAM. ¿Dónde os vais, Miguel? MiocEL. La mano que os eleva á superior esfera de- ^ sata, señor, nuestros antiguos lazos. Juan. ¿Qué decís, Miguel? Maldeciré mi nuevo es- tado si h<^ de perder por él los dulces goces de la amistad. MiGdCL. No hay amistad verdadera en desiguales condiciones. Una inmensa distancia nos se- para: de hombre que erais os trocáis de re- pente en divinidad; vais á respirar el incien- so de los palacios; vais á contemplar á los hombres prosternados á vuestras plantas; van á adormecerse vuestros sentidos en el sueño de la lisonja. ¿Qué haria yo á vuestro lado? La verdadera amistad me pondría en 32 VENTURA DE LA VEGA la oblig^acion de despertaros de eso sueño: el principe eDtóDces oo podría soportar la audacia de Miguel, ni Mig^uelel orgullo del principe. Juan. Esa es la suerte infeliz de quien ha respira- do esa atmósfera desde )a cuna. Pero yo, Miguel, ¿pensáis que tan flaco y débil llevo el corazón que no pueda respirarla sin em- ponzoñarme? Y si así lo teméis^ Miguel, por eso mismo debéis seguirme allá. jOh, el principe es aliora quien necesita humillarse ante vos y pediros esa gracia! Voy á poner el pié en un intrincado laberinto donde más que nunca hé menester guia y apoyo. ¡Al pisar el sombrío palacio do Felipe II siento miedo en el corazón! lOh! ¡No rae abando- néis, amigo mió! Miguel. ¿Y si vos me abandonáis á mi? Juan. ¿Quién será entonces el que pierda más de los dos? No, Miguel; imaginaos que ambos vamos á representar una farsa de Lope de Rueda: que vos salís al tablado cubiertp de harapos y yo vestido de púrpura; que hace mos nuestros papeles con ridicula gravedad, á ñn de que no se rompa la ilusión del pú- blico insensato; pero que en los intermedios de la farsa nos conocemos, nos apretamos la mano y somos iguales. Miguel. ¡Hermoso, señor, es ese sueño! Pero ¿y si los aplausos unánimes y repetidos de ese públi- co insensato acaban por haceros creer' que sois en realidad el personaje que estáis re- presentando? Juan. ¡Oh! Entonces, si observáis que mi cabeza empieza á desvanecerse, si notáis que la mo- licie embarga mis sentidos, si veis que no dejo la ociosa vida del palacio por correr con vos, no ya á conquistar un nombre con las LOS DOS C^MARADAS 33 armas, sino á ilustrar el que teugo, jurad- me entonces yos, guardián inexorable de mi virtud , que me recordareis al oido con terribles voces la obligación que me impone ese nombre y los gloriosos hechos de mi padre. ¿Me lo juráis, Miguel? {Dándole la mano.) Miguel. ¡Os lo juro! Juan. Y el infante de Castilla os renueva también el juramento que don Juan os hizo aquí mismo de ser eternamente vuestro amigo, vuestro compañero de armas, y de ayudaros y acorreros en todas vuestras cuitas. ¿Lo aceptáis, Miguel? MiGC£L. Lo acepto. Juan. ¡Oh, amigo mió!.... (Abrazando á Miguel.) ¡El valor ha vuelto á mi corazón! — Venid, y unidos por la santa amistad, y defendidos con su escudo, atravesemos sin miedo los palacios de los reyes. TOMO VIH ACTO SEGUNDO, La misma decoración. ESCENA PRBIERA. MIGTTEL, ANDRÉS. Saliendo por la izquierda. Miguel. Ven aquí conmigo, incrédulo, y en vez de ir á alborotar á nuestros padres con tas san- deces, quédate en esta alameda y verás con tus propios ojos si es cierto lo que te digo y si se confirma lo que acabas de oir. AiSDRás. Ahora te digo yo, Miguel, que razón tiene nuestra hermana Andrea^ que dice que de pasar las noches leyendo de claro en claro, y los dias de turbio en turbio, y del poco dormir y del mucho leer, se te ha secado el cel'íbro y has venido á perder el juicio. ¡Tá, tal ¿Con infantes y emperadores te me vie- nes, hermano Miguel? ¡Que mala langosta nos caiga si no piensa yo también que estoy metido en la farsa de Lope de Rueda que te decia antes don Juan, y que también hago yo papel en ella! MiGCEL. No hay en esto farsa, Andrés, ni yo estoy sino en mi cabal juicio. Que jvive Dios! q\n^ don Juan es hijo natural del difunto empe- rador, y el Rey don Felipe viene á buscarlo y á llevárselo á la corte» donde yo he de 36 VENTURA DE LA VEGA % acompañarlo j he de llegar á ser, con sit ayuda, lo que Dios fuere servido. Andaes. ¡Pecador de mí! Mira, por Dios, lo que ha- ces, y quédate en tu casa, y atiende, como yo hago, á la labranza de nuestros campos y al cuidado de nuestra hacienda, que, como di- jo el otro, «el ojo del amo engorda al caba- llo,» y «hacienda, tu dueño te vea;» y déja- te de corte y de reyes, y de todos esos sue- ños que se te han metido en la cabeza, que tú no eres infante ni emperador, sino el honrado hidalgo Miguel de Cervantes. Miguel. Yo sé lo que soy, Andrés, y sé ¡viven los. cielos! que puedo ser, no sólo lo que has dicho, sino todos los doce pares de Francia, y aun todos los nueve de la Fama, pues á todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno de por si hicieron, se aventajarán las mias. fó'ícena en el bosque la corneta da caza.) Y no me prediques más, sino qué- date aquí como te he dicho, que ya oigo la corneta de caza y aquí volveré en tu busca. (Miguel toma la escopeta, se dirige al fo- ro y entra en la quinta.) ESCENA II. ANDRÉS, SOlc. ;Á la quinta se va derecho! j Vélame Dio» por hermano! ¡En mala hora conoció á esa dama de noble alcurnia, y á esos infantes y caballeros que le han levantado át cascos y sacado del sosiego de su casal (Susna la corneta más cerca.) ¿Con que el Rey anda por estos bosques?.. .. Ese rumor que seoya^ será quizás el anuncio de que se acerca. Quiero agazaparme entre estos árboles por si desde aquí logro verle. 1; LOS DOS CAMA RADAS 37 ESCENA III. lilegrfin por el bosque PEREIRA y BOLA5Í03 seg-aidos de los ojea-' dores y monteros, que traen en parihuelas dos ciervos muertos y una corza, y también la Jauría, al son de las cornetas de caza. ANDRÉS está en escena. Per. ¿Que hacéis vos ahí? Lejos, lejos de esta alameda. Andrés. ¿No podré quedarme á ver al Rey? i^ER. ¡Vaya si es curioso! Échese á la espalda, y místase entre los ojeadores. — jRuia batida hemos hecho, hermano Bolaños! Bol. Dos ciervos y una corza: no es mucho. Y algo más saldría si continuara el ojeo; pero el Rey ha mandado'que cese, y se viene á estas alamedas á descansar. Per. y en verdad que no alcanzo por qué descan- sa aquí y no en Alcalá, que está á la vista. Sol. Por excusar sin duda etiquetas y ceremo- nias, y que no se alboroten los estudiantes y dejen el aula. Aunque me temo que por fin llegue allá la voz de que está aqui el Rey y... Mirad: hacia acá se dirige un caballero á todo galope. 'Per. Mirad, mirad, ya se ha incorporado á la co- mitiva. Ahora se detendrá el Rey á recibir- lo. . . Pues no se detiene, que sólo el secre- tario es quien habla con él, y el Rey sigue picando su caballo. Bol. El Rey don Felipe »o se detiene nunca. Per. Ya llegan aquí. Bol. ^Silencio, los ojeadores! 38 VENTURA DE LA VEGA ESCENA IV. DICHOS, el REY, ANTONIO PER«Z, D. GASPAR, el PRÍNCIPE DE: ÉVOLI, el EMBAJADOR DE INGTATERRA, el de FRANCIA, MON- SEÑOR AQUAVIVA, el CONDií D^ MONTIGNI, el MARQUÉS DE" AGUILAR, grandes, palíifr eneros, criados. Pereira y Bolanos forman á los ojeadoras en el fondo en^ semicírculo: Andrés se coloca entro ellos. Ant. P. Á la sombra de estos árboles puede vuestra majestad descansar. ( J)irigiéfidose á ii9t grupo de árboles á la izquierda.) Rey. En buen hora. Ant. P. La silla. [Traen los criados mi asiento de tijera: los grandes se disptctan el honor de colocarlo. Siéntase en,él el Rey,) Rey. ¿Drtnde está Ezpeleta? [A Antonio Pérez.) Ant. P. Allí, señor; junto al príncipe de Evoli. Rey. ¿Guiintos días ha echado desde Flandes? Ant. P. Quince solamente. Dijéronle en palacio que estaba vuestra majestad cazando en los bos- ques de Alcalá, y al punto se dirigió aqui^ sin detenerse más que lo preciso para dar cuenta de su comisión al cardenal inqui-' sidor. Rey. Buena diligencia ha hecho. Ant. P. Así se lo encomendi.^ el duque de Alba al darle los pliegos. ¿Quiere vuestra majestad . que le haga llegar? Rey. No. ¿Quó prisa corre? Hemos venido á ca- zar: veamos primero la caza. Aguilar, traed las reses. (M margues de Aguilar, mon- tero mayor, se coloca frente del Bey con ¿os monteros, y hace desfilar á los criados^ con iaspp!zas colocadas en las parihuelas.) ¿No ha llegado Luis Quijada con su paje? Aní". P. No, señor. Rey. Mucho tarda. ^ LOS DOS CAMARADAS 39 Agcil. Este ciervo mató el príncipe de Évoli. Rey. ¡Soberbio tiro! Évoli, os lo podéis llevar, y presentádselo en mi nombre á la princesa vuestra esposa. EvoLi. Beso á vuestra majestad los pies por las mercedes que me hace. [ Per. (A Bolacos.) (¡Famosos cuernos tiene!) \ Bol. (¿Quién?) i Per. (jToma! El ciervo.) í Bey. Antonio Pérez, pedidle á Ezpeleta los plie- gos. {Anúomo Pérez se acerca á Ezpeleta, ie pide los pliegos y se los trae al Rey, Este wania á Pérez querías abra, y se po- ne a leerlos.) Agüil. Esta corza hirió el conde de Montigni y remató el legado de Su Santidad. Rey. ¡Oiga! {Si7i, dejar de leer,) ¿Monseñor Aqu aviva es tan diestro en manejar la es- copeta? Celebro que Boma me envié legados que saben cazar en mis reinos. Aqcav. Boma, señor, necesita manejar también las armas hoy que la herejía levanta en Euro- pa la cabeza y amenaza contaminar todos los reinos. Bey. Los mios, no, señor legado. Aqüav. Veo alzarse, señor, á los moriscos de las . Alpujarras y á los est'ddos de Flandes. Bo- ma os ayudará á combatirlos. Rey. Á las Alpujarras irá en breve un diestro ca- / zador español, que anda ignorado por es- tos contornos, y en cuya busca vengo yo. Y por lo que hace á Flandes, ya habéis visto que al conde de Montigni se le ha escapado la corza. ItfoNT. Los estados de Flandes no me han enviado, señor, para que cace, sino para que obtenga de vuestra majestad que no se cace en ellos. Aqüav. Y á mí^ señor, el Papa Pió Quinto para que 40 VEüíTlIRA DE LA VBOA impida que vuestros vireyes de Ñapóles y de Milán cacen en lo vedado que pertenece á Roma. Rey. {Dejando de leer,) iBien, duque de Alba, primal Justamente, señores enviados, tengo en la mano la respuesta para Flandes y para Roma á un tiempo. — Aguilar, guardad esa corza para mí. — Llegue don Gaspar de Ez- peleta. Gaspar. Déme vuestra majestad á besar su mano. Bey. Alzad, don Gaspar, que habéis corrido mu- cho desde Flandes aquí, y vendréis fatigado. Gaspar. Las nuevas que os traigo, señor, me hacen olvidar la fatiga, que para mí es descanso cuando redunda en servicio de vuestra ma- jestad y del Santo Oficio. Rey. ¿Conque en efecto, don Gaspar, los condes de Egmont y de Horn... Gaspar. Eutregaron su alma á Dios. (Marmullo en- tre los grandes) MoOT. ¿Qué decís? ¡Los condes! ¿Es posible?... Rey. El los haya perdonado. . . como yo los perdo- ' no ahora. MoNT. ¡Mi rey y mi señor!... ¿Es cierto lo que di- ce este hombre? Rey. Así me lo escribe el duque de Alba. Gaspar. Y yo lo vi con mis propios ojos No bien eatramos en Bruselas, los condes de Egmont y de Horn, los de ütrecht y de Mansfeld. los de Tolosa y de Marnix tuvieron la osa- día de presentarse al de Alba á felicitarlo y ofrecerle su apoyo, protestando de su leal- tad á vuestra persona. El buen« duque, más soldado que político, casi se dejaba alucinar con el astuto lenguaje que pone Satanás en los labios de los herejes, y á pique anduvo de creerlos. Pero estaba yo á su lado, revestido con los amplios poderes de comisario del LOS DOS CAMARADAS 41 Santo Oficio, y en nombre del inexorable tribunal le conjuré que, pues dentro de su mismo palacio los tenia, no dejase escapar la ocasión. Aún batallaba el de Alba con el escrúpulo de quebrantar la palabra que les habia dado de respetar sus personas si le abrian las puertas de Bruselas. Vencí tam- bién su repugnancia, poniéndole por delan- te el triunfo de la fé, que es lo primero: prendiiSse allí mismo á los condes; compa- recieron ante el tribunal de los Doce, que en aquel día fué creado, y al siguiente el de Egmont y. el de Horn fueron degollados en la plaza pública, y colgadas sus cabezas en nna escarpia de hierro. MoNT. ¡Señor! jQué espanto! Rey. i Si no ha cogido al Príncipe de Orange no ha cazado gran cosa el duque! Gaspar. Mi mano ^eja allí encendidas las hogueras. Los pueblos pagan sumisos y temblando el diezmo que prescribe el concilio. La rebe- lión murió: la herejía se extingue en las lla- mas. ¡El cetro de Felipe Segundo ha pasado sobre Fiandes! MoNT. ¡Y Fiandes no existe ya. Señor! ¡El conde de Egmont!... ¡El que venció en San Quin- tín y en Gravelinas!... ¡Oh! ¡Era caballero del Toisón y no ha sido juzgado por sus pa- res!... ¿De qué sirve ya llevar al cuello el Tellon de Borgoña si ha de ser despojo del Tcrdugo? Bey* Conde de Montigni, no os despojéis vos mis- mo del sagrado de ese escudo, que tengo aquí papeles que el de Alba me envía, en que se prueba vuestra complicidad con Eg- mont. MoNT. Sí, señor; cómplice suyo soy en ser buen ca- tólico, y en haber defendido con él en Flan- " L'^'^.x.A m >£ú^ |iu^fs ur !( ni? iif f..iir Tian:i i.m^ Tm qve UrtCíT" ii viit^rvi-i- i.'.ii jVJf (Hrsnnio de ote fcimi .;r*''i' I"—- •>"'-íi uii' u'*ir i- ^iif^tr&s plan- cu»- Tut f.^ií'» |>:n-. vfínir aquí, ^ ^c íiO í'i! quí* rtísjttiarf.ií. cniDO iif^*" t cahaJle- ri; ;Tikt Tiitír*.^-, síLnr, » ji±. áfs\ t^ulurmá^ pat- ina, a i.iriir siurr «115 ruinaf. a p e rec e r E #, y . 3! «í d -j -rü e, d^i-D G üsp^r. ^ Tie para li' .a de los c -oi^ ijrifK;^ que quebrantar ir' ''t'j'^i*? la p- ia^ra q:ie Íes ¿k». íj ',' !' iíx> li . vroso ?i.é sin du ia J*ero, señor, ¿han de i M -jyifí *rríre mtinL' Das It-yes de caballería, é:r*,adüh \x*T lii Taoiii^d t e! or»al!odcl hom- Si ít, ú lab que ?s^^'unin el triunfo de la fé y hi fíiuerte de la he^^jla? Bi':r, /iÁ*tfUí, (:\t'AUi\ Dios ha paesto al daqne, mi (>rírno, en una prueha temblé. ¡IVanca me yifa y<íii«jiH de ello, Antonio Pérez? Am. V» ¿Vo, «ífior? Obligación mia es dar consejo fi sm*Mr'A majestad siempre que me lo pida; |Míro íniarulo sé que el consejo no ha de ser m'^xúiU), y ha de hacerme incurrir acaso en 1)1 dnH.i^radu de mi rey, permitidme, señor, qfiM prir aal'A vez lo calle. Jlf¿\ , ii\*Smi)\,,. ¿Snf,Hin eso me aconsejáis?... A NT» V, yuo «liiiiihú» prender al conde de Montigni. LOS DOS camahapas 43 Rey. ¡Ya! AíiT. P. Que acalléis, señor, en vuestA corazón, por m^s que semejante oafuerzo lo desgarre, la voz de la piedad y del honor, y que seáis rey y católico antes que hombre y caballero. Rey. ¡Grave peso queréis echar sobre mi concien- cia, Antonio PerezJ Ant. P. Todo entero viene á caer, señor, sobre la de quien os dá el consejo. Rey. Ño se diga que tengo un vasallo más digno de reinar que yo. Principe de Evoli, pren- ded á Montigni y enoerracilo en el fuerte dé Simancas. No es justo que vaya á darle que hacer al dnque de Alba. {Fase Évoli co% guardias e?í seguimieytto de Montigni.) Ya veis, monseñor Aquaviva, que el rey de Es- paña sabe acabar con los herejes sin la ayu- da de Roma. Aguilar, ¿no hay más caza? Agüil. Este ciervo mató vuestra majestad. Rey. Estáis engañado, piarqués. Aguil. Del puesto en que vuestra majestad estaba partió la bala que le hirió. Rey. Antonio Pérez seria, que estaba conmigo en el puesto. Nunca yo disparo mi arcabuz: no quiero que mis manos viertan sangre, ni aun de los animales del bosque. Pero ya que nadie reclama el tiro, llévese el ciervo don Gaspar de Ezpeleta, que yo se lo regalo. Gaspar. (Arrodillándose,) ; Vuestra majestad me honra en demasía! Rey. Más merece vuestro celo, don Gaspar. Pe- didme albricias de las nuevas que me traéis. ¿Cuándo casáis á vuestra hermana? Gaspar. Concertadas, señor, tenia sus bodas con el primogénito de los Velez. Suspendiéronse porque él marchó á pelear á las órdenes del marqués, su padre, contra los moriscos, y yo á Flandes con el duque. 44 VENTURA DE LA VEGA Rey. Le haré llamar. Casadla luego, y jo la do- tara. Gaspar. Dadmo licencia, s ^ñor, de que me llegue á Alcalá, donde vive retirada desde mi mar- ciía, á contarla las mercedes que vuestra majestad nos hace. Rey. Anda 1 en buen hora, don Gaspar. (2?. Ous- par besa la mano al Rey y se va por la izquierda recibiendo las felicitaciones de los grandes.) ESCENA V. LOS MISMO?, excepto D. GASPAR. Rey. ¿No hay más reses, Aguilar? Agüil. No salieron más del ojeo, señor. Bien le dije á vuestra majestad que eq los bosques de Alcalá no hallaríamos gran cosa. Rey. Os engañáis, marqués. Con ser mi niontero mayor no sabéis vos que aún he de cazar yo aquí, y llevarme hoy á Madrid algo que os maraville á todos. Aguil. Si vuestra majestad quiere que se repita el ojeo » Rky. No: con un ojeador que ya tengo despacha- do vendrá la caza á mis pies. Cachorro es de un león, que fué espanto de muchas co- marcas. Ant. P» Siempre que no use mal de las garras Rey. Si tal acontece, se las limaremos. ¿Ni Fran- cia ni Inga I a térra han cazado hoy? Emb. F. Francia, señor, ha hecho una buena batida de hugonotes en la batalla de Jarnac. No importa que yo no mate aquí ciervos mien- tras el duque de Aojou mata allá príncipes de Conde. Emb. i. y en Ingalaterra, señor, fué tanto lo que se cazó cuando vuestra majestad estuvo por LOS DOS CAMAAADAS 45 allá, qne hemos perdido la aücion á ese gé* ñero de distracciones. Rey. Ya sé que vuestra reina Isabel no gusta de perseguir esas fieras. Y aun si se hubiera de dar crédito á los que la calumnian Mirad: aquí me en?ia el duque de Alba car- tas y papeles cogidos á los condes, en que aparece que vuestra reina protegía secreta- mente contra mi á los herejes de Flandes. Emb. i. ¡Es posible! No lo extraño, señor: los gran- des monarcas son siempre calumniados. Mi- rad: aquí tengo yo también papeles y cartas, que he recibido de mi corte, en que aparece que el duque de Alba ofrece secretamente en nombre vuestro auxilios de dinero y sol- dados á María Estuarda para que destrone á nuestra reina Isabel. Rey. ¿Oís esto, Antonio Pérez? Ant. P. y me confunde, señor, que así se calumnie vuestra lealtad. Rey. Dadme, señor Embajador, dadme esos pa- peles , y decid á vuestra reina cómo los he roto en presencia vuestra. Emb. i. ¡Noble determinación, señor! Pero dadme esos vuestros para que haga yo lo mismo con ellos. (Trtcecafc los papeles y los rompe cada cual.) Rey. (¡fiien se ha compuesto!) ESCENA VL DICHOS, QUIJADA y D. JUAN. Ambos salen por la izquierda y se detienen en el foro. Ai^T. P. Señor, ya est:in allí. Rey. Llegad, Luis Quijada, y traedme á vuestro paje. {Quijada condi^e deümte del Rey á D. Juan i) '<(» VENTrRA BE LA. VEGA QiJiJ. Don Juan, acercaos y besad la mano á su majestad. Juan. {Arrodillándose^) (jün hijo de Carlos V?) Rey. ¿Sabéis ya de quién sois liijo? JíJAN. No puedo saberlo, señor, mientras esté ar- rodillado. Rey. Carlos Quinto fué vuestro padre y el mío: ;alzad, hermano, y venid á mis brazos! (Le levanta y airaza, leva^itándose él tam- bién.) Os presento, señores, á un hijo del Emperador, á un hermano mió. Marqués Aguilar, hé aquí la caza que he venido bus- cando... y que no ha dejado de hacerse es- perar. Juan. Diez años há, señor, que pudo vuestra ma- jestad hallarla. Rey. ¿y nadie en este tiempo os ha dicho qtiién erais? Juan. Sí, señor. Rey. ¿Quién? [Miratido ferozmente a Quijada, Íue permanece inmóvil y tranquilo») li corazón me ha dicho mil veces que era digno de un infante de Castilla. Rey. i Infante! Veremos, veremos. Por ahora os llamareis don Juan de Austria. {Pereira deja su 'puesto^ lleno de entusiasmo^ y vie- ne a ecmrse á los pies de D, Juan.) Per. iOh! ¡No hay duda!... ;hijo suyo es!... ¡Este era su porte este era su semblante!.... j Dadme que abrace vuestras rodillas! i Hijo de mi emperador... disponed de mi sangre! Juan. Alzad, buen Pereira; mirad que está delan- te el Rey. Rey. Me enternece esa fidelidad de un antiguo servidor, y merece recompensa. Pereira, ya estáis viejo para las fatigas de la monto- ría: idos á vuestra casa á descansar. ¡Á Ma- drid, señores! (La comitiva se pone en. LOS DOS C/V1VIARAD¿VS 47 warcha en el mismo orden en que vino y desaparece por la izguierda. Toque de cor- netas que se ta alejando.) ESCENA VIL ANDRIs, solo. ¡Válame Dios y cuánta grandeza! ¿C<ínque el bueno de don Juan... ¡Asi Dios me asista: creo que estoy durmiendo y tengo la pesadi- lla! Un estudiante con qutcn he comido y he cenado y he reñido nopocas veces... Un mo- zo de carne y de hueso como yo... ihijo de Emperadores... hermano de Reyes!... Es de- cir que yo mismo, tal como soy, con mis gregiiescos de lana burda, y mi cara solea- da, y mis manos curtidas... no hay más sino que pudiéramos salir mañana 6 esotro con que era hijo de cualquier conde 6 príncipe... 6 del mismo gran turco sin dificultad algu- na. Pues claro está: y entonces mi padre seria... Bien que no: entonces mi padre no seria mi padre, sino... Cosas son estas que á no verlas como las he visto... Vaya, que Miguel no está tan loco como dice nuestra hermana Andrea: que aquí hubiera yo que- rido tenerla, á ver cómo negaba lo que ha pasado. Hele allí que sale de la quinta. ESCENA Vni. ANDRÉS, MIGUEL. Mi^ol arrima la oscopota al tronco cío un árbol. Miguel. Corre, hermano Andrés, corre á casa, y sin que nadie te sienta ensilla el caballo, pon en él la maletilla con mi ropa blanca, y vuel- ve á buscarme, que quiero al punto partir sin dar de ello cuenta á mi familia. 48 VENTIJRA DE LA VEGA Andrés. ¿Conque en resolución, hermano, dejas á Alealit y sigues á don Juan á la corte? Miguel. ¡Sí, Andrés, dejo á Alcalá!... ¡Dejo aquí lo que más amo en la tierra!... ¡Dejo á doña Ana rendida á un desmayo mortal, y voy á hacerme digno de su mano! iSí, hermano mió! lias do saber que yo nací por querer del cielo en esta nuestra edad de hierro pa- ra resucitar en ella la de. • Yo soy aquel para quien están guardados los peligros, las grandes hazañas, los vale- rosos hechos. ¡Que esas lágrimas que acabo de ver correr de los hermosos ojos de doña Ana, y ese abrazo con que hasta la muerte se han estrechado y unido nuestros pechos, y esa prenda de nuestro amor que dejo en su regazo, y esta banda que ostenta los colores de mi dama, y que ella con sus propias manos me ha ceñido, son incentivos y des- pertadores de mi ánimo, que ya hacen que el corazón me reviente en el pecho con el deseo qne tiene do acometer las aventuras que á mi valor están guardadas! Asi que, tráerae el caballo, hermano Andrés, y qué- date adiós y espérame aquí haata tres años no más, en los cuales, si no voWiere, dirás á la incomparable señora de mis pensamien- tos que su cautivo caballero murió por aco^ meter cosas que le hicieren digno de poder llamarse suyo. Andrés. {Llorando J ¡Que nos dejas, hermano Mi- guel!... ¡Que dejas á tus padres, y á tu po- bre Andrés, que Canto te quiere!. .. Mira que yo he oido predicar al cura que quien busca el peligro perece en él. Además, qué ¿tan duro y sin entrañas ha de ser esa hermano de doña Ana, que si ambo» le escribís allá donde se halle (que nunca me l^has dicho LOS DOS eAfilARABAS 49 ni sé yo quién es) todo lo que os pasa y lo I que media entre los dos, que es caso ya de conciencia, no os perdone y os eche su ben- dición, y os gocéis por muchos años, sin I necesidad de que te vayas por esos mundos i de donde quizá no vuelvas? I MiGU£ii. No lo pienses, Andrés; que ablandar á su codicioso hermano es pensar en lo excusa- I do: que quiere hacer de su hermana instru- ! mentó de su vanidad, y ejerce cargos y oñ- cios que acreditan lo endurecido de su co- razón. Pero por ahora se está lejos de Es- paña, donde le darán que hacer por mucho tiempo, y doña Ana es firme y resuelta: y, en fin, yo he de volver en otra condición y con tanta gloria y nobleza, que sobrepuje la de su hermano y baste á que tú y los mios os alcéis sobre la primera de España: que todas ellas tuvieron su principio en uno que las sacó de la oscuridad con sus hazañas. . Conque date prisa, Andrés, y haz lo que te he dicho. AiiDAÉs. Pues hermano Miguel, si ha de ser asi, va- ya la soga tras el caldero, y sabe que yo quiero seguirte é ir contigo hasta el fin del mundo. Miguel. ¡Tú seguirme, Andrés! Ain)A£s. ¡Yo^ en cuerpo y alma! Que todo lo que hoy he visto me ha abierto los sentidos, y no sé lo que siento yo también que me está esca- rabajeando aquí dentro, y el mucho amor que te tengo no me consiente dejarte ir solo sin alguien que te acompañe y te cuide. A no ser que sea tal mi talle, y tal y tan cam- pesina mi catadura, que pienses que te ha de desautorizar por esas cortes y palacios donde hemos do presentarnos. IVIíGUEL. No permita Dios, hermano, que yo ataje los TOMO VIII 4 50 VENTURA DE LA VEGA primeros Ímpetus de ta valor, bí ahogue «n et campo de tu esperanza la primera flor de tus hazañas. Sig^ue, sigue tus generosos ins- tintos y rente comigo, que las armas y la gloria te darán el talle y la catadura del más gentil caballero. Solamente el nombra quisiera yo que trocases, que el de Andrés que llevas me parece nada bien sonante ni significativo. Andrés. En la pila me le pusieron, que no me le pu- se yo, ni tuve en ello voz ni voto: iruécame- le tú, y llámame desde hoy como quisieres. Miguel. Pues Rodrigo te has de llamar desde hoy, que así se llamó el Cid Rodrigo Díaz de Vi- var^ á quien quizá llegues á igualar e)a. la fama. Andrés. Rodrigo me llamaré; y en el nombre para- me ya que llevo ventaja al de Miguel, que es el tuyo. Miguel. Te engañas de medio á medio. Que la pri- mera hazaña y la primera espada que hubo en los siglos y que pusieron admiración, no solamente al mundo sino al mismo cielo, fueron las del arcángel Miguel, que preci- pitó á los abismos al jigante de las tinie- blas. Así que no esperes que yo trueque m i nombre con otro alguno. Y pues estás de- cidido, Rodrigo, y nada queda que hacer, corre, te digo otra vez, y trae el caballo y partamos. Andrés. Pero advierte, hermano, que á pié mal po- dré yo seguirte; y así, lo que yo haré será traer el asno é ir caballero en él, que es fa- moso animal y sé que no ha de quedarse atrás. Miguel. En lo del asno no estamos conformes, que no hay ningún caballero que lo haya usado: antes es cabalgadura de villanos; pero lié- LOS DOS CAMARADAS 51 I valo para salir de Alcalá^ que en llegando á ¡" Madrid yo te proveeré de caballo. I Andrés. £n buen hora: y traeré también las alforjas \ con una hogaza y un buen pedazo de queso [ para el camino. {Encaminase ala izquier- \ da.) Miguel. ¡Vamos, Rodrigo! Andrés. ¡Vamos! Miguel, i Adiós quedad, campos que me visteis nacer pobre, oscuro y desvalido, y que, con la ayu- da de Dios y el valor de mi pecho, me ve- réis volver rico, noble y ceñida la frente de laureles! {Váse con Rodrigo por la iz- quierda.) FIN DE LA PRIMERA PARTE. DON FERNANDO EL BE ANTEQUERA DRAMA HISTÓRICO EN TRES ACTOS, EN VERSO. I PERSONAS. EL INFANTE DON FERNANDO. RUY LÓPEZ DÁVALOS, Condestable de Castilla., FRAY VICENTE FERRER (el Santo). EL CONDE DE URGEL. DIEGO LÓPEZ, Justicia Mayor de Castilla. FERNÁN GUTIÉRREZ DE VEGA, repostero ma- yor del Infante. FERNANDO DE GUZMAN, procurador de Toledo. DON FADRIQUE, conde de Trastamara. DON SANCHO DE ROJAS, obispo de Falencia. LA REINA DOÑA CATALINA. EL REY DON JUAN 11, niño de dos años. Ricos-hombres^ caballeros, escuderos, pajes, pro-- curadores, reyes de armas, soldados, etc. La acción pasa en Toledo en 1407- DON FERNANDO El DE ANTEQMRA. ACTO PRIMERO, £1 teatro representa el claustro que da frente á la capilla del arzoLispo don Pedro Tenorio, en la catedral de Toledo. Hay á la izquierda del actor una puerta que conduce á la iglesia: á la derecha los arcos que dan al jardin. Los per- sonajes que vienen de lo exterior saleo por la derecha del foro, que es por donde se supone que continúa el otro la- do del claustro, que hace ángulo con el que figura la escena. ESCENA PRIMERA. EL CXDNDBSTABLE, DON DIEGO. Amljos salen de la iglesia. CoND. En este claustro, don Diego, Quiero hablaros un instante, En tanto que se concluyen Los solemnes funerales Que por el alma de Eorique, Nuestro rey, que en paz descanse. Se están celebrando. Siego. ¡Bien Habéis hecho, Condestable, En sacarme de la iglesia!.... 56 VENTURA DE LA VEGA ¡Dejadme por Dios^ dejadme Que vuelva á mi!... ¡Me ha asombrado La elocuencia da ese fraile! GoND. ¡Á quién no admira y suspende Siempre que los labios abre ' Ese apóstol milagroso De evangélicas verdades! Diego. De íray Vicente Ferrer Se cuentan prodigios grandes: Y al ver lo que á mi me pasa Guando acabo de escucharle. Que de congoja en el pecho £1 corazón se me parte, No estraño ya que convierta Con sermones de esta clase Los moriscos á docenas, Los judíos á millares. ¡Dios mió! ¡Si de tal suerte Me ha ediñcado, que casi Estoy tentado por ir A un monasterio á encerrarme!... GoND. No, don Diego, sosegaos, Y ese fervor empleadle En servicio de la patria. Que reclama en este instante Vuestro apoyo. Diego. ¿El mió? GoND. Sí. Diego. ¿De qué manera? GoND. Escuchadme. Desde que víctima al fin De su dolencia constante Murió nuestro rey, Gastilla Está sin rey que la mande. Diego. ¡Cómo sin rey! Pues decid: ¿En Segovia, con su madre, No está el príncipe de Asturia s? GoND. ¡Príncipe de Asturias! Nadie í DOJÍ FERNANDO EL DE ANTEQÜERA 57 — — — ■ ' — — ■- .1 ■ - Le ha proclamado en Castilla. Diego. Es cierto que á proclamarse No llegó; mas... doND. Si don Juan, Que dos años no cabales Cuenta de edad, sube al trono, Será lo que os dije antes: Que tendrá Castilla rey, Pero no rey que la mande. jY en qué ocasión, santo Dios! Portugal por una parte. Con el recuerdo orguUosa De Aljubarrota, al combate Se apresta, y romper intenta Las mal concertadas paces. El moro rey de Granada, Faltando al pleito-homenaje, Wos^ niega el tributo. El duque De Benavente escaparse De su prisión ha logrado, Y al frente de sus parciales Subir al trono pretende. Y á tantas calamidades, ¿Qué opone Castilla? |Un rey De dos años!... jY durante Su menor edad, discordias. Tumultos, que, por alzarse Con el poder, moverá La ambición de nuestros grandes! ¡Don Diego, evitar conviene Que vuelvan á renovarse Los odios que se encendieron En época no distante, Y que el reinado del hijo Empiece como el del padre! Diego. Infundado es el temor: Los casos no son iguales. Niño y solo don Enrique 58 ventüha de la vega Cuando el trágico desastre Del rey su padre, no estraño Que á la regencia aspirasen Los varones de más cuenta. Mas, ¿quién habrá que levante £1 pensamiento á esa altura Hoy que con derechos tales Como ser tio del rey Tiene Castilla un infante? jEl infante don Fernando, Cuya prudencia admirable, Cuyo valor sin segundo^ Cuya justicia le hacen De todos cuantos le ven Conquistar las voluntades! £n las Cortes que en Toledo Quiso el rey que se juntasen, A las que ja no pudiendo Asistir por sus achaques Mandó, en su nombre, á su hermano» Ruy López, ¿no le admirasteis Como le admiramos todos? ¿No visteis cuan arrogante Pidió á los procuradores De las villas y ciudades Que para la santa guerra Contra el granadino alarbe De un millón de oro en dineros El servicio le otorgasen? ¿No le visteis cuan brioso, . Oprimiendo los hijares De fogoso palafrén Salió del Tajo á la margen, Y á la numerosa hueste De caballos y de infantes Pasó reseña, aclamado Por vítores á millares? i'Vedle allí, de devoción DON FERNANDO EL DE ANTEQÜERA 59 Modelo, humilde postrarse Al pié del túmulo regio Donde el rey, su hermano, yace, Vertiendo lágrimas tiernas!... — Mas ¿á qué me canso en balde En elogiaros sus prendas, Si acaba de hacerlo el padre Fray Vicente en su sermón Con elocuencia tan grande? ¡Él «espeíanza de un reino» Le llamé: bien lo escuchasteis!... ;Y vos, que desde su infancia Sois su amigo inseparable, Y que mejor que ninguno Bebéis saber cuánto vale, Estraño que al verle asir El timón de aquesta nave. Tanto temáis que zozobre Entre recias tempestades! GoND. Cuantos elogios hacéis; Cuantos hizo el venerable Religiosc; cuanto el mundo Entero pueda elogiarle, Aún no es posible, don Diego, 2ue á igualar jamás alcance la alta opinión que tengo De sus raras cualidades. Diego. Pues enténces. . . CoND. «Esperanza De un reino» oísteis llamarle: Pues escuchad el enigma Que encierra la triste frase De ese oráculo cristiano. — Sin hijos que le reemplacen En el trono de Aragón, El rey don Martin nombrarse Quiere un sucesor. Alega, Entre varios aspirantes. 60 VENTURA DE LA VEGA — ' — - - — Don Jaime, conde de ürgel, Los derechos de su sangre; Y aunque cuenta en los tres reinos Gran número de parciales, El rey don Martin so inclina Á don Fernando, que añade Al titulo de sobrino Altas prendas personales. ¡Ah! No hay duda: le veréis En aquel trono sentarse. Fray Vicente, como es justo, Quiere á su patria llevar Iq, Y ese reino de quien dijo Que era esperanza el infante, Es Aragón, no Castilla: Ved si en circunstancias tales Son fundados mis temores. Diego. Pero el riesgo está distante: Aún vive el rey don Martín... CoÑD. Escuchad, don Diego, aparte. — El riesgo está muy cercano: Avisos confidenciales « Me anuncian que su salud Infunde temores graves. Postrado en el lecho está, Y se aguarda por instantes Su muerte. De esta noticia Don Fernando nada sabe, Y antes que Aragón al trono En daño nuestro le llame, Cansados ya de disturbios Los prelados y los grandes, Y cada cual receloso De que un rival se levante Con el poder, y Castilla Quede entregada al embate De encontradas ambiciones Si no hay rey que las ataje, DON FERNANDO EL DE ANTEQUEAA 61 En don Fernando hemos puesto Los ojos, y por dictamen De todos se ha decidido Hoy mismo. . . Diego. ¿Qué?..» C!oND. i Coronarle! Dugo. iQuó decís!... — Pero la reina Es natural que reclame Del niño don Juan su hijo Los derechos... GoND. Será en balde. Retirada á vida oscura. Atenta á los maternales Cuidados, sin que del trono Haya gozado un instante, Ni la ambición la domina, Ni tiene en el reino á nadie Que alce en su favor la voz. — Mas para evitar que trato De intentarlo, á vos, don Diego, Gomo el más fiel y el más hábil, Encomendamos la empresa. — En tanto que aquí al infante Proclamamos, vos, tomando Diez lanzas que os acompañen, Partís al punto á Segovia Y lleváis nuestro mensaje Á la reina. Diego. íYo, Ruy López!... GoND. Y cuando hagáis que se embarque En Fuenterrabía, y lleve Sus hijos al patrio margen Del Támesis, do tranquila En el hogar de Alencastre Sus años felices vea En dulce paz deslizarse, Volved, don Diego, á Toledo, Donde, á pesar de rivales C 62 Diego. VENTURA DE LA VEGA Qae vuestro cargo ambicionan, Seréis^ como fuisteis antes. Justicia major del reino, Con la gloria de que á nadie Sino á vos será deudor De su corona el infante. Si es la voluntad de todos... ESCENA II. DICHOS, DON FADRIQUB, UN ESCUDERO. Fadr. íTristes nuevas. Condestable! — Este escudero que llega De la frontera las trae. El moro ha roto la tregua: Y con huestes formidables. Metiéndose por Baeza, No hay quien sus fuerzas ataje. CoND. ,Esto más! Fadr. Hasta Quesada Se estiende ya. Los alcaides Que guardan las fortalezas Cercanas á aquella parte, En vano oponer quisieron Su valor al fiero enjambre De bárbaros: arrollados Por el número su sangre Vertieron, quedando muertos En tan desigual combate Muchos nobles caballeros: Garci-Osorio, Martin Sánchez De Rojas, el mariscal Juan de Herrera... Diego. ¡Oh! jLamentable Suceso! CoND. jYa veis, don Diego, DON FERNANDO EL DE ANTEQUERA 6a Ya veis las plagas que caea Sobre Castilla!... Fadr. ¡Castilla Nos pide un rey que la salve! GoND. ¡Y lo tendrá! Fadr. ¡Lo tendrá! Coin). Entrad, escudero, y dadle Al infante la noticia. En la iglesia está: no os pare El temor de interrumpir Su oración: llegad á hablarle, Entrad pronto. {El escudero entra apresurado en la iffle- sia.) ESCENA III. BL CONDESTABLE, DON DIEGO, DON FADRIQUB. CoND* No perdamos La ocasión. En este instante, Acalorada su méate Con las preces funerales, Con el enlutado templo, Con la elocuencia del padre Vicente, al oir la nueva Es fuerza que más se exalte, Y aprovechando nosotros Momento tan favorable, Ante el riesgo de la patria Le haremos ceder. Fadr. Las calles Que he recorrido, ocupadas Por la militar falange Se miran ya. La impaciencia Pintada está en los semblantes. Todos cercan los tablados Esperando que se alcen Los pendones por el rey. 64 VENTIRl DE LA VEGA Y con fieros ademanes Gritan á una voz que sólo Por don Fernando han de alzarse. Diego. ¡Es posible! CoTíD. Diego López Parte á Segovia á llevarse Á la reina y á su hijo. Diego. Ya que á principe tan grande ^ Toda Castilla proclama, No ha de haber quien me aventaje En decisión... Fadr. Partid, pues. CoND. No os detengáis. Diego. Al instante. {Se va por el foro,) ESCENA IV. EL CONDESTABLE, DON FADRIQÜE. Fadr. (/Siguiéndole con la vista.) ¿Será fiel? GoND. Su interés propio Le pone de nuestra parte. Ninguno ayer de esta odiosa Comisión quiso encargarse; Mas don Diego, que en intrigas Cortesanas es muy hábil, Y como letrado astuto Hallar argumentos sabe, En virtud de la promesa Solemne de confirmarle Justicia mayor^ lo hará Como ninguno. Fadr. ¿Olvidasteis Que era mi intención pedir Al nuevo rey que nombrase DON FERNANDO EL DE ANTEQUERA 65 Justicia mayor del reino Á un deudo mió? 0)ND. ¿Y no vale Más conquistar un amigo Que tal servicio nos hace? Fadr. ¿Empezáis ya á repartir Del reino las dignidades? CoNB. ¿Y vos á pedir el precio De vuestro apoyo? Fabr. Mostrarse Debe el rey agradecido Con quien le hace rey. CoND. Es fácil Que se equivoque quien piense En el trono colocarle Con el fin de que un valido Á los castellanos mande. Fade. Si no sois vos el valido Es posible que se engañe. CoND. ¡Yo!... ¿Qué decís?... Fadr. Recordad Que con el fin de que acaben Para siempre entre nosotros Sangrientas rivalidades, Y ante un rey que fuerte sea Todos quedemos iguales^ Ayer pactamos de acuerdo Dar la corona al infante. CoND. Pues bien: si propicio el cielo Favorece nuestros planes, Veréis quién es el mancebo Que con humildad tan grande Sufrió de su adusto hermano No merecidos desaires. Si desde su edad más tierna Quiso benigno prestarse A mis consejos, en breve Podrá Castilla juzgarme. TOMO vin 66 VENTURA DE LA VEGA Suba don Fernando al trono, Y ningún miedo os espante, Que no seré yo el valido. Ni vos lo seréis, ni nadie. Fadr. Pasos oigo, y me parece Que aquí don Fernando sale. GoND. Esta es la ocasión. ¡£l cielo Me dé su apoyo! (Dos pajes salen de la iglesia, y uno dice desde la pvsrta,) Paje. iEl infante! ESCENA V. DICHOS, DON FERNANDO, RICOS HOMBRES, CABALLEROS*. Snlen de la Iglesia. Fern. ¿Condestable, sabéis la triste nueva? CoND. El mancillado honor de nuestra armas Venganza pide al cielo, Fern. iSí, la pide, Y yo en su nombre le daré venganza! ¡La noble empresa que mi hermano Enrique Con generoso esfuerzo proyectaba. Yo, cual legado suyo, la recibo, Y con ardor la acabará mi espada! Ora en el templo, al escuchar la nueva. Juré sobre el cadáver del monarca Su voluntad cumplir. Ardió mi pecho En guerrero valor. Ya en las plegarias Fúnebres escuchar me parecía Los himnos de victoria, y en las altas Cornisas ver, colgadas por mi mano, Las banderas al moro conquistadas. — Por vos pregunto y á buscaros salgo. Disponed^ Condestable, sin tardanza Que el ejército todo se reúna: Su caudillo seré. Pronto la fama Á deciros vendrá si los consejos DON FERNANDO EL DE ANTEQÜERA 67* COND. Fern. CoND. Fern. COND. Fern. Fabr. ClOND. Que de vos recibí grabé en el alma. ¡Ese brío marcial llena mi pecho De júbilo, señorl— Mas antes falta Que al gobierno del reioo se provea, Y que, al llevar la guerra á otra comarca, una guerra más cruda, más terrible No alimente Castilla en sus entrañas. Castilla está sin rey. -^ Tend ralo en breve. Por orden mia alzados en la plaza Los tablados están. Mandad que en ellos En el instante, con la pompa usada, Se levanten pendones á mí vista Por don Juan el Segundo. ¿Y qué esperanza Queréis, señor, que en ese débil niño Be ventura y de paz funde la patria? Fúndela en mí, que, hasta cumplir los años Que al rey menor las leyes le señalan, Por voluntad de mi difunto hermano Sabré á Castilla gobernar. . No manda Quien el poder divide. El testamento De don Enrique, nuestro rey, me encarga, Cual fiel ejecutor de sus mandatos, Que el gobierno del reino se reparta Entre vos y la reina. Y bien, la reina No ha nacido en Castilla, y esto basta. Débil mujer, ajepa de experiencia, De la cérte y del trono retirada, En su misma flaqueza á cada paso Un estorbo hallareis. La envidia baja, La torpe adulación, la sorda intriga. Menstruos que siempre en los palacios va- fean. Presto os dividirán; y, á pesar suyo, La harán, al fin, altiva y deslumbrada. 68 VENTURA DE LA VEGA El placer de reinar, que boj desconoce, Para ella sola ambicionar mañana. Ni ella ni vos gobernareis entonces: Por bandos mil Castilla destrozada Al arrogante portugués y al moro No podrá resistir, y en mengua tanta Vuestro error llorareis. ¡Señor, no puede Cual monarca reinar quien no es monarcaf Fean. ¿Qué me dais á entender?.... ESCENA VI. DICHOS, UN ESCUDERO. EsccD. Señor, en nombre De los procuradores, os demanda, Á fm de presentaros un mensaje. Audiencia el de Toledo. Fern. Dadle entrada. ESCENA Vn. DICHOS, FERNANDO DE GUZMAN y otros dos procuradores. Ht infante se coloca á un lado, á la caljeza de los grandes. Los pro- curadores se paran en frente de él. Fern. Ya os escucho: decid. GuzM. Señor: instados Por el rey don Enrique, que Dios haya. Nos, los procuradores de estos reinos, A ayudarle en la guerra que intentaba A los moros hacer de Andalucía, A pesar de lo exhaustas que se hallan Las Tillas y ciudades, le ofrecimos Un millón de oro. Mas pues Dios acaba De llamarle á su seno, ya las Cortes Retiran el servicio. Fern. ¿Por qué causa? GuzM. Señor, el rey que lo pidió no yive. Fern, Mas vivo yo, que con igual constancia DON FERNANDO EL DE ANTEQÜERA. 69 COND. CoND. Fern. CoND, Fern. COND. Fern. COND. Haré la guerra, y con igual denuedo jY con mayor tal vez! Tales demandas, Que la miseria pública acrecientan, Sólo al rey, por respeto, se otorgaban. Cierto: y vos no lo sois. A vuestro hermano Débil, doliente, moribundo,' nada Negaron: era rey. — A vos, robusto, Vigoroso, dispuesto, os lo rechazan. ¿Posible es que las Cortes desconozcan La urgente utilidad de esta campaña? ¿En los sangrientos campos de Baeza No escucháis los clamores de venganza De tantos esforzados caballeros Muertos por la traición? Y cuando aguarda El castellano ejército, sediento De gloria y lauros, la señal de marcha, ¿Renunciaremos á tan alta empresa? ¿Consentiremos que la infiel canalla. Talando campos, demoliendo templos. Asolando el país, doble su audacia Y hasta los mismos muros de Toledo La media luna vencedora traiga? ¡Un medio hay de evitarlo! ¿Cuál? Decidlo. ¡Que os ciñáis la corona castellana! ¡Yo!.. ¡Condestable!.» ¿Qué decís?*. ¡Infante! ¡Castilla toda por mi boca os habla! No receléis de usurpador el nombre: Sabe el mundo quién sois, y que esa mancha Ennegrecer no puede al que fué siempre Modelo insigne dé virtudes tantas. Vos no usurpáis el trono, os lo da el pueblo. Que es de remota edad costumbre sabia. El trasmitir un padre por herencia La corona que honró con sus hazañas A un hijo, que, tal vez con torpes vicios 70 VENTURA DE LA VEGA Da segura señal de deshonrarla. Práctica fué que estableció en mal hora El crecido poder de los monarcas. Por voluntad de todos, y entre todos Al más digno, otro tiempo se entregaba La corona real; y este derecho Hoy con razón Castilla lo reclama. iSí, con harta razón! i Volved los ojos A los días, señor, de vuestra infancia, Y contemplad, por lo que entonces visteis^ El triste porvenir que nos aguarda! Vos lo podéis trocar, subiendo al trono, En porvenir de paz, dando á la fama Vuestro feliz reinado asunto digno Que en la futura edad el mundo aplauda. Vos ¿de quién descendéis? Si vuestro abuelo- A su hermano don Pedro con las armas Vida y trono arrancó, y él y sus hijos Y sus nietos en paz dichosa y larga Cual legítimos reyes gobernaron, ¿No será más legítima y más santa La autoridad, que, sin deberla al crimen. De su libre elección os da la patria? ¿Cuando os estiende en el común peligro Las suplicantes manos, cuando os llama. No al ocio, no, sino á vengar la afrenta De Aljubarrota y de Baeza, en calma La podréis escuchar? — -Cuidad no sea Que, si á sus ruegos le volvéis la espalda, A flaqueza más bien y á desaliento Lo atribuya Castilla! — jAh, no! ¡Se engañar i Su salvación en vuestros ojos leo!.... ¡Caballeros, llegad! jSobre Ja espada Rey le juramos! Todos. ¡Sí! CoNDi Procuradores, Otorgad el servicio. ¡Reyes de armas, Por don Fernando el Quinto alzad pendonesf DON FEUNANDO EL DE ANTEQUERA 71 ¡Tenemos rey! ¡Castilla está salvada! Fern. ¡Tened, tened! — Aprecio, caballeros, Y eternamente grabaré en mi tilma. Que mostréis del valor de mi persona Tal crédito tener. — ¡Esta demanda Que grandes, ricos-hombres, caballeros. Me presentan unánimes, dictada No puede ser por miseras pasiones. Por odio antiguo y criminal venganza!.. No: sólo el bien del reino es el que os mueve: Quiérelo asi creer. ¡Mas si arrastrada De patrio celo la conciencia os dicta Tan dura obligación, á mí me manda Que también á mi vez cumpla la mia Rechazando esa oferta! — No es de tanta Codicia en mí ser rey, que menosprecie El eterno borrón, la negra infamia De despojar á un inocente niño. Sin más apoyo ni defensa humana Que el llanto de una madre viuda y sola, Y faltar á la fé por mí jurada Á un rey, á un padre que en mi honor confía! ¡No, castellanos! La señal más alta Con que mi gratitud mostraros puedo Es daros hoy por rey, sin más tardanza, Al hijo de mi hermano. — Su edad tierna No os inspire temor: fuerza sobrada Hay en mi corazón, hay en mi brazo Para afirmar su trono. ¡Si levanta Sus estandartes el rebelde duque; Si rompiendo los pactos Lusitania Sus quinas junta á la morisca luna, A su encuentro volemos, y mi lanza Cual si mi propio trono defendiera. La primera será! ¡La noble causa Que juro sostener, á Dios confio!.... 72 VENTURA DE LA VEGA ESCENA VIIL DICHOS, FRAY VICENTE FERRER, que sale de la iglesia, Fr. Vic. ¡y Dios la acepta, y la victoria os guardaf CoND. (iFray Vicente Ferrer! iOh, contratiempo!) Todos. ¡Padre! (hicUnándoseante él ) Fadr. Padre, llegad. Esa palabra, Alto don que del cielo recibisteis. Cuya elocuencia milagrosa es fama Que mueve á gentes de diversas lenguas,. Cual si en la suya propia les hablara. Suene en bien de Castilla, y poderosa Nuestra razón apoye. Fr. Vic. Será vana: Que donde no hay verdad no hay elocuencia^ Y esa razón que predicáis es falsa. CoND. ¿Falsa decís?.... Fadr. i La salvación del reino Sólo por tal camino se afianza!.... Fr. Vic. ¡Nunca por el camino del delito Ni hombres ni reinos salvación alcanzan? CoND. ¡Hijo del Túria sois!.... ¡Queréislo todo Para Aragón: para Castilla nada! Fr. Vig. Mi ley es la de Dios, mi patria el mundo. Dó la justicia está, mi voz la ensalza, Y dó la iniquidad mis ojos miran Allí impávido corro á contrastarla. i Vedme aquí, pues! ¡En vano vuestro intento Con mentiroso nombre se disfraza: . Razón de estado la llamáis vosotros. Mas ante Dios iniquidad se llama! (Al infante.) ¡Señor, cuya virtud en este dia Más alto que los tronos os levanta: Si desde esa grandeza verdadera No miráis con desden la pompa humana; DON FERNANDO EL DE ANTEQÜERA 73 Fern. COND. Fern. CoND. Fr. Vic. Fern. CIOND. Fern. CoND. Si os place descender de las alturas - De la humildad á las mezquinas gradas De un pobre trono de la tierra, un trono En galardón los cielos os preparan! ¡Dios os lo anuncia por mi voz! ¡Oidme! i Rendido al peso de la edad cansada Don Martin de Aragón ya comparece Al tribunal divino!.... De su hermana Doña Leonor sois hijo: él no los tiene, Y á vos, infante, su corona os guarda. jLa acepto, padre! Que en mis venas corre Sangre de reyes que á reinar me llama. ¡Yo ambiciono á mi frente una corona Legítima ceñir: nunca usurparla! ¿No sabéis que rivales poderosos La pretenden también? • La justa causa De mis derechos vencerá. Con orden Que al intento le di, junto al monarca Está Fernán Gutiérrez, que, en mi nombre» Los sabrá defender. jTambien se halla En Barcelona el ambicioso conde De ürgel, que audaz la sucesión reclama! Numerosos parciales le obedecen: Temed, señor, que al fin... No temáis nada. Los grandes de Aragón, siempre leales, El testamento de su rey acatan. jGomo vos, Condestable, el de mi hermano Debierais acatar! Señor, la patria ¡Vos, su testamentario! ¡Vos, su amigo!.... ¡Castilla es antes, y á su ruina marcha! ¡No por el de Aragón dejéis su trono! Castellano nacisteis; castellana Vuestra esposa nació; los hijos vuestros También en esta tierra infortunada 74 VENTURA DE LA VEGA Vieron la luz del sol, en esta tierra Que abandonáis á su desdicha... Fern. ¡Basta: Condestable, no másí — Mandad que al punto Se proclame á don Juan. ESCENA IX, DICHOS, UN ESCUDERO. EsCüD. Al regio alcázar. Con nuevas de Aragón, en este instante Fernán Gutiérrez de llegar acaba. Todos. ¡Fernán Gutiérrez! EsccD. De impaciencia lleno Por vos pregunta, y hacia aquí la planta Presuroso dirige. Fern. Andad: que venga, Que llegue. ( Váse el escudero.) Fu. Vic. ¡La virtud su promio alcanza! La nueva os trae que os anunció mi labio. CoND. ¡Y con ella la ruina de mi patria! ESCENA X. DICHOS, FERNÁN GUTIÉRREZ. Fernán Gutiérrez, apresurado T oul)ierto de polvo, dobla la rodilla ante don Fernando. Fern. Glt. Fern. 6üT. Fern. GOT. Fern. lÉl es! ¡Señor, Señor! Alzad. Don Martín de Aragón! i Ha muerto Por sucesor del reino? ¿Y á quién señala Á nadie. ¡Á nadiet DON FERNANDO EL DE ANTEQÜERA 75 Ck)ND. (Aparte á los grandes, qice se acercan á es- cuchar con interés.) iOid! , 6üT. A las diversas embajadas Que oyó el rey don Martin, y en que á la (herencia De su trono derechos se alegaban Por el conde de Urgcl, el de Gandía, Don Fadrique el bastardo^ el rey de Francia,. Y por vos, que con títulos mejores La sucesión pedíais, el monarca Con grave continente: ct Nadie, dijo, »Más derechos que el hijo de mi hermana »A mi corona tiene. Don Fernando, j» Infante de Castilla, se adelanta »Por más cercano parentesco á todos: i x)Esto me dicta la conciencia.» — Callan Al escíicharle, y se divulga al punto La resuelta elección. Los dias pasan, Y estando don Martin en Valldoncella, Monasterio cercano á las murallas De Barcelona, acometer se siente De dolencia mortal. La nueva infausta Los ánimos altera: al monastario Corren los conselleres con el ansia De recoger su voluntad postrera; En la celda penetran, y le hallan ." Desencajado, moribundo, dando El último suspiro, y con turbada Faz y altivo ademan junto á su lecho La condesa de Urgel. Todos. ¡Cielos! GüT. En alta Voz preguntan al rey: «Señor, decidnos, »¿A quién dejais el trono?» El rey callaba^ Y la condesa con agudos gritos, Moviéndole furiosa porque hablara, «¡Respondedles, decia, respondedles 76 VENTURA. DE LA VEGA »Qae á mi esposo elegís! ¡Soy vuestra her- (mana!» En vano fué: sus labios no se abrieron ¡Y en tan falal silencio rindió el alma! — Cunde la nueva: los diversos bandos Se empiezan á agitar. Mi voz reclama Vuesiro justo derecho... — De improviso Llega el conde de Urgel: corre á las armas £1 inmenso tropel de sus parciales^ Que acaudillan Cardonas y Moneadas, Y cediendo el derecho á la violencia ¡Rey de Aragón al conde se proclama! Todos. ¡Rey de Aragón! GuT. Con riesgo de la vida Logro salir de la ciudad. La marcha Apresurando á Zaragoza llego. ¡Igual tumulto allí! Por rey alzaban Los de Alagon y los de Luna al conde. ¡Y al arzobispo, que, la justa causa De los derechos vuestros defendía, ])ieron muerte sacrilega! — Con harta Pena á contaros el tremendo caso Vengo á Toledo, y al entrar, en plazas Y calles oigo muchedumbre inmensa De soldados y pueblo, que, con ansia. Me gritan al pasar: «¡Fernán Gutiérrez, » Venid! — ¡Castilla sus pendones alza «Por don Fernando el Quinto!» ¡Al escu- (charlos En regocijo mi delor se cambia, Y ya del conde y de Aragón me olvido, Y corro enagenado á vuestras plantas! CoND. Señor, en los sucesos de este mundo, Y no en preñados vaticinios, clara La voluntad de Dios se maniñesta: ¡Ved aquí su sentencia pronunciada! Esto es que el trono de Aragón os quita. Porque aceptar el de Castilla os manda. DON FERNANDO EL DE ANTEQÜERA 77 Fehn. jNo, Condestable! ¡Esto es más bien que el (cielo No me llama á reinar! Fr. Vic. ¡Esto es que osada La vanidad del hombre alzarse quiere A penetrar misterios que no alcanza! Una es siempre la senda que inflexible Nuestra propia conciencia nos señala: [ Sígala cada cual, sin quó le tuerza I De los sucesos la fortuna varia. Vuestra senda sabéis, yo sé la mia: i Sigámosla^ señor, con fé cristiana. — Os dejo aquí luchando valeroso Con la propia ambición, con las instancia» '( De un extraviado celo, tentaciones I Que á los mortales débiles halagan, Y yo parto á Aragón. Se alza un tirano Allí, y allí mi obligación me llama. ¡A su presencia iré, y en sus oidos Retumbará con hórridas palabras La maldición que, en nombre de los cielos^ Mi voz al fiero usurpador prepara! fjSe va por el foro.) É ESCENA XL DICHOS, menos FRAY VICBNTB. Fean. ¡Ah, la santa verdad mueve su labio! GuT. ¡Quizá la muerte en Aragón le aguarda: Que ese conde feroz y sus secuaces Ni á los ministros del Señor acatan! Feun. ¡y ese traidor le usurpa al hijo mió Un trono que era suyo! ¡Oh, negra infamiaf Mas él lo ha dicho. ¡Maldición eterna Sobre el usurpador los cielos lanzan! ¡No caerá sobre mi! CoND. ¿Quién ha pensado Jamás, señor, que sobre vos recaiga? ' 78 VENTURA DE LA VEGA Sabedlo todo, en fío: nuestra conciencia Con el borrón de usurpadores carga, Si hay en esto borrón. Lo que os pedimos. No es que usurpéis un trono con la espada: ¡Es que un trono ocupéis .. que está vacio! Fern. ¡Vacío el trono! ¿Qué decís? CloND. La planta Ya, señor, Diego López á Segovia Veloz encaminó, y allí se encarga De hacer, por orden mia, que á Inglaterra La reina viuda con sus hijos parta. Fern. ¡Traidor!.. CoND. Seré traidor. — ¡Subid al trono... ^ Y allí mandad que mi cabeza caiga! Fern. ¡Caerá! — Y el que obedezca de vosotros Y al punto en pos de Diego López salga A estorbar la traición, de Condestable El cargo heredará. Vos, Trastamara... Vos, Manrique... ¿Ninguno me obedece? • ¡Iré yo mismo con los hombres de armas! Fadr. Señor, ninguno os seguirá. Fern. ¡Ninguno!.... ¿Condestable, qué es esto? (Un faje se acerca al infante y le presen- ta la corona doblando la rodilla: todos le cercan.) ^ CoND. ' Á vuestras plantas Rodando la corona de Castilla Sin dueño está. Cien brazos se preparan A disputarse en intestinas lides Su ansiada posesión. ¡Señor, tomadla! ¡Tomadla vos 6 la veréis hundirse En un lago de sangre castellana! (Don Fernando contempla agitado la co- Fern. ¡Señor/ ¿Qué me ordenáis? DON FERNANDO EL DE ANTEQITERA 79 ESCENA XII. DICHOS, EL ESCUDERO. EsccJD. La reina llega. Todos. ¡La reina! CoND. ¿Qué decís? EscüD. Acompííñada Del Justicia mayor, que de Toledo Iba á salir cuando su alteza entraba. CoND. ¡Fatalidad!.... Fadr. ¡y no la ha detenido!.... Fern. ¡Me he salvado! EscüD. * Ilácia aquí mueve la planta Trayendo de la mano al tierno niño, Que ai lado suyo vacilante marcha. CoND. ¿Y el pueblo? ¿Y los soldados? £scc7D. Con adustos Ojos la miran, la abren paso, y callan. •CoND. (Al infante.) ¿Lo oís? El voto general se muestra. No hagáis que ese silencio que ora guardan Se trueque en desacato. Yo á su encuentro Voy á salir: la llegaré al alcázar... Fern. ¡Condestable, escuchad! CoND. Señor... Fern. (Aparte á Lávalos.) ¡Soy padre! jNo tentéis mi virtud! (Dirígese rápidamente al foro y desapa- rece por el claustro, seguido de Pernun Gutiérrez.) Fadr. ¡No hiy ya esperanza! €oND. Sí: que el amor de padre ha despertado La ambición en.su pecho. Sólo falta Quo el trono esté vacío. Fadr. ¿Y de qué suerte?.. 0>ND. La reina es débil, y á sus hijos ama Con delirio también: no desmayemos. 80 VENXrRA DE LA VEGA El riesgo que inminente amenazaba De que á Aragón partiese don Fernando Desvanecido está. Ya con más calma Al concertado fin marchar podemos. Fadr. i Ya se acercan aquí! GoND. ¡No temáis nada! ESCENA Xm. DICHOS, LA REINA, IX)N FERNANDO, DON DIEGO, EL NIÑO REY^ FERNÁN GUTIÉRREZ, DAMAS. La reina, de luto, trae de la mano al niño don Juan: dos damas, también de luto, la siguen.. Reina. Antes de buscar rgposo En el templo quise entrar, Y al Dios del cielo rogar Por el alma de mi esposo. ¡Aquí yace, hijo querido, £1 padre que te dio el ser: Tú no puedes conocer. Tierna flor, lo que has perdido! Ignóralo, ya que Dios A esa edad penas te envia: Yo tengo llanto, alma mia. Para llorar por los dos. ¡Mas, ay! Respira, que el cielo Su rigor depone ya, Y bondadoso nos da Junto á la pena el consuelo. Pues no bien á los umbrales Del santo templo llegamos, Donde de un padre buscamos Los despojos funerales, Guando Dios, en su bondad, Consuela á tu triste madre Dándote un segundo padre Que te ampare en tu horfandad. Fean. Como noble y como hermano Contad, señora, conmigo. DON FERNANDO Eti DE ANTEQUERA 81 Beina. ¡De vuestra sombra el abri^^^^ No TÍne buscando en rano! Y vosotros, caballeros, Que cual vasallos de ley Lloráis la muerte del rey Con semblantes lastimeros, La gratitud aceptad De mi maternal cariño, Y acoged al tierno niño Que fio á vuestra lealtad. — No bien la infausta noticia Llegó veloz á mi oido, Que siempre más ha corrido La infausta que la propicia, Con la prenda de mi amor Dejé á Segovia angustiada, Y de Toledo á la entrada Hallé al Justicia major. Que, en nombre vuestro sin duda, Iba á buscarme, y turbado Por el dolor, no ha acertado A hablar á la triste viuda. ¡Y el pueblo, al verme pasar. Con su silencio mostraba Que mi presencia doblaba Su tristeza y su pesar! Vedle, en fin: aquí tenéis Este vastago real. Que en el trono paternal Hoy mismo colocaréis. Ya he visto que vuestro amor Alzó el tablado en que debe Por rey proclamarse en breve De mi esposo al sucesor. iDios te conserve, hijo amado. Feliz como yo le pido! ¡Dios bendiga ¡oh, rey querido! Los años de tu reinado! TOMO VIH 8'2 VENTURA DE LA VEGA Fern. Condestable, el rey, mi hermano, A vos el fiel cumplimiento Legó de su testamento. Su precepto soberano Leed, pues juntos aquí Su viuda y su hijo están. CoND. Vuestros deseos serán Satisfechos. Dice asi: {Leyendo.) «En el nombre de Dios, ordeno y mando: Que hasta que el príncipe don Juan, mi hijo, haya edad de catorce años cumplidos, sean regidores y gobernadores de sus reinos y señoríos la reina (foña Catalina, mi mujer, y el infante don Fernando, mi hermano, ambos á dos juntamente.» Reina. íA mí! \k una débil mujer Gobernar el reino encarga! No: con tan pesada carga Mis hombros no han de poder. Vos, hermano, en nombre mió. Vos, de altas prendas dotado. Gobernad solo el estado: Yo mi derecho os confío. Si alguna vez interviene, El poder que me da el rey Será cuando dura ley Derramar sangre os ordene. Fern. Ya lo oís. En mi persona Cede su derecho todo: Yo gobierno de igual modo Que ciñendo la corona. ¡Procuradores! La guerra. En nombre de mi sobrino, Declaro al rey granadino. Que ha invadido nuestra tierra. Y para salir al punto * A batallar con el moro pr DON FERNANDO Eh DE ANTEQÜERA 83 Os pido el millón en oro Que dabais al rey difunto. 3iYá Castilla A don Fernando queréis: Eu la herencia de aquel trono Mi competidor es é\: Coronadle antes que el fallo Los jueces dé Caspe den, Y, ya sin rival, es mió El imperio aragonés. CoND. A la reina voy á hablar: No hay tiempo ya que perder. Uagel. ¿Qué intentáis? CoND. Que con su hijo Parta á Inglaterra. . . ÜRGEL. i Tened! Esa medida no os salva. CoND. ¿Por qué? ÜRGEL. Porque si á ceder El infante se negase Volver los hará otra vez. — Para obligarle, es forzoso Que el niño don Juan esté Fuera de su alcance. CoND. ¿Dónde? ÜRGEL. Condestable, en mi poder. (^ND. ¿En el vuestro? ÜRGEL. ¡Sí: en el mió! — Qué, ¿dudáis? CoND. ¡Conde de ürgel Yo os conozco, y ese niño ' » DON FEKNANDO EL DE ANTEQüEHA 97 ÜKGEL COND. ÜKGEL. COND. Ubgel. CoND. ÜHGEL. CoND. ÜHGEL. CoND. EsCüD. COND. Es hijo, al fin, de mi rey? ¿Sospecháis?... Y con razón. iViveDiosf ¡Osado!... . yue estáis, conde, en el alcázar De Toledo, y que os perdeisf— Templaos, y decid. ¿Qué prenda Nos dais de que el niño esté. No solamente al abrigo De un atentado cruel. Sino honrado, cual merece Su alta cuna? Mi interés. No lo rechazo: espHcaos. Ya que no basta la fé De mi palabra y la sangre Real que anima mi ser... De vuestro interés habladme. ¿Pues claramente no veis Oue,jw)nservando en rehenes Al niño don Juan, podré Contener de don Fernando La ambición sí alguna vez Sus derechos á mi trono Intentara sostener? Cierto.— ¡Me basta la prenda! ¡Hola! ESCENA VIL DICHOS, EL ESCUDERO, Señor. Disponed De orden mia que en Toledo A nadie entrada se dé Si es que viene de Aragón. Andad. TOMO VIII ! 98 ventüha de la vega ESCENA VIII. ^ KL CJONDESTABLE, BL CONDE. CoND. Conviene tener Oculta vuestra llegada Y las nuevas que traéis, Porque á oidos del infante No lleguen hasta después. ¿Nadie aquí os conoce? ÜHGEL. Nadie Conoce al conde de Urgel Sino vos. CoND. Pues aguardad. (Birigese á la puerta de la derecha.) ¡Há del alcázar: Paje. (Dewtro,) ¿Quién es? CoND. El Condestable. (Ábrese la jmerta y aparece el paje.) A Diego López, doncel. Que para asunto que importa Aquí le aguardo. (Retírase el paje, cerrando.) (Al conde.) ¿Traéis Gentes de armas de Aragón? ÜAGEL. Corto escuadrón, pero fiel, Me acompaña, que emboscado Cerca del muro dejé. CoND. Pues cuando á partir vayáis Haré que aviso le den De que al alcázar se acerque^ Y esa escolta llevareis. DON FERNANDO EL DE ANTEQÜERA 99 ESCENA IX. DON DIEGO, EL CONDESTABLE, EL CONDE. Ábrese la puerta dft la derecha, y salo por ella don Diego» COND. Diego. COND. Diego. COND. Diego. COND. Dibgo. COND. Diego. CoND. Diego. 0>%D. Don Diego, oíd. — Aunque nada Hemos hablado hasta ahora Desde que está á vuestro cargo Del principe la custodia, No imaginéis que los grandes Aquel proyecto abandonan. ¿De qué proyecto me habláis? Muy flaco sois de memoria. ¿No os acordáis de aquel dia Que partisteis á Segovia?.... Sí, me acuerdo. ¿Y á qué fuisteis? A custodiar la persona De mi rey, y hasta Toledo Conducirle y darle escolta. ¡Don Diego í A eso fui. ¿Yámí Me lo decís? Y es notoria En Castilla la lealtad De que mi pecho blasona* ¡Viven los cielos! ¡Don Diego!..*. (Yéndose.) Si no mandáis otra cosa ¡Oid, esperad í.... ¿Qué es esto?....- Mas ya lo comprendo. Qs sobra Razón. Perdonad, don Diego; Mia fué la culpa toda, Pues conociendo años há La prudencia que os adorna, Antes de hablar olvidé Deciros qué nada importa 100 VENTURA. DE LA VEGA Diego. COND. Diego. GOND. Diego. CoND. Diego. GOND. Diego. Que el caballero que veis ^ (Señalando al conde.) De nuestros planes se imponga. ¡Yo, Condestable, no temo Que el mundo entero me oiga ! Bien está; pero repito Que hablar podéis sin zozobra: Es un noble aragonés, A quien su rey comisiona Para que al niño don Juan Allá conduzca y le ponga En su poder. ¡Cómo! ¿Al niño Que guardo yo? — Sabedora Del caso será la reina, Y ella y el infante en forma Me autorizarán La reina Y don Fernando lo ignoran. Mas urge el tiempo, y es fuerza Hoy mismo acabar la obra. La reina^ viendo partir Al hijo que tanto adora, Le seguirá sin remedio; Y al ver que el trono abandonan Lo aceptará don Fernando. Entregadnos sin demora Al príncipe, y ¡Condestable, Vuestro juicio se trastorna! ¿Yo traidor al niño rey Y á la reina mi señora?.... ¡Don Diego! ¡En nombre del rey Don Enrique, que está en gloria^ Soy guardador de su hijo! ¿Y la palabra?.... Esta honra .t: DON FERNANDO EL DE ANTEQUERA ' 101 0)ND. Diego. €0ND. Urgel. Diego. ÜRGEL. Diego. ÜRGEL. Diego» COND. ÜRGEL. COND. Diego. ÜRGEL, Nuevos deberes me impone. ¿Y no es bien que se anteponga £1 de salvar á Castilla?.... A mi tan sólo me toca Guardar al rey, y á mi lado Lo guardaré á toda costa. jVive Dios que ya os entiendo!.... ¡Y vive Dios que me enoja La paciencia que gastáis! Si de grado no os lo otorga, Entrad por él, y escusad Tantas palabras ociosas. Veremos si el Condestable A ese atentado se arroja. Si el Condestable vacila, Entraré yo mismo. ¡Hola! fA la voz de don Diego aparecen lumbres de armas guardando ta puerta.) Ya veis que mis ballesteros Ese recinto custodian. Mi espada se abrirá paso (Pone maTio á la espada. El Gondestábh le contiene.) ¡Guardias! ¡Tened, no nos oigan! Con violencia nada hacemos. Idos, y dejadme á solas Con él. Pero es fuerza hoy mismo Hoy nuestro intento se logra. Yo respondo. Será en vano. ¡Si dentro de breves horas No le entregas, viejo imbécil. Vendré por él en persona, Y aunque huelle tu cadáver Te lo arrancará mi cólera! 1 102 TENTlllVA DE LA VEGA CoND. Idos, que la reina sale. (El conde de Urgel se cala la visera y se va.) ESCENA X. DON DIEGO, BL CONDESTABLE, LA RBCíA. Reina. ¿Ni en la estancia silenciosa Donde llorando mi duelo Vivo retirada y sola Dejareis de importunarme? ¿Quién estas voces provoca? ¿Qué hacéis á la puerta vos De la estancia donde mora Mi hijo? Y ese guerrero Que con planta presurosa Se aleja al verme^ ¿quién es? Diego. Sea quien fuere, señora, Don Diego López aquí Al niño don Juan custodia Y á nadie lo entregará. Reina. ¡Entregarlo! Diego. Desde ahora Libre entrada en su aposento Concedo jpero á vos sola! (Entrase en el cuarto de la derecha.) ESCENA XL BL CONDESTABLE, LA REINA. GoND. (Yo daré en tierra, villano, Con tu fingida lealtad.) Reina. ¡Cielos! ¿Qué he oido? Aclarad, Condestable, aqueste arcano. CoNDi A demandaros audiencia Cien veces aqui he llegado, Y nunca os habéis dignado Darme de hablaros licenciai DON FERNANDO EL DE ANTEQÜERA 103 Reina. ¿Qué queréis? ¡La pena, el llanto Engendran temores^ tales ! . . . . ¡Y hasta palabras fatales Que resuenan con espanto? Jurara yo que aquí ahora No sé qué don Diego dijo De entregaros á mi hijo jYed qué ilusión! 4... GoND. Sí, señora. Reina . ¡ Cómo ! . . . . ¿Es cierto? CoND. Si^ por Dios. Reina. ¿Y para qué habéis tratado De arrancarlo de su lado? CoND. Para entregároslo á vos. Reina. ¡Cielos!.... ¿Es posible?.... ¡A míf.... ¿Y él se niega á vuestro intento? CoND. Ya sabéis que el testamento Le manda guardarlo. Reina. jAh, sí! CoND. ¿Y vos, pena muy amarga Tendréis separada de él? Reina. ¡Ah, no hay pena más cruel! CoND. ¡Y separación tan larga! Yo cumplí mi obligación Poniendo el niño en su mano. No me tachéis de inhumano: Comprendo vuestra aflicción, Y cual madre tierna creo Que por llegarle á abrazar Daríais sin vacilar Reina. ¡Cuanto en el mundo poseo! Mas no será menester: Puesto que hoy á vuestro ruego Ceder no quiere don Diego, Yo le obligaré á ceder. CoND. ¿De qué modo? Reina . (Saca^ndo %% pergamino,) En este escrito. 104 VENTURA DE LA VEGA Ck>NB. Reina. COND. Reina. COND. Reina. COND. Reina. Cond. Reina. Cond. Reina. Cond. Reina. Cond. Que de mi mano he trazado, Por nulo doy lo mandado. La guarda del rey le quito; Y, por ser su madre, á mí Me declaro guardadora. Mirad. (Se lo entrega.) Observo, señora. Que falta una firma aquí. ¿La del infante? Así es: El poder es de los dos. pues bien, Condestable, vos Que mostráis tanto interés Por esta madre infelice. Enviádselo al instante. No tardéis, y que el infante Con su firma lo autorice. Dudo que para anular De su hermano el testamento Preste su consentimiento. ¡Oh, Dios! ¿Yá quién apelar? Si al hijo vuestro queréis Con ese afecto tan puro... ¿Lo dudáis? Pues bien, yo os juro Que en los brazos lo tendréis. La empresa á mi cargo tomo. ¿Vos? Sí: que poder me asiste. ¿Cuándo será? En vos consiste Que sea ahora mismo. ¿Cómo? Dedicando vuestro amor Á su dicha, á su reposo: Haciéndole venturoso. Que es la grandeza mayor. BON FERNANDO EL DE ANTEQÜERA 105 Reína. €0ND. Reina. €OND. Reina. €k)ND. Reina. COND. ¿Pues qué otro objeto ambiciono? Es que con todo ese afán No haréis feliz á don Juan Si le hacéis subir al trono. ¿Y qué he de hacer, Santo Dios? Salvarle del riesgo ahora. ¿Cómo? Marchándoos, señora, Con él do Castilla tos. ¡Cielos! De la corte ausente. Siempre retirada allá, Vos ignoráis — ¡Ojalá Lo ignoréis eternamente! — Las zozobras, los cuidados Que rodean sin cesar Al que se atreve á reioár. Doy que los moros lanzados, Que sujeto Portugal, El principe, sin tener Estranjeros que temer. Empuñe el cetro real. No es el estranjero encono BV peligro que le amaga: En Castilla está la plaga Que ha de socavar su tropo. Pondrán á su arrojo grillos, Burlarán sus esperanzas Prelados que mandan lanzas, Grandes que tienen castillos. Si es blando, dulce y humano Ha de ser de ellos juguete; Y si mandar se promete Tendrá que hacerse tirano. ¡Mandar don Pedro intentó, Y fué tirano y cruel, Y ya sabéis en Montiel De qué manera acabó! 106 VENTDJUi DE LA VEGA Reina. ¡Ay! (Aterrada.) GoND. jEa cambio el rey difunto^ Que fué bondadoso y blando. Sufrió desaires, llegando Su humillación á tal punto Que hasta el sustento por fin Hubo de faltarle un dia. Mientras ellos á porfía Se holgaban en un festín! ¿Queréis que en tanto baldón El hijo vuestro se vea? ¿Que rey en el nombre sea? ¿Es esa vuestra ambición? Marchad, señora, marchad, Y dejad que el cetro tome Uno que á los grandes dome. . . Reina. ¿Quién? GoND. ¡El infante! Reina. ¡Oh, maldad! CoND. ¡Lo demanda el reino entero, Y yo, hincando la rodilla. De vuestro amor á Castilla Este sacrificio espero! Reina. ¡Alzad, alzad! — ¡Dios eterno, * Cumpliéronse mis temores! ¿Asi perseguís, traidores, Á una madre, á un niño tierno?.... CoND. ¡No es traidor el que aquí veis! ^ ¡El que os demanda de hinojos Con lágrimas de sus ojos Que os salvéis y nos salvéis! Reina. ¡Alzad, alzad!.... ¡Ya penetro Hasta el fomlo el negro arcano!,.. ¡Y es el infante, es mi hermano Quien roba á mi hijo el cetro! CoND. (jSe pone en pié,) ¿Qué decís?.... Reina* ¡Sí: de mi lado r* DON FERNANDO EL DE ANTEQUERA 107 Le aleja el remordimiento, Y os hace á vos instrumento De este feroz atentado! CoND. ¡Señora, yo fui testigo De su tenaz resistencia! Reina. jPor eso huyó mi presencia! CoND. Por eso. Reina. iVos sois su amigo, Y en vano estáis procurando Oscurecer su traición: Que mi leal corazón Ya me la estaba anunciando! jAh, si! Desde aquel instante Que separada me vi Del hijo mió, y aquí Sola me dejó el infante. No sé qué secreto horror En mi corazón sentia, Que cuantos rostros veía Me llenaban de terror; Y en esa estancia encerrada, Donde mi espanto crecia Con la soledad sombría De esta lóbrega morada, Se agolparon de repente A mi exaltada memoria Recuerdos de aquella historia Que en mi niñez inocente A mi tierna madre oí. De Gastillia la arrojaron, Y al rey su padre mataron ¡Y fueron los grandes, sí! jY un infante era también £1 jefe de aquella hazaña! CoND. ¿Semejanza tan estraña Por qué vuestros ojos ven? Reina. Porque de nuestros mayores Pesa en nosotros la ley: í 108 VENTURA. DE L\ VEGA GOND. Beina. COND. Reina. CoND. Reina. CoND. Reina. CoND. Reina. COND. Reina. COND. Reina. COND. Yodesciendo ifi aquel rej ¡Y vos de aquellos traidoresf Caiga vuestro enojo en mi, Traidor llamadme en buen hora; |Mas por vuestro bien, señora, Mvirchad al punto de aqui! ¡Nunca! iJamás! — ¡Justo Dios! ¡Yo á mi hijo destronar!.... ¿No queréis con él marchar?.... Pues él marchará sin vos. ¿Qué decís?.... ¡Sin mí! Es urgente: Hoy partirá de Toledo. ¿Pensáis que me infunde miedo Esa amenaza impotente? Si vos faltáis al honor Y á la fé de buen vasallo No imaginéis que me hallo Sin un leal defensor. ¿Quién, señora? El que antes dijo Que era sordo á vuestro ruego. ¿Don Diego, decís? ¡Don Diego, Que no entregará á mi hijo! ¡Vana ilusión os ofusca! Ese leal caballero Sabéis que fué el mensajero Que marchaba 6n vuestra busca., A traerme No, señora: Iba á alejaros do aqui. ¿Cómo?.... Pues ahora... Otro es su interés ahora. Como guardador conña Que logrará del rey niño Ir conquistando el cariño Sí: DON FfiANANDO EL DE ANTEQDEAA 109 Y ser su valido un dia* Reina. Pues lealtad ó interés sea £1 lo guardará. GoND. Quizá. Y decid: ¿lo guardará. Señora, cuando esto lea? {Mostrando el escrito qm le dio la reina J Reina. ¡Cómo! ¿Intentáis?... GoND. Todo entero Escrito de vuestra mano. Reina. Lo revocaré. GoND, Es en vano. El pensamiento primero De despojarlo aquí está: Y aunque lo*anuleis ahora, Tarde 6 temprano, señora. Que se ha de cumplir verá. Y pues en don Diego es fijo Que obra sólo el interés, Leerá este escrito, y después Entregará á vuestro hijo. Reina. ¿Conque no hay uno siquiera. No hay uno que guarde fé?.... ¡Partiré, sí, partiré... Y ojalá nunca viniera! ¡Hijo, huyamos de este suelo. Huyamos de este recinto En sangre de reyes tinto!.... Abandónales sin duelo Un trono de maldición A esos nobles ricos hombres ¡Que cubren con altos nombres La infamia del corazón! CoND. ¿Partiréis? Reina. Al punto, sí: Que mientras con vos esté Por mi hijo temblaré: ¡Salgamos pronto de aquí! lio VENTORA DE L.1 VEGA. doND. La paz á Castilla dais, Y aunque el sacriñcio os cueste... (Algazara dentro y gritos de viva el in- fante,) Reina. ¡Cielos! ¿Qué tumulto es éste?.... ¿Quién viene? CoND. Nada temáis. ESCENA XII. DICHOS, FBRNAN GUTIÉRREZ, SOLDADOS. Cuatro guerreros si- gaen á Fernán Gutiérrez, y se quedan en el fonao, caladaa las viseras. GüT. ¡Victoria por don Fernando! CoND. ¡Fernán Gutiérrez! GüT. ¡Oh, reina! Á vuestras plantas me envia ' £1 infante con la nueva. Reina. Y el infante ¿dónde está? GoT. ¡Rayo del cielo es su diestra! Al primer encuentro rompe Del moro la hueste inmensa. Lanzándola desbandada Hasta el fondo de sus tierras. De Antequera á las murallas Triunfante y rápido llega, Y las escalas arrima, Y las lombardas asesta. Da el asalto, sube al muro, Los defensores se entregan» Y al verle alzar el pendón De Santiago en las almenas Grita el ejército: «¡Viva •Don Fernando de Antequera!» r: CoND. ¡Dios le protege y le guarda Para mayores empresas! Otro titulo más alto w DON FERNANDO EL DK ANTEQüERA 11 i Hoy en Castilla le espera: La reina, Fernán Gutiérrez, Qae admira sus nobles prendas. Con resolución magnánima Cede al infante la herencia De su hijo, y esta noche Los dos á Toledo dejan. Beina. ¿Esta noche? (jOh, cielo!) OoND. (Dirigiéndose á la reina.) Y vos. En quien de vanas grandezas Triunfa el maternal amor. Entrad en la estancia regia: Y cuando del hijo amado Gocéis las caricias tiernas. Veréis que no vale un trono Privarse de su presencia. (Acércase á la puerta de la derecha.) ¡Hola!-^Adon Diego llamad. Reina. (jEsto es hecho! No me queda Otro recurso. — ¡Capaces Serán de traición más negra Si yo resisto!....) (Él Condestable, después de hablar con don Diego ^ que se ha presentado en la puerta, hace ademan á la reina de qtce pase. La reina esclama entrando apresu- rada.) iHijo mió! ESCENA XIIL JBL CONDESTABLE, DON DIEGO, FERNÁN GUTIÉRREZ), SOLDA- DOS. Don Diego va á seg^air 6 la reina. Ck>T«D. ¡Don Diego! Diego. ¡Voy con la reina! CoND. Dos palabras nada más. . . 112 V£!qTUIlA DE LA VEGA Diego. No puedo. CoND. Que os interesan. Diego. (Deteniéndose,) ¿A mí? Ck)ND» Á vos más que á ninguno. Diego. Decid pronto. CoND. Con reserva. — ¿Lo habéis pensado mejor? Diego. ¡Yo no pienso cuando median El deber y la lealtad! Coi«D. ¿Volvéis otra vez al tema? Diego. Mi conciencia no permite CoND. ¿Á mi, don Diego, con esas? Sabéis que os conozco bien: Con que dejaos de conciencia Y el móvil da esa mudanza Esplicadme con franqueza. ¡Risa me da la preguntal — Y á vos, ¿qué móvil os lleva Á coronar al infante? A mi Ya sé la respuesta. ¡Decís que el bien de la patriaf Otra razón es la vuestra: Ayo del infante fuisteis. Se ha criado en vuestra escuela, Su valido sois, y es claro Que, si á coronarse llega^ Seréis valido del rey. CoND. ¡Ya entiendo! ¿Esa misma idea Tenéis con el niño vos?.... Diego. Quiero seguir vuestra regla. CoND. ¡Acab:irais do una vez! Si otro temor no os arredra Más que el de perder la guarda Del niño, no os cause pena. Diego* ¿Por qué? CoND. Porque eso, don Diego, Diego. GOND. Diego. DON FERNANDO EL DE ANTEQUERA 113 \ Será de todas maneras. Diego. ¿Cómo? COND. Sí. Diego. jPerderla! ¿Y quién Me la ha de quitar? CoND. jLa reina! Diego. ¿La reina? 0>ND. Leed. fLe da el pergamino.) Diego. i Qué miro! CoND. Todo de su puño y letra. Ella á marchar de Castilla Con su hijo está resuelta. Si bien á bien le entregáis Ño revelará mi lengua Que de vendernos tratabais; Pero si hacéis resistencia, Y dais con ello lugar Á que don Fernando vuelva Y nuestro plan desbarate, Este escrito os manifiesta Que la madre os quitará La guarda del niño. Y cuenta, Que haberla ayudado ahora Nos os valdrá luego con ella, . Porque ya sabe que antes También do los nuestros erais: Y al que ha servido á dos bandos En ninguno se le aprecia. ¿Qué decís? Diego. ¿Qué he de decir? Bien sabéis que, en mi conciencia, De vuestra opinión he sido. Si he obrado de otra manera Es porque el deber en mí » Siempre ha tenido gran fuerza. — Pero, en fin^ ya que, á Dios gracias. La reina misma desea Lo que todos deseamos TOMO vni 8 114 VENTURA DE LA VEGA Pronto estoj á obedecerla. G)ND. ¡Esamano! Diego. Vuestro soy. CoND. Fernán Gutiérrez, ya quedan Los obstáculos vencidos: Don Diego al príncipe entrega. Esta noche aquí los grandes Juntaré, y en su presencia Firmará la reina el acta De abdicación. La litera Real vendrá con sigilo Porque el pueblo nada entienda: Saldrán esta noche entrambos, Y cuando el día amanezca Por don Fernando alzaremos Pendones. Vos á Autequera Partís, y á vuestra llegada Hacéis qne cunda la nueva, Que el ejército lo aclame, Y en pos vuestro con presteza Iremos los grandes todos Á llevarle la diadema. Diego. ¡Todos, sí! GoND. Sigilo. — Pronto Volveré. — Por lo que pueda Suceder... no quiero yo Perder de vista á la reina. ESCENA XIV. DON DIEGO, FERNATQ GUTIÉRREZ, GUBRRERO^, Diego. ¡Silencioso estáis! ¿Qué es esto? ¡Vos, á quien sin duda esperan Grandes dones en albricias De ese mensaje, con muestras De pesar, Fernán Gutiérrez, Escucháis la elección nuestra! 6üT. ¡De pesar! ¿Estáis en vos? :ii DON FERNANDO EL DE ANTEQÜERA 115 Diego. GüEA. Diego. Fern. Diego. Fern. Diego. Fern. \ ¡Si en mi poder estuviera, No de Castilla, del mundo Le hiciera rey! Altas prendas. Dignas del trono, le adornan, Y yo, que en reconocerlas Soy el primero, por fin He consentido en la empresa. Porque ya veis Del recinto En que custoiio á su alteza Con hombres ie armas seguros Guardadas tengo las puertas, Y en vano al niño intentaran Arrancarme con violencia; Mas como el bien de Castilla Tal sacrificio me ordena Resuelto estoy á entregarlo. ¡Y cuando el infante sepa Que á mi me ha debido el trono!.... fUno de los cuatro guerreros ha ido acer- cándose y dice en voz baja á don Diego.) ¡Te hará cortar la cabeza! (Álzase la visera: es don Fernando J ¿C<5mo? ¿Qué?.... ¡Oh, Dios! ¡El infante! ¡Silencio! ¡Señor!.... Si entregas Al príncipe, y yo soy rey. Ya sabes lo que te espera. Pues ¡cómo!.... ¿Os negáis?.... ¡Silencio! Entra al punto y di á la reina Que en este instante, aquí mismo, Hay quien hablarla desea. Y advierte que, aunque me has visto, No me has visto. — Marcha apriesa. fDon Diego, turbado y trémulo, se r>a por la derecha.) 116 VENTURA DE LA VEGA ESCENA XV. DON FERNANDO, FERNÁN OUTIERREZ, GUBRRERO?. Fean. ¡a tiempo, Fernán Gutiérrez, Llegamos por dicha nuestra! ¡Dios me ha inspirado! — Si tardo Un día más la violencia Se consuma. GüT. lY todavía Quién sabe si á contenerla Bastareis! Los grandes quieren Llevar á cabo la empresa Esta misma noche. £1 ayo Del rey es débil; la reina. Más débil aún, consiente En ausentarse; las fuerzas 8ue esperáis^ ó no vendrán» vendrán tarde Fbrn. No creas Que fray Vicente Ferrer Mi mensaje desatienda. GoT. ¿Y si no llegó á sus manos? ¿Y si la alevosa diestra Que dio muerte al arzobispo También en él se ensangrienta? ¿Qué haréis solo contra tantos? ¿Qué arbitrio entonces os queda? Fekn. ¿Qué es esto, señor? ¿Los tronos Que colocaste en la tierra A merced de sus vasallos Asi abandonados dejas? ¿No es tu voluntad divina, No es tu omnipotente diestra. Sino el mundano interés De pasiones turbulentas Quien alza y hunde á su antojo Reyes que en tu nombre reinan? r »' DON FERNANDO EL DE ANTEQÜERA 117 GoT. Quizá es voluntad del cielo: Lo pide Castilla entera. ¡Voz del pueblo es voz d,e Dios! Fern. Aunque lo pida, aunque sea Conveniente al bien del reino Que yo á sus histancías ceda, . De más provecho será Dejar á las venideras Edades esta lección. No quiero que un tiempo venga £n quej su ambición dorando Con mentidas apariencias, Príncipes usurpadores Invocar mi ejemplo puedan. ¡No ha de ser, viven los cielos! — Y pues mis derechos huellan Los rebeldes de Aragón, Y á un usurpador elevan A aquel trono que era mió. Este, que la Providencia Bajo ral amparo coloca. No pasará por la afrenia De sufrir de sus vasallos La vergonzosa tutela. 'DO y VERTÍAN OUTIBKREZ, que salen por la galería izquierda. DiEGO^ iSeñor!.... ¡Van á dar las doce!.... Y vendrán, y yo no sé Qué responder á esos hombres Cuando el niñomo reclamen... Fern. Lo que el deber os impone. Que sois guardador del rey, Y que vuestro honor responde De su trono. Diego. Y si la reina, Que en partir está conforme, Pretendo entrar, ¿lo diré Que os he entregado esta noche Su hijo, y que vos lo habéis Ocultado... no sé dónde? Fern. ¡Si tal decís, si se sabe Que estoy en Toledo, pobre De vos! Diego. Puesto que á la reina No me dejais que la informe De que os llevasteis el niño, ¿Tenéis, señor, intenciones De aceptar, por fin, el trono? Fern. Don Diego, nada os importe Lo que yo he de hacer. Andad, Y no olvidéis esta orden: La puerta de ese aposento Custodiar os corresponde De modo que todos ellos, Y aun la misma reina, ignoren Que ya el niño no está allí. Diego. Pero, ¿y si entrar se proponen A la fuerza? Fern. Ballesteros DON FERNANDO EL DE ANTEQÜERA 129 Diego. Feun. Diego. Fern. GUT. Fern. GOT. Fern. GüT. Tenéis que la entrada estorben. Y si trajeren los suyos, ¿Qué hago? Morir como noble. (¡Nunca de mí se acordara El buen rey, que de Dios goce!) (Se entra muy tmbado por la puerta m ta izquierda.) ESCENA III. DON FERNANDO, FERNÁN GÜTIEREBZ. ¿Con que podemos fiar En ese alcaide? Es mi deudo: Nadie puede suponer Que escondido en su aposento El niño don Juan está; Y el alcaide, yo os prometo Que antes perderá la vida Que revelarlo. ¡Estoy viendo Tales cosas en Castilla, Fernán Gutiérrez, que pienso ¡Vive Dios! que á responder De mí mismo no me atrevo! ¡Confuso os miro, señor! Con misterioso silencio Me mandáis que os acompañe, Y de poder de don Diego Sacáis á vuestro sobrino Para ocultarlo de nuevo En esa secreta estancia, Y me calláis vuestro intento. ¿Dudareis también de mi? ¡No! Ya sabéis que son vuestros Mi voluntad y mi brazo. TOMO vm 130 tentijua de la vega ¿Qué queréis? ¿Que proclamemos A don Juan?--Conlad conmigo. ¿Queréis empuñar el cetro? Contad conmigo también. Fern. ¡Lo sé! — Y á vos, compañero Inseparable y amigo, Que desde mis años tiernos Juez de mis acciones todas Y hasta de mis pensamientos Constantemente habéis sido, A vos revelaros puedo La lucha terrible^ atroz. Que está trabada en mi pecho. — Fernán Gutiérrez, vos sois Testigo de mis esfuerzos Por conservar la corona Al legítimo heredero. Á la amotinada hueste Sabéis que impuse silencio Y alejé de aquí; sabéis Que por instantes espero Gentes de armas de Aragón... GoT. ¿Que ya tardan!... Fern. ¡Bien lo veo! — Sabéis que, en tanto que llegan, Aquí he venido encubierto A velar por mi sobrino, A defender sus derechos. ¡Y, en fin, sabéis que mi mente Nunca manchó el vil proyecto De traidora usurpación! GüT. ¡Ah, señor!... Fern. Pues bien; yo siento En mi interior una voz Que me turba. — ¿Es voz del cielo Que mis sentidos despierta Y de su círculo estrecho Lo3 eleva á otra región BON FERNANDO EL DE ANTEQUERA 131 De más altos pensamientos?... ¿Ó es voz del infierno acaso Que con sones halagüeños Quiefé atraerme al abismo?. . . ¡No sé!... iNo sé!... — Pero es cierto Que más alto cada vez Me está gritando aquí dentro: »iTú de virtudes privadas »Vas á dar un alto ejemplo! •¿Pero acaso las virtudes »Quc Dios á un principe ha impuesto »Son las mismas que á un vasallo? »¡No: que tu deber primero •Es atender á Castilla, •Aunque tengas'para hacerlo •Que inmolar tu rectitud •A la salvación del reino!» — Esto escucho. — 'GüT. ¿Y vos, señor?... Fern. Yo, Hernando, vacilo y tiemblo. — Para salvar á Castilla, ¿Qué apoyo hallar me prometo En esa infeliz mujer Que ha de partir el gobierno Conmigo? — Ya la habéis visto Tímida, débil, cediendo Á las más levo amenaza. Visteis también el empeño Con que estorbar intentó Que saliese de Toledo Contra el ejército infiel. Negando su asentimiento Para pedir á las Cortés El servicio, y permitiendo Que yo de mis propias rentas Sustentase á los guerreros. ¿Y he de gobernar así, Ó he de abandonar el puesto. 132 V£IfTDAA DE LA VEGA Y ver impasible hundirse El trono de mis abuelos?... 6i7T. ¡Razón tenéis! — Y pues ya Vuestro designio penetro. Diré á los grandes... Fean. ¡Tened! — GoT. ¿Dudáis? Feiln. Es que al propio tiempo Allá en el fondo del alma Otra Toz eii ronco acento Me repite sin descanso: «¡usurpador!» — ¡Y es el eco De la voz de fray Vicente, Que desde el cercano reino De Aragón ya me parece Que está en mi mente leyendo, Y que lanza sobre mi La maldición de los cielos! 6i3T. Pues si aún vaciláis, señor, ¿Cuál ha sido vuestro objeto, Decidme, en apoderaros De don Juan? Fern. Es que no quiero Que se resuelva su suerte, Y la suerte de este imperio, Por flaqueza de la rein.i Ó por traición de don Diego. Él lo entrega: ella sucumbe Si la amenazan de nuevo. Teniendo el niño en mis manos Será el fin de este suceso Obra de mi voluntad: Mío el lauro, ó mío el yerro. GüT. Y esa voluntad ¿cuál es? Fern. ¡No lo sé, viven los cielos! — ¡Hacer feliz á Castilla!.... ¡Dejar á mi hijo un cetro En recompensa de aquel DON FERNANDO EL DE ANTEQDEaA 133 ¡ Que le há robado el perverso I Usurpador de Aragón ! . . . . I ¡Caiga el anatema eterno ' Sobre él!.... ¡Desplómese el trono I Bajo su planta, y en fuego De la diadema real Se trueque el dorado cerco, Que abrase la frente vil De ese tirano soberbio! — ¡Justo Dios!.... ¡Y yo he de hacer Lo mismo que en él condeno! — ¡Las fieras imprecaciones Que estoy aquí profiriendo Son las que ese niño un dia Lanzará desde el destierro Contra, mi..... contra mis hijos!.... ¡Infamia atroz!.... ;Me estremezco!.... — ¡Y esa gente de Aragón Que no llega!.... ¡Este silencio De fray Vicente, que nada Me ha contestado!.... GüT. ¡Y el tiempo Vuela, señor!.... Esta noche Es forzoso resolveros. La hora se acerca, y en breve Vendrán aquí..».. — iPasos siento!.... ¡Ellos serán!.... (Mirando por la galería derecha.) Ellos son. — ¿Qué resolvéis? Fern. ¡Esperemos! (Se vapor la galería izquierda^) ESCENA IV. FERNÁN GUTIÉRREZ, DON FADRIQUB, EL OBISPO, GRANDES, que salen por la galería derecha. Fadr. Esta es la sala, señores. 134 VENTURA DE LA VEGA Grande. Otro. Otro. Otro. Otro. Fadr. GüT, Grande. Fadr. Grande. Fadr. Grande. Aquí, con el mensajero Del rey de Aragón, en breve Al Condestable veremos. ¿Quién está allí? Es el valido Del infante. Cierto, Cierto. Fernán Gutiérrez: no hay duda. Guárdeos Dios. Salud deseo Al conde de Trastamara. Con que ya veis, esto es hecho. Vais á llevar al infante La nueva de este suceso, Y á noticiarle que es rey De Castilla. Y fuera bueno Que le añadierais también. Porque no se olvide de ello. Que lo es por elección De los grandes. i Por supuesto! jCómo ha de olvidarlo nunca f Y si acaso llega un tiempo En que lo olvide, nosotros Recordárselo sabremos. Ya están aquí. ESCENA V, dichos, el condestable, el CX)NDB DB URGBL, que salem por la galería derecha. CoND. Ricos hombres De Castilla, aquí estáis viendo Al ilustre aragonés Que viene con el intento Que ya os dije. — Mas, oid: ; 1' DON FERNANDO EL DE ANTEQÜERA 135 Si la salvación del reino Reclama este sacrificio, Vea el mundo que lo hacemos Respetando el infortunio, Y que cumplimos á un tiempo Gomo búlenos Castellanos Y leales caballeros. fjl conde de Urgel.) Antes, pues, que en vuestras manos Al tierno niño entreguemos, Jurad como embajador, Y en nombre de vuestro dueño Don Jaime, conde de Urgel ÜRGEL. ¡Del rey de Aragón! CoND. Es cierto: Del rey de Aragón. — Jurad, Cual si lo jurara él mesmo, Que don Juan será por él Tratado con el respeto Debido á su regia cuna. TJiiGEL. Lo juro. CoND. También queremos Que, en su nombre, nos juréis Que no intentará ponerlo En el trono de Castilla Por fuerza de armas, á menos Que el rey don Fernando intente Hacer valer sus derechos. .... Urgel. ¡Sus derechos, no! ¡Sus locas Pretensiones! CoND. Lo concedo: Sus pretensiones al tronó De Aragón por ignal medio. Fadr. ó también cuando nosotros Se lo exijamos si el nuevo Rey se negase á guardarnos Las franquicias y los fueros Que á los grandes corresponden. 5 I: Í30 VENTURA DB LA VEGA Urgel. Así lo juro. GoND. Y yo acepto Ea mi nombre, y el de todos, Tan solemne juramento. — Ahora bien, Fernán Gutiérrez, Entrad y decid os rueg^o A la reina que aquí aguardan Se digne farorecerlos Con su presencia loa grandes Reunidos. fFernan, Gutiérrez saluda y entra por la pvsrta izquierda.) ESCENA VI. DICHOS, menos FERNÁN GUTIBRREZ. CoND. (Al conde de Urgel.) Esto es hecho. Al dar las doce el reloj De la torre un escudero Marchará con orden vuestra Á hacer que entren en Toledo Los ginetes que trajisteis. Porque, escoltados con ellos, En la litera real Partáis los tres con silencio; Y al nuevo sol proclamamos Á don Fernando ante el pueblo. ESCENA VIL DICHOS, L.\ REINA, FERNÁN GUTIERRBZ. Fernán Gutiérrez sale por la puerta izquierda y da paso á la reina, que, al ver á los garandes, se p6ra. Reina. ¡Ay! ¡Aquí están!.... ¡Ellos son!.... ¡Se acerca el terrible instante!.... ¡Y no parece el infante!.... ¡No llegan los de Aragón! — [ i DON FERNANDO EL DE ANTEQÜERA 437 ¡Guando en él, y sólo en él Para resistir confío, Así me deja, Dios mió! — ¡Incertidumbre cruel! ¿Y cómo me respondió De la lealtad de don Diego Si yo misma escuché luego Que aquí don Diego ofreció Que á mi hijo entregaría? ¡Me confundo! ¿Y qué hago ahora?.... ¡Gran Dios!.... ¡Va á sonar la hora!.... ¡Redoblarán su porfía!.... ¿Y cómo hacer resistencia Si nadie en mi apoyo viene?.... Urgel. (Á los grandes y que están en el lado opues- to.) ¡Acabemos!.... ¿Qué os detiene?.... CoND. Gonfíeso que la presencia De esa mujer desgraciada, Que fué reiha de Castilla, ' Y de su reino y su silla Se ve en un punto arrojada, En tan solemne momento Conmueve mi corazón; Y al contemplar su atliccion Enternecido me siento. {Al obispo.) De vos, don Sancho, quizás Cual ministro del Señor, Con resignación mayor La propuesta escuchará. Tomad. — {Le presenta un pergamino,) Sancho. , ¡No, que á toda ley A vos os toca, por Dios! — Sois el Condestable vos. Testamentario del rey Y, además, que en esta empresa I 138 VENTURA DE LA VEGA Sois quien la voz ha llevado, Y así Urgel. ; Basta de altercado! — ¡Timidez estraña es esa! — Dadme. {Quiere tomarlo.) GoND. i Eso no! — ¡Un estranjcro No le ha de imponer la ley Á la viuda de mi rey! — Iré yo mismo primero. (Se acerca a* la reina.) ¡Señora!... Reina. (¡Lleg^i la hora!) ¿Vais la infamia á consumar? ¡Oh, Dios!.... GoND. Si os dignáis mirar Nuestros semblantes, señora, Ellos os podrán decir Que, al dar este triste paso^ Lo sentimos tanto acaso Cuál vos lo podéis sentir. Mas este duro servicio Demanda el público bien. — ¡Mostraos grande vos también: Consumad el sacrificio! Reina. ¿Tan pronto queréis que sea? COND. Dentro de breves instantes Debéis partir. — Pero antes, Y para que el mundo vea Que vos, como asi es verdad, Atent*) al común sosiego Os rendís á nuestro ruego Con entera voluntad, Será cuerda prevención... Reina. ¿Qué? GoND. {Presentándole el pergamino. ) Que pongáis vuestra ñrma En esta acta, que confirma r. DON FERNANDO EL DE ANTEQUERA 139 Vuestra magnánima acción. Reina. ¡Mi firma!... ¿Y qué dice ahí? GoND. Nada dice que os asombre: Lo que ya sabéis. En nombre De don Juan decís aquí Que, con entero albedrio, Renunciáis á la corona, Cediéndola en la persona De don Fernando, su tio. Reina. ¿Yo?... ¡Nunca!.... ¡Jamás!.... CoND. ¡Señora!... Reina. ¡Hasta aquí pudo llegar! GoND. ¿Pues qué os importa firmar Lo que vais á hacer ahora? Fadr. ¿En tan poca estimación La fama vuestra tenéis Que en esa firma no veis Salvada vuestra opinión? ¿Preferís que el mundo diga, ' Si no firmáis ese escrito. Que algún oculto delito En vos el reino castiga? Reina. ¡Hable el mundo!.... ¡Yo me río De cuanto pueda creer! — Lo que no quiero es perder El amor del hijo mió. Sin ese escrito cruel. Donde al ver mi firma es llano Que maldecirá la mano Que le arrojó del dosel. Quizá consiga yo un di a Que disculpe mi flaqueza Pintando vuestra fiereza, Haciendo que mi porfía Más firme y tenaz parezca, Mi constancia encareciendo ¡En fin, mintiendo, mintiendo Para que no me aborrezca! ^ 140 ventüha be la vega ¿Queréis en mi corazón Coa esa horrible venganza Matar hasta la esperanza De conseguir mi perdón? €oND. Si decirle os proponéis Que con violencia tan cruda De aquí os echamos, ¿quién duda Que añadir también podréis Que á firmar se os obligó Usando de igual violencia, Sin que vuestra resistencia Fuera bastante?.... Reina. ¡Eso no!— Vosotros tenéis poder Para arrojar fácilmente Del trono á un niño inocente Y á una infelice muger^ — ¡Seres que el cielo abandona! — Y de vuestra fuerza usando Sacarlos de aquí arrastrando Y robarles la corona. Pero no hay poder humano Que al ente más débil venza A que su oprobio y vergüenza Trace con su propia mano. GoNi). Reina, por piedad, no asi Dejéis el tiempo pasar, Y sabed que sin firmar No habéis de salir de aquí. Reina. ¡Nunca saldré! CoND. Bien está: Nadie os forzará, señora: Vos no saldréis, en buen hora; Mas vuestro hijo saldrá. (Hace ademan de dirigirse Mcia la puer- ta de la derecha) Reina. ¡Mi hijo!.... ¡No!.... ¡Deteneos!.... CoND. Solo le veréis partir, r" DON FERNANDO EL DE ANTEQCERA 141 Pues OS negáis á cumplir, Señora, nuestros deseos. Reina. ¡Hombres viles!.... — ¡Digo mal: Hombres, no, tigres seréis. Que un hijo robar queréis Del regazo maternal... CoND. Nunca fué tal nuestro intento; Mas vos lo queréis... Reina. íYo!... CoND. ¡Vos? Y á nuestro pesar... Reina. (Aparte.) (¡Gran Dios!... ¡Acaso en ese aposento A guardar al hijo mió £1 infante se ocultó, Y no abrirá!) CoND. ¿Firmáis? Reina. ¡No! (¡En su protección confío!) fM Condestable, oida la remisa de la reti- na, se llega á la puerta de la derecAa y llama.) CoND. ¡Diego López! (La reina tiene fijos con ansiedad los ojos en la puerta\ aírese ésta, y apa/rece Diego López.) ESCENA Vm. DICHOS, DON DIEGO. Diego» Vedme aquí. Reina. (¡No es él!... ¡No es él!... ¿Dónde está? ¡Mi esfuerzo se agota ya!... ¿Qué más exige de mi?...) CoND. Don Diego, llegó el momento. Juntos aquí estáis mirando A los grandes, esperando £1 exacto cumplimiento 142 VENTURA DE LA VEGA De la palabra que disteis: Á don Juan nos entregad. Diego. ¡Pronto estoy!... Mas recordad Que á las doce me digisteis. (Ganar tiempo me conviene... jlmposible es la defensa!... Pero el infante ¿en qué piensa Que en tal conflicto me tiene?...) CoND. (Á la reina.) Ya lo oís: cortos instantes Os restan de vacilar. Las doce van á sonar. Reina. {Con desesperación,) ¡Quizá mis sollozos antes, Mis gemidos de dolor, Llenando el lóbrego espacio, Del fondo de este palacio Me traigan un defensor! ¿Pensáis que á ese inicuo bando No hay hombre que ponga miedo? ¡Aún hay alguno en Toledo... Que quizá me está escuchando! — ¡Noble y leal corazón. En cuya virtud aún creo, Ven á lograr el trofeo De esta generosa acción! ¡Ven, acude antes que suene La hora fatal en mi oído!... (La campana del alcázar da las doce,) ¡Ay!... ¡Las doce!... Diego. (¡Soy perdido!) Reina. ¡Nadie en mi defensa viene! CoND. Don Diego, ¿oís? — Vamos presto. Reina. ¡Aguardad!.. . CoND. {a la reina-) No nos sigáis. Reina. ¡Tened!... ¡Tened!... CoND. ¿Qué mandáis? DON FERNANDO EL DE ANTEQÜERA 143 Beina. ¡Dadme ese escrito funesto! CoND. Tomad. (Se acerca á ella y le presentad pergamino.) Heina. i Ya es fuerza que ceda! . . . (Firma, y se Lo devmlm,) ¡Ahí tenéis! — ¡Hijo querido, Perdón... todo lo has perdido... Sólo tu madre te queda! (Entra pr^ipitada por laptcerta de la de- recha.) ESCENA IX. DICHOS, menos I. A REINA.. CoND. ¡Al fin triunfamos! — Tomad, Fernán Gutiérrez, y así Que los dos salgan de aquí Á los reales marchad. (Le entrega el ¡pergamino.) ESCENA X. DICHOS, UN ESCUDERO. Señor, un fuerte escuadrón A las puertas se presenta, Y entrar en Toledo intenta. ¿Es de Aragón? De Aragón. (Al conde de Urgel.) ¡El vuestro será!... No hay duda. De mi prolija tardanza Receloso aquí se lanza A darme amparo y ayuda. GoND. Andad pronto; que entre luego. (Al escudero, guese va,) Id vos, y vuestra presencia Logre calmar su impaciencia. EseuD. ÜRGEL. EsCUD. COND. Urgel. I Í4 VENTURA DE LA VEGA {Al conde de Urgel, el cual se 'oa^ calándo- se la visera.) Entremos. — Venid, don Diego. {Entran ^or la puerta de la derecha, ífe- mndose a Diego López, que los sigue cm la mayor turbación. Asi que desaparecen se dirige Fernán ChUierrez á la galería izquierda, y sale por ella don Fernando,) ESCENA XI. FERNÁN GUTIERRBZ, DON FERNANDO. Fean. ¿Firmó? Glt. Firmó: vedlo aquí. {Le' entrega el pergamino.) Fern. ¿Mano tan débil que firma Este escrito vergonzoso Podrá regir á Castilla? GüT. Vuestro tesón ya < 4 inútil, Todo á que cedáis conspira. Perded, señor, la esperanza De que Aragón os asista Con gentes de armas. Fern. ¿Por qué? GüT. Porque un emisario envía Para alentar á los grandes A que la corona os ciñan. Fern. ¡Justo Dios!.... GuT. Amedrentado Don Diego les facilita La entrada, y en este instante Por las estancias vecinas Buscando al niño estarán. i Si despechados registran El alcázar, si le encuentran, Y ciegos se precipitan, Roto el lazo del respeto, Á dar á su empresa cima!... DON FERNANDO EL DE ANTEQUERA. 145 Fern. ¡Con que no hay remedio ya! ¡Con que atajados se miran Todos los caminos, todos!... GüT. ¡Uno os queda! Fern. ¡Sí: el que guia A la usurpación, al crimen, El que mi pecho horroriza?.... Y en él siento que me arroja. Aunque el alma lo resista. Una fuerza incontrastable Mas ¡oh!... ¡Los cielos me inspiranf ¡Su luz resplandece... y veo La senda por donde limpia Sabré conservar mi fama *^ Y salvar de su ruina El trono de mis mayores! — ¡Tú que ves, sombra querida De mi rey, el noble intento Que mi corazón anima. Dame tu perdón y ayuda! — ¡Ese cetro que me obligan A tomar, vara de hierro Será que la frente altiva De esos soberbios quebrante?. . . . ¡Inexorable cuchilla Que ancho camino abrirá. Regado con sangre inicua. Por donde el niño inocente Vuelva al trono de Castilla?.... ¡Á ese trono en que yo mismo He de colocarle un dia?.... ¡A ese trono que mi brazo. Con la protección divina. Sabrá alzar sobre cimientos Que fírmes y eternos vivan? GüT. ¡Oh, alma grande y generosa! Señor, la fausta noticia Corroa anunciar... TOMO VIH 10 1 i4(í VENTORA DE LA VEGA (Óyese i lo lejos un togue de clarín J Fern. ¡Aguardad! — ¿Qué es eso? GiiT. Es la comitiva Del eaviado aragonés, * Que al alcázar se aproxima A custodiar la litera Real. Fern. ¿y si Dios me envia El auxilio que esperaba? — Fernán Gutiérrez, aprisa Bajad, y si son los mios Dad por señal que repita Segutida vez el clarin, Y defended las salidas Del alcázar: yo os aguardo En esa estancia contigua. f Fernán Gutiérrez se va apresurado por la galería derecha, Don Fernando desapa- ce por la de la izquierda.— Óyense en U Jiaoitacion de la dereclm los gritos de U reina*) ESCENA XII. LA'RBINA, EL CONDESTABLE, 1X)N DIEQO, DON FADRIQlU LOS GRANDES. Reina. {Dentro,) ¡Asesino! ¿Dónde estás?... ¡No me detengáis!... (Saliendo.) C!oND. (Á don Diego,) ¿Qué indigna Traición es ésta, don Diego? Reina. ¡Dejadme salvar su vida! ¡Yp le hallaré! CoND. (Á don Diego,) ¿Quién le tiene? Fadr. (Al mismo,) ¿Qíiién? Reina. ¡Aunque tenga yo misma r DON FERNANDO EL DE ANTEQOERA 147 Que demoler piedra á piedra Estas murallas! — ;Daos prisa, Venid! — Decidme, ¿qué ocultos Subterráneos, qué guaridas Hay aquí? ¿Dónde lleváis Á perecer vuestras víctimas? GoND. ¡Señora! ¿Qué estáis diciendo? Fadr. fA dan Diego .) ¡Aclarad vos este eni^^^ma! Diego. ¡No me culpéis! Reina . (Á don Diego . ) ¡Traidor, tiembla! ¡Va á presentarse á tu vista £1 infante, que está aquí, Y á castigar tu perfidia! ¡£i infante! ¡Sí, el infante!... ¡Hermano!..*. ¡HQrraauo!... {Da7tdo gritos,) ¡Delira? ¡No responde!... — Si he cedido A vuestros ruegos sumisa. Si la renuncia ho firmado, Si veis que estoy decidida A partir, ¿qué m4^ queréis? — ¡Vuestro rencor necesita Verter su sangre, verdugos! — ¿Por qué? — Yo á remotos climas Me iré con él... ¡Sí, muy lejos, Donde no tengáis noticia De su existencia siquiera!... ¡Pe^o su vida!... jSu vida!... {Cas'sin conocimiento en el sillón, — Óye- se más cerca el segundo toque del clarin,) Cond. ¡Ese clarini Fadr. Caballeros, Registremos con activa Diligencia este palacio. Todos. Reina. Cond. Reina. Ji8 VENTURA DE LA VEGA CoND. Yo, entretanto, la salida Haré custodiar. Fadr. ¡Corramos? (Dirigense á la galeria derecha. Aparece á la entrada de ella Fernán GtUierrez con soldados aragoneses , que cierran el paso cruza7ido las lanzas.) ESCENA XIII. DICHOS, FERNÁN GUTIÉRREZ, SOLDADOS. GoT. ¡Atrás! Todos. ¿Qué es esto? CoND. ¡Qué miran - Mis ojos!... ¡Fernán Gutiérrez! Fadr. ¡Mientras yo la espada ciña Nadie mis pasos detiene! {Todos ponen mano á la espada.) CoND. ¡Hernando! ¿Qué significa Esta traición? El infante ¿Dónde está?... ¿Quién os envia? (Ábrese la puerta del foro y se vé el trono. Don Fernando está en pié delante de la si- lla real: á uno y otro lado los reyes de ar- mas con el pendón de Castilla.) ESCENA XIV. DICHOS, DON FERNANDO. Fern. ¡Ricos hombres, caballeros, , Aquí vuestro rey estál Todos. ;É1 es! CoND. ¡Y en el trono ya! Fern. ¡Envainad esos aceros! CoND. ¡Cediendo á nuestro clamor Venís el trono á ocupar! r* DON FERNANDO EL DE ANTEQUERA 149 Fern. ¡Yo vengo aquí á ejecutar La voluntad del Señor! iSi! — Con respeto profundo, Grandes, doblad la rodilla; Heraldos, gritad: (j Castilla Por el rey don Juan segundo! (Baja rápidamente del trono, y deja ver sentado en él al oiino don Jtmn segundo con corona y cetro. La reina, que mido poco apoco volviendo en si, da un arito y corre a abrazar á su hijo, quedando arro- dilladaante el trotio, — Los grandes se po- nen en pié.) Todos. ¡Señor! Fern. ¡Vana resistencia? Ya la aragonesa gente Que me envia fray Vicente Tenéis en vuestra presencia. Mirad qué os está mejor: ¡Si no elegís el camino De jurar á mi sobrino Por vuestro rey y señor Haré ¡por Dios justiciero! Escarmiento tan cruel, Que quede memoria de él! — Todos aquí, y yo el primero, Doblemos con sumisión A sus plantas la rodilla. {Dobla la rodilla: los grandes le imitan.) ¡Salud al rey de Castilla! {Fray Vicente, que ha aparecido un mo- mento antes a la entrada de la galería de- recha, se acerca á don Fernando^ seguido de los grandes de Aragón, y tomando la corona real, que le presenta un paje, la coloca en la cabeza del infante,) .5 150 VENTURA DE LA VEGA ESCENA XV. DICHOS, FRAY VICENTE. Fn. Vic. iSalud al rey de Aragón! Feun. ¡Qué es esto! Fu. Vic. Dios galardona La TÍrtud. ¡Renunciáis vos Aquella corona, y Dios Os envia esta corona! Feen. ¡Padre! ¿Es sueño? Fr. Vic. No lo es. Los nueve jueces nombrados Por los tres grandes estados Del imperio aragonés, Oímos en Caspc ya (^n sumisión reverente La voz del que solamente Tronos quita y tronos da: Y el fallo solemne dando, Que el pueblo acata cual ley. Alzamos por nuestro rey Al infante don Fernando. Fern. ¿y el conde de ürgel? Fr. Vic. Del trono Lanzado y del reino fué; Pero ya Aragón se ve Libre de su fiero encono. Fern. ¿Cómo? Fr. Vic. Llegaba mi gente A este alcázar, y un guerrero- Con ademan altanero Penetrar no les consiente. Insisten ellos, y él. Alzándose la visera, «¡Yo soy!» les grita; y él era. Todos. ¡El era! Fr. Vic. ¡El conde de ürgel DON FERNA?ÍD0 EL DE A^íTEQUERA 151 En vuestro poder está! Fern. ¡En Aragón nos veremos! Fr. Vic. Pues allá, señor, marchemos: Un trono os espera allá. {La reina, que lia bajado á su hijo del tro- no, se acerca con él al infante.) Reina. Permitid antes, hermano, A esta madre^ á este inocente. Que su gratitud ardiente Sellen en tan noble mano. (Quiere besársela: don Fer^na^ido se lo im- pide.) . Fern. Esa gratitud, señora. Probádmela de otro modo. Reina. ¡Mi vida!... ¡Mi s^ngrel... ¡Todo!... ¿Qué queréis? Fern. Sabréislo ahora. Grandes, acercaos á mí. (Los grandes, qm estaban retirados, se acercan en ademan respetuoso,) Lo que en recompensa quiero Es que en la cruz de este acero Me juréis, señora, aquí. Que por vos no ha de saber Nunca el rey este atentado: \ Que no empiece su reinado Empezando á aborrecer. ( Si así lo hacéis, os prometo Que este escrito no verá En que vuestra ñrma está. — (Presentándole el pergamino.) Acaso celo indiscreto, Más que deslealtad traidora. Origen del yerro ha sido: Dése ya todo al olvidó, — Ellos también desde ahora. En fé de sentirlo asi , Juran eterna lealtad. \.": 152 VENTURA DE LA VEGA Señora, llegad: llegad, Amigos. — ¿Lo juráis? La REINA y LOS GRANDES. [Asieudo las enanos del infante.) ¡Sil Fern. De vuestros rotos sinceros Salgo fiador, castellanos. ¡Jurasteis como cristianos, Cumplid como caballeros! {Les presenta el niño: los grandes se ar- rodillan ante él.) CoND. ¡Castilla á don Juan se humilla! Fern. Contento parto á Aragón. Fr. Vic. {Estendiendo las manos sobre ambos.) ¡Dios eche su bendición Sobre Aragón y Castilla! FIN, LA TUMBA SALVADA LOA REPRESENTADA EN EL. TEATRO DEL LICEO ARTÍSTICO Y LITERARIO DE MADRID \ s con motivo do la solemne traslaoion de los restos del príncip* de los poetas dramáticos españoles DON PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA. VERIFICADA EL DÍA 18 DE ABRIL DE 1841. PERSONAS. LA IGNORANaÁ. EL TIEMPO. EL INGENIO. LA RELIGIÓN. LA TUMBA SALVADA. >0 < iO& i ' Decoración de ruinas.— EL TIEMPO encadenado á los pies de LA IGNORAííCIA, que tendrá corona y cetro. (MÚSICA LÚGUBRE.) Encadenado el Tiempo A mis plantas está: Cetro mi mano ostenta, Mi sien corona real. ¡Mortales, silencio, Silencio guardad! IGNOAANCfA. ¡Cuan dulce suena en mi oido Ese lúgubre caniar, Bostezo del negro infierno. Con que adormece al mortal f En vano á veces del cielo Rara centella fugaz Á iluminar de los hombres La oscura mente vendrá: i 156 VENTÜKA DE LA VEGA Mi helado soplo do quiera Sabrá su lumbre apagar, Ya de algún bárbaro pueblo, Ya de algún rey suspicaz Moviendo el ánimo altivo A romper y destrozar Feroces los monumentos Que elevó la antigüedad. Así en Egipto, guiado De mi influjo, el ñero Ornar Mi imperio afirmó sombrío; Pues por contraria al Coran, La biblioteca abrasando De Alejandría, en voraz Incendio despareció Toda la ciencia oriental. Así también, revestida Con el sagrado disfraz De la pura fé, erigí El tremendo tribunal Que el pensamiento en sus hondos Calabozos supo ahogar. Y, en fin, así encadenado ¡Oh, Tiempo! á mis pies estás, Y repite mis acentos Diciendo el coro infernal... CORO. Encadenado el Tiempo A mis plantas está, etc. LA TUMBA SALVADA 157 TI£MPO. Pesa esta mano, y no en vano, Sobre cuanto existe, sí; Y pues tú existes, es llano Que también pesa esta mano ¡Oh, Ignorancia! sobre tí. En balde á dura cadena Tu ceguedad me condena, Que tu imperio ha de acabar Guando acaben de pasar Aquesos granos de arena. IGNOAANCIA. Con mi férreo cetro yo Romperé el vil instrumento Que mi fin simbolizó. (Da furiosa con el cetro sin poder tocar el reloj.) TIEMPO. Dará tu cetro en el viento. IGNORANCIA. jQue no he de tocarlo! TIEMPO. ¡No! Que ese instrumento que ves 158 VENTURA DE LA VEGA Símbolo impalpable es, Y él te dice que, si hoy puesto Estoy á tus píes, muy presto Tú has de mirarte á mis pies. Pues ¡cómo! ¿Es tu orgullo tal, Y tan ciega tu demencia, Que quieras ser inmortal Contra la ley natural De toda mundana esencia? Nada ha de librarse, no, De esa ley que estableció Dios en su arcano profundo: ¡Hasta un dia señaló En que ha de morir el mundo! IGNORANCIA. Hasta entonces mi poder Moverá á los hombres guerra; Que, si inmortal no he de ser, Sabré al menos perecer Guando perezca la tierra. TIEMPO. Te engañas: antes será; Que más gallardo y lozano Á renacer luego va El Ingenio, que tu mano Sepultó.—jMíralo yaí (Música dulce. Una llamarada resplandece entre las ruinas: al disiparse aparece, saliendo de su fuego, EL INGENIO.) LA TÜMBV SALVADA 159 i Destello refulgente De la llama inmortal que el cielo alumbra. Por quien la humana mente Á la región olímpica se encumbra: Si la Ignorancia pudo Hundirte en las tinieblas, y desnudo. Celeste Ingenio, de la luz divina Que tu frente ilumina, £1 hombre daba en vergonzosa calma A los sentidos vida, muerte al alma, Renace ya á mi voz: las alas tiende, Vuela, los aires hiende, Y lleva á todas partes La antorcha de las ciencias y las artes! INGENIO. Tiempo, que con recóndito poder, £1 orbe todo dominando estás; Que entre el dolor vagando y el placer Impasible á tu fín marchando vas; Que hombres, tronos, riquezas, honras, ser. Alzas, hundes, repartes, quitas, das; De cuanto existe eterno animador, Y de tus mismas obras destructor: ¡Hora es ya que con ímpetu viril Rompas el cetro á la Ignorancia audaz. Que en negra oscuridad por siglos mil Cubrió del mundo la tendida faz! . ¡Hora es ya que pincel, lira y buril, .Bellas ramas del árbol de la paz, 160 VENTURA DE LA VEGA En lienzo, en son, en bronce, eternos den Gloria á mi nombre, lauros á mi sien! Yo haré del Alpe al Etna resonar Segunda vez los cantos de Marón; Yo encenderé desde Pirene al mar El fuego de Rioja y de León; Yo haré en su misma tumba germinar Las cenizas del grande Calderón... TIEMPO. Detente ya, que pues su nombre oí A obedecerme vas: escucha. INGENIO. Di. TIEMPO. En el recinto famoso De la coronada villa Que con humilde susurro Manzanares acaricia, Y á quien hizo, el que dos puentes Enormes le puso encima, Que dos sarcasmos de piedra Tuviera siempre á la vista: £n aquella corte, esfera Donde con llama benigna De la Segunda Isabela LA TUMBA SALVADA 161 £1 sol refulgente brilla, Cercano al famoso sitio Á quien llamó la morisma La Almudena, y hoy es templo De la sagrada María, Otro templo más humilde Verás, que frontero mira Á la torre que aún recuerda Los laureles de Pavía (1). El Salvador es llamado; Caduca fábrica antigua, Que ya á mi peso se rinde Y va á desplomarse en ruinas. Allí, en el rincón oscuro Be solitaria capilla. Que con trémulos reflejos una lámpara ilumina. Hay un sepulcro, que nadie Por lo modesto diria Que encierra en su helado centro De alto varón las reliquias. No pórfidos lo sustentan. Ni alabastros lo cobijan, I Ni sobre él descuella mármol Quien yace dentro ceniza. Mas allí los restos yacen Del claro Ingenio que un dia Á España admiró, y ahora A España y al mundo admira. (l) La torre Ae los Lujanes, en l8 Plaza de la Villa, TOMO VIII 11 162 VENTURA DE LA VEGA Del que á su placer moviendo Ora al llanto, ora á la risa, Desde el celoso Tetrarca Al Jardín de Falerina Agotó cuantos donaires. Cuantos conceptos la rica Habla castellana ofrece Á la hermosa poesía; Del que, noble por alcurnia (Gomo en su pecho lo indica Del santo patrón de España Grabada la roja insignia) Á la nobleza heredada Supo juntar la adquirida^ Inspirando en dulces versos Amor puro, amistad fina. Orgullo sin vanidad. Emulación sin envidia, Honor, lealtad j firmeza, Discreción y valentía. Y, en ñn, ¿para qué me canso Guando basta que te diga: jGalderon! que en este nombre Todo lo grande se cifra? Más de treinta lustros son Que yace allí, y se aproxima El instante en que, cediendo A su pesadumbre misma, La bóveda se desplome, Que en sus cimientos vacila, Y la ilustre tumba quede LA TUMBA SALVADA 16$ Entre escombros confundida. Si impedir quieres que de ese Torpe olvido la ignominia Caiga sobre la presente Generación, parte aprisa; Que en Madrid hallarás almas Generosas, que á porfía Sepan dar al gran poeta Tumba de su nombre digna. INGENIO. Antes que el golpe descargues Rayo seré que divida Los aires, y á la alta empresa Mueva la corte y la villa. (Al son de una música agitada, una nube de vapor envuelve al INGENIO y desaparece. LA IGNORANCIA vuelve de su letarga con movimientos convulsivos.) IGNORANCIA. ¡Ah! ¡Qué escucho!.. ¡Pose á mí! ¡Á su fin mi imperio toca! Mentida esperanza loca, ¿Por qué me halagaste asi? Ya raudo el Ingenio hiende Sobre las alas ligeras De los vientos las esferas, Y á los mortales desciende. Mas no importa: su inconstancia 164 YfiKTURA DE LA VEGA Dilatará mi agonía: Que no perece cu un dia £1 reino de la Ignorancia. Y, en tanto, pues el poder Que el cielo te dio no es tal Que del curso natural Puedas la ley suspender, Y el edificio que encierra Esos restos muy en breve Á tu mismo impulso debe Igualarse con la tierra, Yo haré que sordo al clamor Del Ingenio el hombre sea, Y en calma estúpida vea Su cercano deshonor, Sin que ninguno en sus hombro» La tumba mísera tome; Y que el templo se desplome Y la esconda en sus escombros. TIEMPO. Pasa la arena veloz, Y ya cercana contemplo La ruina del santo templo: ¡Y aún no se escucha una vozt ¿Será que el letal beleño Que la Ignorancia esparcía Te adormezca todavía ¡Oh, Madrid! en torpe sueño? ¿Será en vano que rasgando LA TUMBA SALVADA 165 La venda que te cegaba, Y de tu cerviz esclava El férreo yugo arrancando, El ardiente patriotismo De tus hijos dispertase Para que de ti arrojase El monstruo del fanatismo? Tú, que en la futura edad Mostrarte quieres ufana €k)n la pompa s'oberana De tu antigua majestad, ¿Será que ignores la gloría Que da á las cultas naciones De sus ilustres varones Saber honrar la memoria? (Pausa.) • 4 Hondo silencio domina!.* jCruje el templo vacilante!.. ¡La arena pasa! — ¡El instante Llega ya de su ruina! IGNOHANCIA. ¡Llegí, si!.. Tu vano ardid No me arranca este trofeo: iQue ya el templo hundirse veo.. Y no responde Madrid! TMSMPO. jTanto cede á tus engaños!.» 166 VBNTÜRA DE LA VEGA i Tanto tu poder se arraiga! IGNORANOA. ¿Quieres que en un dia caiga Imperio de tantos años? TIEMPO. Y tú. Ingenio, ¿no* has de hallar Un corazón?.. IGNOHANaA. » No le halla. ¿Oyes?.. ¿Oyes? — ¡Madrid calla Y el instante va á llegar! iAh! ¡Llegue presto! — ¡Salid Veloces, granos de arena! ¡Pasad!.. ¡Caed!.. — Mas ¿qué suena?. TIEMPO. ¡Ah!.. ¡Ya responde Madrid! (Música dulco y lejana.) CORO, distante. ¡Venid, madrileños, Venid á mi voz: Salvemos la tumba Del Gran CALDEROi^f LA TUMBA SALVADA 167 IGNOHANCIA. ¡Huid, madrileños f Despreciad la voz Que intenta halagaros Con vana ilusión. ¿Qué os importa, amigos» Que perezca 6 no La tumba de un hombre Que á lances de amor, Á usadas intrigas De pobre invención, A fútiles versos Su ingenio aplicó? — ¡Oh, cuan perezoso Camina el reloj! TIEMPO. El concurso acude Cada vez mayor, Y al templo dirije Su paso veloz.... , CORO, de más voces y más cerca. ¡Salvemos la tumba Del gran Calderón: Salvemos al padre Del drama español! 168 VENTORA DE LA VEGA IGNORANCIA. ¡Oh, rabia! — ¡Teneos; Que insultáis á Dios Consagrando á un hombre La ardiente ovación Que sólo es debida Al Sumo Hacedor! ¡Cercano el instante Señala el reloj! TIEMPO. i Ya Madrid entero Al templo llegó! CORO, mayor y aún más cerca. í iEntrcmos, salvemos De vil deshonor La tumba j^loriosa Del gr^n Calderón f IGNORANCIA. ¡Ohl ¡Pese al infierno! ¡Desoyen mi yoz! Mas ¡ay! ¡Aun ej9 tj^smpo De que triunfe yo!.*.. ¡Los últimos granos. LA TUMBA. SALVADA. 169 Los Últimos son í.... ¡Ya llegó labora!.... (Campanada.) jEl templo se hundió! (Oran ruido de desplomarse un ediñcio.) TIEMPO. '¡Salvóse la tamba Del gran Calbeaon! (Descúbrese en el foro un magnifico templo, en cuyo centro se eleva el sepulcro de Calderón, con su retrato 6 busto, ilumi- nado todo de un vivo resplandor. Al pió del sepulcro está LA RELIGIÓN: á sus pies EL INGENIO adorándola. Al mismo tiem- po que esto aparece, la corona y cetro de LA IGNORANCIA caen al suelo, y ella también á los pies de EL TIEMPO, que le ha echado encima las cadenas, y amagándola con la segur la se- ñala el sepulcro. Mtlsica brillante. j CORO. Madrid generoso La tumba salvó Del ínclito padre Del drama español. ¡Rindamos honor Al poeta que admira la tierra, Al genio sublime del gran Caldeeon! REUOION. La cristiana Religión 170 VENTURA DE LA VEGA Te acoge en su templo santo, Y te cubre con su manto Tumba del sabio varón. , En esta augusta mansión. Donde postrado el mortal Adora al Ser eternal, Descansa en tranquila calma, Como descansa su alma En la mansión celestial. (Diri^éndose ¿ LA IGNORANCIA.> Y tú, aborto del abismo. Que hiciste al mundo temblar Mostrándole en mi lugar El monstruo del fanatismo, Ya del largo parasismo En que sepultado fué Despierta el hombre, y me ve En mi forma verdadera, Sin mas puñales ni hoguera Que la esperanza y la fé. En estos dones me íundo: Que con la fé y la esperanza Gloria en los cielos se alcanza Y también gloria en el mundo. Que sin el celo profundo Que da la fé al corazón, Sin el punzante aguijón De la esperanza de nombre, No hallara en su pecho el hombre El fuego de inspiración. LA TUMBA SALVADA 171 De esa inspiración divina, Rayo de lumbre fulgente, Que purifica la mente Y á los cielos la avecina: No de la que el alma inclina, Satánica inspiración, A romper de la razón Y de la virtud el freno, Y revolcarse en el cieno De su indómita pasión. ¡Ingenios de España, huid Esa inspiración bastarda, Y del que esa tumba guarda El alto ejemplo seguid! No siempre en amarga lid Rendido el hombre sucumba Si el vicio en torno retumba: No le pintéis despeñado Y de Dios abandonado Buscando amparo en la tumba. No será: que al contemplar Ese pueblo que á porfía En este solemne dia Sabe las letras honrar, Puedes ¡eh, España! exclamar: ff jAlzo mi frente serena, Y espero, de gozo llena, Que tendrán con nuevo brillo. La Pintura otro MoriliiO, Y otro Calderón la Escena! 172 VENTURA DE LA VEGA CORO. Madrid generoso La tumba salvó Del ínclito padre Del drama español. ¡Rindamos honor Al poeta que admira la tierra, Al genio sublime del gran Galdeaon! poesías líricas. IMITACIÓN DE LOS SALMOS. ^Ay! ¡No vuelvas, Seftor, tu rostro airado Á un pecador contrito! Ya abandoné, de lágrimas bañado, La senda del delito, Y en ti humilde ¡oh, mi Dios! la vista clavo; Y me aterra tu ceño, ^ €omo ñja sus ojos el esclavo En la diestra del dueño. Que, en dudas engolfado, hasta tu esfera Se alzó mi orgullo ciego, Y cayó aniquilado cual la cera Junto al ardiente fuego. Si en profano laúd lanzó mi boca Torpes himnos al viento, Yo estrellaré. Señor, contra una roca £1 impuro instrumento. ^Levántate del polvo, arpa sagrada Henchida de armonía! jY tú, por el perdón puriñcada. Levántate, alma mia! 176 VENTX7HA DE LA VEGA Y JO también al despuntar la aurora, Y por el ancho mundo, Cantemos de la diestra vengadora £1 poder sin segundo. Te cantaré ¡oh, mi Dios? cuando te plugo Bajo tu amparo y guia A Israel acoger, que bajo el yugo De Faraón gemia. Del tirano en el pecho diamantino Pusiste fiero espanto. Tembló: tu brazo conoció divino; Soltó tu pueblo santo. El mar lo vio y huyó: de enjuta arena Anclm senda le ofrece; Sigúelo Faraón... — ¡La mar serena Lo traga, y desparece! Violo el Jordán y huyó: monte y collado Cual tierno cord orillo Saltaron de placer: el risco alzado Cual suelto cabritillo. ¡Oh, mar! ¿Por qué tus aguas dividiste Y á Faraón tragaste? ¿Por qué, humilde Jordán, retrocediste? Monte ¿por qué saltaste? ¡Ante el Dios de Jacob tembló la tierra; Las trompetas sonaron; Paróse el sol, y Gabaon se aterra, Y los tuyos triunfaron! POESÍAS 177 Y brotaste, Señor, de piedra dura Agua en mansa corriente, Y aplacó de tu pueblo sn dulzura Allí la sed ardiente. «Canta, Israel, al Justo, al Fuerte, al Santo^ »A1 que enjugó tu lloro: •Acompañe la citara tu canto » Y el tímpano sonoro. » Lánzase al hondo mar, con mente ciega, Osado el marinero, Y pide al polo el que la mar le niega Ya borrado sendero. Huye á tu voz el céfiro suave; Y el hondo mar turbando Cruzan los vientos, y la triste nave Combaten rebramando. Ya sube al firmamento, ya desciende Al abismo horroroso; Ruge el trueno; veloz el aire hiende Tu rayo fragoroso. Gime el nauta y te implora, y aplacado Lo miras con ternura. — El vendabal es céfiro: el hinchado Mar tranquila llanura, «Canta, Israel, etc.» Los tiranos del mundo en liga impía Para el mal se adunaron, TOMO VIH 12 ■si 178 VENTÜBA DE LA VEGA. Y á la incauta Israel «¡Dios nos envia!» Desde el solio gritaron. Y entre sí concertados: « ¡Fiera lucha »A1 justo renovemos: «Blasfememos, que Dios no nos escucha; »Dios no vé: degollemos!» — Dijeron, y no £on. — Su raza impía Cual humo se deshizo. — ¿No oirá quien dio el oido? ¿No vería El que los ojos hizo? «Canta, Israel, etc.» Los impíos que tus casas allanaron De uno al otro horizonte, Y con hachas sus puertas destrozaron Como leña del monte; Los fuertes que se alzaban, cual montaña Que á las nubes se eleva, Desparecieron como débil caña Que el huracán se lleva. Los robustos de JS^dóíi y los tiranos De Moáí, ¿qué se hicieron? ¡El Señor los miré, y abrió sus manos, Y al abismo se hundieron! «Canta, Israel, al Justo, al Fuerte, al Santo, »Al que enjugó tu lloro: «Acompañe la cítara tu canto »Y el tíriipano sonoro.» 1826. POESÍAS ' 179 EL CANTO DE LA ESPOSA. (Imitación del Cantar de los Cantoj^es.) Ven á tu huerto, Amado, *Que el árbol con su fruto te convida, Y el céfiro callado Espera tu venida: Tú al céfiro y al huerto das la vida. La aurora nacarada Desdeña esquiva la purpúrea rosa A la tierra inclinada: La abeja silenciosa Ni en torno gira, ni en la flor se posa; Ni á su consorte halaga El ruiseñor, sin tí, cantando amores; Ni mariposa vaga Entre las gayas flores Desplegando sus alas de colores. Ven á tu huerto. Esposo; Ven á gustar las sazonadas pomas En mi seno amoroso; Venj que si tú no asomas Sin tí mi seno es huerto sin aromas; 180 tentoha de la. vega Ven, que por ese prado El Sol ardieote tus mejillas tuesta: Aquí el roblo copado Blauda sombra noa presta» Y en mi regazo pasarás la siesta. Yo duermo en mi morada; Mas del Esposo el corazón velando Espera la llegada. Ya oí su acento blando: El Esposo á mi puerta está llamando. EL ESPOSO. Abre, Esposa querida; No te detengas, no, consuelo mió; Ábreme por tu vida» Que yerto estoy d© frió: Mis cabellos cubiertos de rocío. I#A ESPOSA. '¡Ay! iQue el desnudo pecho Temo al aire sacar. Esposo amado» De mi caliente lecho! ¡Ay ¡Que el pié delicado Temo llegar al paTimento helado! Sus dedos el Esposo Entró por los resquicios de la puerta: Á su tacto amoroso poesías 181 Mi corazón despierta, Y toda tiemblo avergonzada, incierta. Álceme presurosa Para abrir al Esposo que esperaba, Y mirra muy preciosa Mi mano destilaba, Que corrió por los gonces de la aldaba. Mas el Esposo amado No me esperaba ¡ay, triste! y era ido Celoso y despechado. ¡Mi acento dolorido Llámalo, y no responde á mi gemido! Los guardas mo encontraron Que la ciudad custodian, y me hirieron, Y el manto me quitaron Como sola me vieron Y ramerilla pobre me creyeron. Doncellas de Judea, Si por dicha encontráis mi fugitivo Decidle que no sea Con su adorada esquivo, Que ya morada y lecho le apercibo. ¿Conocéis, por ventura, Castas doncellas, á mi Esposo ausente? Gallarda es su figura Como el cedro eminente, Y bruñido piarfíl su tersa frente. 182 VENTURA DE LA VEGA Conoceréis quién sea Si al verle os encendéis en fuego vivo. Doncellas de Judea Traedme al fugitivo, Que amor y Esposa j lecho le apercibo* 1825. Á DON MARIANO ROCA DE TOGORES (HOT marqués de MOLINS) EN LA MUERTE DE SU ESPOSA. EPÍSTOLA- Hay en la vida lágrimas, Mariano, Que la amistad contempla silenciosa Porque enjugarlas intentara en vano. Al que las llora en la reciente losa De un sepulcro, do en flor arrebatada La dulce prenda de su amor reposa. No con usados pésames le agrada Ver en el llanto que á sus solas vierte La majestad de su dolor turbada. ¿Pues quién, mi caro amigo, de otra suerte Antes que yo consuelos te ofreciera? — Si heridas que feroz abre la muerte Mano mortal cicatrizar pudiera, ¿Cuál para tí, cuál otra que la mia Más diligente y cariñosa fuera? — POESÍAS 183 Contigo me crié, contigo im dia En las aulas bebí de San Mateo £1 fuego do la hermosa poesía. Aún me parece que vagar te veo Con precoz gravedad cuando sonaban Las suspiradas horas de recreo^ Mientras otros, astutos, se burlaban Del ayo mexorable, y bulliciosos Por el i9.\sLáo Jar di uillo andaban. Allí vimos brotar los generosos Alientos de cien jóvenes, que ahora Son en ciencia y valor nombres gloriosos. Allí rayar en su brillante aurora De Espronceda ¡oh, dolor! el genio ardiente. Que el soplo de la muerte heló á deshora. Allí León el ánimo valiente Apercibía á la inmortal jornada Que vio de Huesca la asombrada gente. Allí Pezvsla, en lira delicada. Probó la diestra que empuñar debia La épica trompa y la fulminea, espada. Allí Ochoa, do ciencia y poesía* Apurando el raudal con noble empeño. Labraba su futura nombradía. Allí, en tono ora grave, ora risueño. Rico de inspiración, sonaba el canto De Felipe, el satírico limeño. ¡Allí otros mil!.. . — ¡Oh, fugiwvo encantoí ¡Oh, sonrisa primera de la vida. Recuerdo de placer, que arranca llanto! ¿Y qué, Mariano, la ilusión perdida 184 VENTURA DE LA VEGA De la edad infantil en noche oscura Nos dejó acaso el alma sumergida? ¿No hay ya un rayo de luz serena y pura? ¿Es este mundo una región de duelo, De desesperación y de amargura? ¡No, no es verdad! — Del nebliloso cielo Del negro Septentrión esa herejía Vino en traje francés á nuestro suelo. ¡Todos pecamos! — Yo también un dia, Gimiendo á drede, por seguir la usanza, Vime arrastrado en la común manía A esa espelunca, do á leer se alcanza Sobre la puerta con azufre escrito: */Ay/ ¡Dejad, los que entráis, toda esperanza!^ Allí en verso trotón, y á voz en grito. Lloraba su vejez anticipada ün melenudo imberbe mancebito. Otro de la romántica pleyada, Que tres lustros de edad mostraba apenas, Al blando arrullo de niñez mimada Lloraba desengaños á decenas De esta imperfecta sociedad, que al hombre Ata al nacer con grillos y cadenas. Y porque más su desventura asombro ¡Quejábase también de e^izv minado De una secreta enfermedad sin nombre! ¡Era un vivir aquel desesperado! Sólo se oia en recia taravilla: ¡Maldición! por un lado y otro lado. Por fin, de aquella ñera pesadilla Conseguí despertar con trasudores POESÍAS 185 A las voces de Lista y Uermosilla* Y al contemplar de nuevo los albores Del sol, que en torno á mi la densa bruma Disipaba con vivos resplandores, Dije: ¡Gracias á Dios! — Pues ni me abruma La sociedad, ni anillo con veneno Llevo, ni tengo mal que me consuma, Ni he sido de fortuna tan ajeno -Que un ñel amigo, una mujer constante No hallase alguna vez, yo no soy bueno Para tanto gemir. — ¡Extravagante Empeño es sepultarse dje por vida En el infierno bárbaro del Dante^ Y no vagar, con alma embebecida En trinos de aves y en olor de rosas, Por los jardines mágicos de Armidal Mis ojos otra vez á las hermosas Regiones se alzan del sereno polo A buscar sus deidades fabulosas; Que yo la lira del crinado Apolo, Que invoqué tantas veces al ruido De las doradas ondas del Pactólo^ No he de trocar por el feroz graznido Del repugnante pájaro que viene * Del hedor de las tumbas atraído. Y prefiero las aguas de Hipocrene Á esas lagunas cenagosas, donde Blanca fantasma su morada tiene, Y al que pide favor sólo responde Con un ósculo hediondo y un acero <3ue entre los pliegues de su manto esconde. 186 VESTCHA DE LA VEGA Álcese Byron de su numen fiero En las alas flamígeras, y escoja A su espíritu audaz nuevo sendero. Tímido el mió á tanto no se arroja, Y me conduce por la usada huella Que en dulce resplandor bañó Rioja, ¿Tan escasa de luz brilló la estrella De las clásicas musas? Si el auxilio Inrocaba Boscan de Erato bella, ¿No deleitaba en pastoril idilio? ¿Tan mal la trompa de Caliope suena En los cantos de Homero j de Virgilio^ ¡Y tú, Mai'iano, que en la amarga pena Á que el humano esfuerzo no resiste, Derramas de tus ojos larga vena! Si algún consuelo á tu dolor existe Sólo en las musas le hallarás acaso: ¡Sí, que también para el que llora triste Tiene lágrimas dulces el Parnaso! Las que en el lamentar de dos pastores Vertió sin duelo el tierno Garcilaso, ¡Y ya que el golpe irreparable llores, Corra al son de la cítara tu llanto: Que del que viertas tú nacerán flores! ¡Ven, y hallarás el bálsamo que un tanto Alivie tu mortal melancolía En la antigua amistad y en el encanto De la consoladora poesía! Julio de 1842. LA AGITACIÓN. [Imposible arrancar del alma mi a Sina acentos de amor!.... iCabor no puede DoDde impera tu ím^igen adorada Siao amor, sdlo amor!.... jCuanto solía Mi pecho conmover ya todo cede A la ardiente mirada Do tus luceros bellos! Mal mi grado á sus m.igicos destellos Mi turbulenta vida ealA sujeta. Como al influjo de Fatal cometa Cede el bajel al ímpetu ru(;¡eDte Del huracán sañudo, Y al puerto amigo arrebatarse siente, Ó vá á estrellarse en el peñasco rudo, AkSl en la liebre, do anhelando gira Este alma delirante. Tus ojos soD, Amira, Los que entre el puerto y el peñasco errante. Sin elección, perdido el albedrlo. La oscilación del huracán le imprimen, Y en ciego desvario Lánzase Á la virtud, lánzase al crimen. ¡Y este vaivén continuo, esta perpetua Conmoción es la vida! — ¡Cuántas horas Mudo, yerto, insensible Como la piedra en que sentado estaba, Ba seguir las sonoras 1 188 VFiNTmA DE LA VEGA Ondas de la corriente que pasaba Inorte consumia! ¡Cuántas, la vista atenta, Iba siguiendo estupida la lenta Sombra que en derredor del tronco huia! Campo de soledad, yo te buscaba Porque el mundo decía Que la felicidad en ti habitaba^ Y en aquel corazón que la invocaba Su misterioso bálsamo rertia. ¡Mi corazón de fuego En tí no la encontró: floresta umbría, Silenciosa montaña, campo triste, Yo la paz de la vida te pedia. Tú la paz de la tumba me ofreciste! Felicidad, ¿dó estás? — ¡Este vacío Que al dilatarse el corazón no llena, Ven, ocúpalo tú! — Si ronco suena £1 guerrero clarín, j á la matanza El hombre vuela contra el hombre, dime: ¿Bastaráme empuñar la férrea lanza Y á la pugna volar? Cuando mi diestra, Al son triunfal de los preñados bronces, En sangre bañe la mortal palestra Misteriosa deidad, ¿te hallaré entonces? — En el tropel del mundo Yo también te busqué. Torvo guerrero, Sobre carro veloz, de lauro ornado, Agitando el acero. En lágrimas j sangre salpicado. Raudo al cruzar la turba peregrina, I POESÍAS 189 «¡Felicidad, felicidad!» clamaba. Y, en tanto, «¡Aquí domina!» Otro desde la tumba me gritaba. ¿En la T ida? ¿En la muerte? ¿Dónde estás para mi? — ¡Silencio mudo! ¡Y las horas corrían!.... ¡Y los años volaban!.... ¡Las hojas de los árboles caian Las hojas de los árboles brotaban! — Una mujer con su flotante velo Tocó al pasar mi frente; Trocóse en fuego do mi pecho el hielo. Mis entrañas temblaron de repente, Los brazos tiendo á la fantasma bella; Mas, al asirla, alzada Vi un ara ante mis pies, y detrás de ella Mi visión adorada, Y un misterioso acento que deeia: «¡Profanación delito!» Y en su abatida frente se ieia Un juramento escrito. ¡Mi planta no, mas de mi pecho ciego Llegó un lamento á penetrar su oido, Y en sus trémulos labios tocó el fuego De mi ardiente gemido! Abrió sus ojos por la vez primera. Dejándome cim sola una mirada En devorante hoguera Toda el alma abrasada. jAh! ¿Qué me importa? ¡Agitación sublime Yo te adoro! ¡Tú eres 190 VENTURA DE LA VEGái Alma de mi existencia! — ¡Oprime, oprime Un corazón á quien la calma espanta; Inunda, inunda mi mejilla en lloro: Clamar me oirás entre congoja tanta: Agitación sublime, yo te adoro! 18í>2 Á DON JOSÉ AMADOR DE LOS RÍOS CONTESTANDO Á UNA C\BTA SUYA EN TERCETOS EN QVR ME PEDIA HORA PARA HABLARME. «r¡Si en la frente del hombre se leyeran Escritos los afanes de su pecho. Cuántos, que envidia dan, lástima dieran!» Esto en algún momento de despecho Dijo el buen Metastasio en italiano: Ponerlo en español es lo que he hecho. Y con ese terceto que te hilvano Tus dos primeros contestados dejo; ¿JVIe entiendes, Amador? — Vamos al grano. — No pienses, caro amigo, que me quejo Del importuno enjambre pretendiente Que en pos me sigue, impávido cortejo. No me quejo de ver que se presente Uno á quien nunca vi, ni me hace falta, Y me diga: «¡Aquí estoy!.. jSoy tu pariente!» No me quejo del sandio que me asalta Porque le gusta la casaca roja Y quiere que le dé la Cruz de Malta. f. POESÍAS 191 Ni del chinche á quien verme se le antoja Guando voy á afeitarnie ó á vestirme, Y si no le recibo se me enoja. Ni de los que me aguardan á pié firme En el portal de casa, en la escalera, Sin poder de sus garras desasirme. Ni de la viuda cdcora y parlera Que me repite siempre el estribillo De que le den seis pagas tan siquiera. — «¡Vamos, sáqueme usted un socorrillo! Usted lo puede hacer en un momento; Usted tiene á la reina en el bolsillo.» (1) No me quejo, Amador, no me lamento De esa turba procaz; que, al encumbrarme» Ya esperaba sufrir este tormento. De quienes debo con razón quejarme Es de amigos cual tú; sí, de tí sólo, Que pides hora y sitio para hablarme. ¡Y vive San Francisco Caracciolol Que á no venir tu ruego impertinente En el idioma del celeste Apolo, Circunstancia que ha sido suficiente A desarmar mi enojo, la respuesta Fuera una interjección poco decente. Mas no quiero reñir: pase por ésta. Sabes mi casa: á ver si yo consigo, Entro tanta visita y tan molesta, Recibir una vez á un tierno amigo. Junio de 1847. (1) Era yo seorotario particular ele 16 reina. 192 VENTURA DE L\ VEGA AL EXCMO. SR. CONDE DE SAN LUIS POR LA GBEACION BEL TEATRO ESPAÑOL. ¿Dónde la gloria vive del que un dia, En Accio vencedor, desde las cumbres Del enriscado Cáucaso á las playas Del mar de Luso dilató su imperio? ¿Dónde? — Ese imperio destrozó en un punto Bárbara hueste que lanzó cual raudo ' Torrente el Septentrión: circos y templos. Termas, palacios, todo, el habla misma Despareció; mas al común estrago, ^ Sobre siglos sin fin, los inmortales Cantos de Horacio y de Marón divinos Sobreviviendo van, y allí la gloria Del protector de las Romanas letras. ¿Qué es del trono fortisimo que en sangre De turbulentos proceres la dura Mano afirmó, cabe el medroso Sena, Del purpurado Richelieu? Juguete Del viento popular voló en pedazos; Mas contra el murmurar de la indignada Posteridad el opresor valido Salva su gloria en la que alzó, y aún vive Con renombre inmortal, docta Academia. Tu, más que á los históricos ejemplos Y ardiente sed de fama, á los impulsos Del corazón magnánimo que abriga» poesías 193 Obedeciendo fiel, en tus floridos Años asunto con tus hechos prestas ¡Oh, noble Conde! á la española Musa. Ella, en tanto que al pié del soberano Solio te vio, dispensador de honores, Mezclar su voz no quiso á la que alzaba El lisonjero, que al poder presente Cerca y ensalza, gárrulo cortejo. Mas á la puerta del modesto albergue Que hoy tornas á habitar, rico de gloria, Te esperó silenciosa, el plectro de oro Presto, y á la voz y la sonante lira. Oye cuál vibra en tu loor, y el estro De cien vates inflama, que, á porfía, «¡Eterno, cantan, vivirá tu nombre. Protector del saber!» — jOh, noble, oh, digno Premio que tanto mereciste y gozas! Gózalo en paz; y el que ásperos desdenes Halla no más y hondo silencio cuando De la áurea silla del poder la instable Deidad le precipita, á si se culpe. No riqueza y dominio á la existencia Bastan de un pueblo. Si las sabías leyes, La abundancia, la paz su cuerpo nutren^ Alma tiene también, y el alma vive De esii gloria purísima, que el vulgo De los graves políticos desdeña Y humo vaijo apellida. — Tú, arrostrando Tal vez su risa imbécil, decoroso Templo alzaste á Talia. — Allí de Lope, De Calderón y de Rojas y de Inarco, TOMO VIII 13 194 VENTURA DE LA VEGA De Moreto y de Tirso ^ numeroso Pueblo torna á admirar, ora discreta Y en artificio rica, ora terrible, Ora humilde y moral, la t' »re nuera Dramática ficción. — Los que al reflejo Do aquellos faros luminosos siguen La ardua senda con gloria que á la cumbre Del sacro Pindó guia, de las rosas Que en sus pensiles de etcrnal verdura, Al amoroso riego de llipocrene Dulce fragancia esparcen, ya preparan Á tus sienes espléndida corona. jYo, á quien no es dado la sublime altura Del Helicón pisar, una sencilla Flor de su falda corto: ofrenda humilde, Que, agradecido, te presento en estos Desaliñados nú ñeros, que acaso No morirán porque tu nombre llevan! 1851 ' AL EXCMO. SR. MARQUÉS DE MOLINS. Varios amigos del Marqués de Molins le dirigimos á París una carta en tercotos ol día de Navidad del año de 1855. Cada uno escribió un trozo de ella, ligándose con el anterior. Hé aquí el mió: con ól rematal)a la carta. Oportuno, en verdad, viene ese tanto A mediar el terceto antecedente. Pues me convida á principiar con llanto. poesías 195 Llanto vierten mis ojos, hechos fuente, Mariano, desde aqjiel tremendo dia, £n mi memoria sin cesar presente^, Cuando en la lucidez de su agonía. Estrechándome tierna al casto seno, •¡Todo es verdad!» mi esposa me decía. ¡Todo es verdad! lOh, Dios! Si en ronco truena Sonó un dia tu voz, y á su rugido Sanio en tierra cayó de asombro lleno ¡Oh! ¡Milagro de amor no merecido! — ¡Tu voz por aquel labio moribundo Tocó en mi corazón estremecido. Gusano vil en lodazal inmundo! Alas de mariposa me nacieron, Y con ellas me alcé lejos del mundo. A regiones más puras me subieron; Mas no ho llegado á la sublime alteza De los que el lazo mundanal rompieron. ¡Cuándo será! — ;Me oprime la tristeza! ]E1 pesar en que á solas me consumo Cesa al dormir, y al despertar empieza! Pídele á Dios, Omnipotente y Sumo, Que te guarde á tu Carmen ¡Ay, amigo! ¡Y no le pidas más: el resto es humo^ — De tu casta niítad al dulce abrigo, Donde quieras que estés, patria y honores, Y placer, y amistad verás contigo. ¡Ay! ¡Para mí no tiene el mundo amores. Ni encantos la amistad, ni luz el dia, Ni calor el hogar, ni olor las flores! Hoy viene á acrecentar la pena mia 196 VENTURA DE LA VEGA La memoria del santo aniversario Que á tu lado pasé jY ella vivía! iCuán distinto de aquel! — ¡Destino vario Á tí te arroja cabe el turbio Sena, » A mí en Madrid me amarra solitario ! Mas ¡ay! jEl bronce místico resuena! ¡Media-noche sonó!.... ¡Luz desusada Brota en Belén y el universo llena! — Triste prole de Adan^ ya estás salvada: £1 niño Dios, que los pecados quita, Nos abre ya la celestial morada. ¡Oh, placer! ¡Allí está! — ¡De Dios bendita,. Mi Manuela^ vestida de hermosura, Entre los puros ángeles habita! ¡Alma inmortal! ¡De la celeste altura Por tu marido y por tus hijos vela', Que moran este valle de amargura! — ¡Sí, Mariano: tu amigo sólo anhela Sentir en breve el lazo desatado Que este cautivo espíritu encarcela; Y por tanto ilolor purificado ^ . A mí esposa en la gloria un irnier presto Y ver que allí también, á nuestro lado, Te guarda Dios el merecido puesto! A MI AMIGO EL EXCMO. SR. DON TOMÁS DE CORRAL. No pienses que esta epístola, Corral Excelentísimo, Va dirigida al célebre POESÍAS 197 De Hip(5crates discípulo, Por más que yo, sin brújula, Bogue en estrecho círculo Sin que tus sabios recipes Den al bajel más ímpetu. No tanto aflíje el ánimo De este doliente mísero El ver la ausencia crónica De su Doctor científico, Gomo las dulces pláticas Del aiiiigo carísimo No oir, ni en grato diálogo- Darnos placer recíproco. Lo que es en cuanto al médico, Si de mi casa el címbalo Tocase y dentro viéralo, Fuera con él brevísimo. Solamente dijérale Que ante el poder febrífugo De las plateadas pildoras Que introduce en mi físico; Y gracias á la pócima Con que Simón, el químico, Purgó mi región ínfima De materiales rígidos; Y á la virtud benéfica De aquel sabroso líquido. Producto del cuadrúpedo Que con Bolán fué explícito, Ya mis repuestas visceras, Merced á estos antídotos. 198 VENTURA DE LA VEGA Con SU morboso cómplice Han roto el fiero vinculo. Y dócil ya mi estómago Digiere el néctar indico, Que, en espumante jicara. Es de vii gula el idolo; Si bien no tan benévolo Suele mostrarse el picaro Cuando la carne sólida (Aunque de tierno Titulo) Envuelta en jugos gástricos ' Baja al duodeno critico, Y toca por sus trámites En la región del hígado. Ya allí más climatérico 4 Se presenta el capítulo: Que el abdomen atónico Se eleva timpanilico. La digestión, por último, Cuesta trabajos improbos; Mas se hace, y presto el órgano Vuelve á su estado prístino. — En estos dias plácidos, En que, venciendo el frígido Rigor, el mimen Deifico Mostró su rostro vivido. Salí, según sus órdenes. En alquilón vehículo. Del ambiente atmosférico Á aspirar el oxigeno. Mas ni aún con ese método POESÍAS 199 Place al Dios soporífero Que de noche mis párpados Cierre sueño pacíñco. — Esto al Doctor dijérale; Mas no podré decírselo, Que de mi hogar doméstico Tocar no quiere el címbalo. Tú, pues, que de ese prófugo Amigo eres tan íntimo, Según es fama pública. Corral amabilísimo; Tú, de mi parte, búscale, Y díle que mi espíritu Se apoca melancólico Si no entona mi físico. Que un régimen dietético Me imponga, y yo, solícito. Más que el Coran los árabes, Guardaré sus artículos. Dile que si algún mérito Halla eu mis versos líricos, y ''e escritor dramático ^ ' • otorga el alto título, lorne á este cuerpo lánguido Vigor que m¡ estro rítmico Encienda; y de mi cítara Verá que al son dulcísimo Canto su nombre célebre. Que es ya do salud símbolo: Y, acaso, al suyo uniéndole Suba mi nombre altísimo. Mnrzo de 1^53. 200 ventcha de la vega. Á LA TOMA DE TETÜAN. SONETO. (I) ¡Musas, alcemos de victoria el canto! ¡España despertó; su honor la inspira: Y fué el arranque de su noble ira Del mundo admiración, de África espanto! En desagravio, al fin, de ultraje tanto Tetuan postrada á nuestros, pies se mira. Musas ¡cantad! Y al eco de la lira Reverdezcan los lauros de Lepaiito. Sí: que al ver por las ondas del Tirreno Allá lanzarse en la guerrera popa Hueste arrojada y adalid sereno, Y que á sus antros con terror galopa Roto y vencido el bárbaro Agareno,.. • ¡Ya con respeto nos saluda Europa! FobrorodelSOO. VERSOS RECITADOS EN EL TEATRO DEL PRÍNCIPE EN UNA FUNCIÓN DE ANIVERSARIO DE CERVANTES. Si de Norte á Mediodía, En uno y otro hemisferio. No abarca ya nuestro imperio Los pueblos que abarcó un dia. (1) Improvisado, con consonantes forzados, en la tertulia lite- raria del Marqués de Molins. POESÍAS 201 Por uu nombre lodavía Somos lo que fuimos antes: Pues los que más arrogantes Las glorias de España ultrajan, Gallan y la frente bajan Guando decimos: ¡Cervantes!! Roma y Grecia, que al acero. Del bárbaro el cuello dan, Hoy viven y vivirán En Virgilio y en Homero. Gontra el destino severo, Que así en los pueblos se ensaña. Un libro nos acompaña Al eterno porvenir. ¿Puede el Quijote morir? — Pues morir no puede España. Vosotros, que al grito santo Respondéis de patria y gloria, Venid, honrad la memoria Del Soldado de Lepanto. — ¡Gloria al que es del orbe encanto! ¡Gloria al ingenio fecundo, Festivo á un tiempo y profundo! ¡Gloria al Cautivo de Argel! — ¡Aun nos llamamos por él La primer nación del mundo! Abril de 1862. 202 VENTÜHA DE LA VEGA Á LOPE DE VEGA. TERSOS RECITADOS EN EL TEATRO EN UNA FUNCIÓN DE ANIVERSARIO. Tres siglos há que este Sol, Que hoy luce en el fírmamento, Alumbraba el nacimiento Del gran poeta español. Purificado al crisol De una edad y de otra edad, Monstruo de fecundidad, Numen de la patria escena, Lope con su nombre llena Del mundo la inmensidad. En la modesta mansión Que oyó su postrer gemido Hoy á Lope se ha rendido Tributo de admiración (1). Aquí, con mayor razón. Aquí, templo de su gloria. Donde una y otra victoria Le ornaron de resplandores. Demos, público y actores. Un aplauso á su memoria. (1) Alude ¿ la ináu^rncion hecha por la Academia Bspañola ^e una lápida con el busto de Lope en la casa que éste habitó. — La ceremonia se verificó el día 25 de Noviembre de 18(52. POESÍAS 203 POR ENCARGO DE UNA NOVIA PARA SU NOVIO. 'weo-w £q esa cinta te entrego Mi cabello entretejido, Que, por mi cuello tendido, Mi llanto tal vez bañó, Imaginando que acaso La fé que me prometías Á otras mil se la ofrecias Tan crédulas como yo. Mas no tan alegre día Nublar con temores quiero: Por mi amor puro y sincero El tuyo quiero medir; Y esa cinta será el lazo Que sepa atarte á mis plantas Si la promesa quebrantas Que me juraste cumplir. Si con fé constante pagas Mi cariño, mis amores, Blanda cadena de flores En esa cinta hallarás; Mas, si traidor algún dia Tras otra amante volares, Cuando romperla intentares De hierro la encontrarás. Marzo ele 1829. 204 VENTURA DE Í.A VEGA EN EL ÁLBUM DE LA DUQUESA DE F. ¿Ves al ciego, cuando siente Al entrar la Primavera Blando calor en la esfera Y perfumado el ambiente, Cómo lucha allá en su mente, Que en noche sumida fué, Hasta que con viva fé Se forja, entre mil primores, Idea de aquellas flores Y de aquel Sol que no vé? Asi JO, que nunca vi Tu rostro, bella Duquesa, Y oigo decir que embelesa La hermosura que hay en tí, Mezclando, por lo que oí, Tintas de hermoso arrebol De mi mente en el crisol, A forjarme de tí llego Una idea, como el ciego De las flores y del Sol. 1850. EN EL ÁLBUM DE ISIDRA DUPUY. ¿Qué pasa en mí? ¿Qué es esto? ¿Cómo ahora. Latir no siento el pecho estremecido? ¿Cómo al mirarte, Lsidra encantadora, No me postro á tus piós, de amor herido? POESÍAS 205 Yo, que al mirar una mujer hermosa (No hermosa con tú, que eso no es dado) Volara en derredor cual mariposa Hasta verme en sus llamas abrasado, ¿Hoj la sonrisa de tus labios rojos. Tu lindo pié, tu mano torneada. Tu talle esbelto, tus divinos ojos Puedo, Isidra, mirar, sin sentir nada? ¡Y yo el vínculo aplaudo que te liga!.... - i Yo te contemplo indiferente y yertofi... ¡Yo me contento con llamarte amiga!.... jMi corazón se heló; no hay duda: he muertof Eaux-Bonnes. Agosto de 1860. EN EL ÁLBUM -DE LA CONDESA DE FUEN-RUBIA. <\AA/WWN/V Sabrás, María, que he estado, Por mala co7*responde7hCÍ(iy Privado de la existencia Y casi casi enterrado. (I) Por fin con vida salí: Y, huyendo de la que mata. Correspondencia más grata Hoy, María, busco en tí. (1) La Correspondencia dio por aquellos dias la noticia do mi fa- Uocimiento. 206 VENTURA DE L.\ VEGA Si rae concedes licencia De amarte cual tierno amigo, Y de tu afecto consigo Una fiel correspondencia. Con satisfacción cumplida Diré: ¡bendigo mi suerte: Si una quiso darme muerte, Otra viene á darme vida! 1864. EN EL ÁLBUM DE LA MARQUESA DB PORTUGALETE EL día de su santo, VIERNES DE DOLORES DE 1856. Cuando en vistoáo salón Te vi aparecer, Dolores, Entre encajes y entre flores, De alegre música al son: Y vi por primera vez Tu talle airoso, elegante, El candor de tu semblante, La blancura de tu tez, En tu encantadora faz Hallé una dulce expresión. Que brindaba al corazón Con ilusiones de paz. No la paz indiferente Del ser insensible y frió. POESÍAS 207 Que del mundo en el vacío Ni ama, ni goza, ni siente: Sino aquella calma grata, Imagen del mar sereno. Guando en su tranquilo seno La luz del Cielo retrata, Y en su sosiego profundo De poder dá señas tales, Que si rugen vendábales Pudiera tragar el mundo. La paz que á gozar convida, Y dulcemente conmueve. Guando en tus manos de nieve Vibra el arpa estremecida: Ó con tímido rubor. Que te dá mayor encanto. De tu simpático canto Suena el eco seductor. Ora en bi ioso corcel Cruzas el Prado atrevida. Ora das al lienzo vida Con tu mágico pincel: Ya con modesta expresión Tu claro talento brilla, Y es ingeniosa y sencilla Tu grata conversación. Sólo turba la armonía De cuadro tan lisonjero El nombre de triste agüero Con que hoy se anuncia tu día. ¡Qué importa! No es cosa nueva 208 VENTURA DE LA VEGA Que nos pongan al nacer Un nombre, que viene á ser Sarcasmo del que lo lleva. No temas, pues, los rigores Que tu triste nombre augura: Dios, que me dio á mí Ventura^., No te dará á tí Dolores, EN EL ÁLBUM DE UNA DESCONOCIDA. Todos estos señores Te llaman guapa, Pero es porque te han vislo. ¡Vaya una gracia! La gracia fuera Celebrar tu hermosura Sin conocerla. £1 cielo á mí esa gracia Me ha concedido. Pues donde hay algo bueno Yo lo adivino. Que la hermosura Se siente hasta en el aire Que la circunda. Hasta el menor objeto Que la rodea Se impregna del perfume De su belleza. Las mismas hojas POESÍAS 209 De este libro en que escribo Huelen á Jiermosa. Así, pues, sin recelo De equivocarme, Te diré, bella Emilia, Que eres un ángel. Y hasta me atrero Á decir lo que tienes De más selecto. Al que una vez, Emilia^ Mira tu rostro. Desde luego le encantan Tus lindos ojos. Donde fulgura La luz de las ardientes Hijas del Turía. Después de ver tus ojos, Si queda vivo, Al contemplar tu boca Perderá el juicio: Y más si de ella Se exhala el dulce eanto Que al alma llega. Esto, sin conocerte, Digo y declaro: No temo, bella Emilia, Llevarme chasco. ¡Ay! íTemo sólo Decir cuando te vea: Me quedé corto f Junio de 1862. TOMO VIII 14 210 VENTURA 0E LA VEGA EN EL ÁLBUM DE *«* Guando cüuicmples la saña Del mar, que entre densa bruma. Alzando montes de espuma Los riscos del puerto baña. Piensa que igual conmoción, Igual tormenta de horrores Pueden causar tus rigores Á algún triste corazón. Mas cuando en ondas de plata Se tienda el mar mapsamente. Cual terso cristal luciente Donde el cielo se retrata. Gózate en mirarlo, j di: «¡Al alma más angustiada Sólo con una mirada Puedo yo tornarla así!» 1838. Á UN AMIGO. INÉDITA. Gon el dador te mando, Don Joaquín, Setenta y dos realazoT de vellón Por las catorce varas de alepin, Y si no es alepin será mahon, POESÍAS *ill Ó será lo qae sea, porque, al ñn, En telas de mujeres al varón No le toca en el mundo averiguar Si no cuánto dinero ha de aflojar. Sien lo sabrás por experiencia tú. Que pagarás, sin entender lo que es, Ya una cosa que llaman Canesú, Ya un vestido con pasa, otro con HéSy Ya las bertas^ que cuestan un Perú, Ya el Camaü, ravenciocres del francés: Y tú, de este Babel, ¿qué entenderás? La sama de la cuenta ¡y nada más! Pero en cambio conñesa, y yo también Estoy pronto, Joaquín, á confesar. Que para algún mal rato que nos den Muchos buenos las hembras suelen dar. Así, pues, yo declaro que hace bien El hombre que, cansado de rodar, Busca, por fin, la dicha que no hall<3 Donde tú la buscaste y donde yo. Esto de entrar en casa un hombre y ver, Si trae de la oficina mal humor, Que sale á recibirle la mujer Con los hijos saltando al rededor; Que se sienta con ellos á comer; Que luego le acarician con amor, Y por la noche... ¡Oh, gozo sin igual! jEs mucha cosa el tálamo nupcial! Vengan, pues, las modistas en tropel; Vengan los diamantistas mil á mil: Aunque traigan la cuenta en un papel 212 VENTURA BE LA VEGA Más largo que de Gtdiz al Brasil, Nanea nos costarán lo qae el burdel Cuando hicimos la vida estudiantil. Y, ahorrándonos la esposa tal renglón. Nos suele ahorrar también Pero ¡chitoa! Á MIS AMIGOS. No muera, amigos, en el pecho helado Tímido el fuego creador del genio: Llega el momento en que la lira el libre Cántico suene. Ese que os hizo de abundante vena Rico presente la deidad del Pindó, No es vuestro sólo; de la patria es feudo: Ella lo pide. ;A.y! jDe la patria?.... preguntar os oigo. *»¿Dó está la patria?...* Al corazón no llega »Del que contento en la cadena vive «Himno sonoro. «Francia^ que el trono de ignominia alzado «De Waterlóo sobre los muertos héroes, «Fiero padrón de servidumbre indigna ^ «Rompe y sepulta; «Francia en buen hora renacer la dulce «Lira contemple en que cantaba Horacio «Rotos al bote de romana lanza «Partos y Medos. POESÍAS 213 •Goce al cantor de las Mesemos (1), goce, » Alfonso (2), tu jigante numen; »Pindaros tenga la que tiene tantos •Héroes cual hijos. »¡Ay de nosotros! — ¡Sobre todos cruje •Látigo alzado déspota altanero, »Y hunde en el polvo y con la planta huella Liras y leyes!» Sí; mas la Musa que inspiró el robusto Son que la trompa eternizó de Herrera, Cuando Lepante enrojeció con turca Sangre sus olas; Y la que tierna suspiró en Rioja, La que del Termes encantó las aguas. Todas llorosas os demandan nuevas Aras y culto. «Jóvenes, dicen, á la dulce sombra De ese laurel que vuestra frente anhela Santa amistad y poesía junten Vates hermanos. Harto las iras de belhza ingrata Supo ablandar enamorado canto, Y vuestra lira enguirnaldó de rosas Alma ciprina.» Otros acentos las Pimpleas aman Guando despunta suspirada aurora; Pruebe á lanzar el inflamado plectro Ronca tirtéida. <1) Casimiro Delavigne* (2} Lamartine. 21 i tentüha de la vega ¿Veis? ¡Ya Pirene de sus cumbres kmza Hijos de Iberia que á salvarla vienen! (1) ¿Veis? ¡Ya el tirano en su caduco trono Pálido tiembla! ¡Caros alumnos, á la nueva patria, Ya desligada de servil coyunda, Himnos de gloria y lib^^rtad la corva Citara ensaye! Madrid, 1^90. ORILLAS DEL PÜSA. ¡Qué calor!.... Sudando llego, Por la empinada montaña Resbalando, A este valle, que en sosiego Tu corriente ¡oh, Pusa! baña Susurrando. Déjame un rato olvidar En tus orillas mis penas, Y el sediento Labio en tus ondas mojar, Y en tus húmedas arenas Dame asiento. Tu raudal, de ese elevado Monte al Tajo, en raudo giro Se derrumba C3) La invasión de los liberales emigrados, capitaneada por Mina y Valdés, »• ^ POESÍAS 21$ Tan humilde, que sentado Desde aquí su cuna miro Y su tumba. No importa que al Tajo ufano Tu breve curso no iguaie: Corre ledo; Y que nunca el cortesano En la carta te señale Con el dedo. Feliz quien encuentra un llano Donde los cerros evite De la vida, Y allí, del mundo lejano. Tu breve carrera imite Y escondida. Ese Tajo caudaloso, En cuyo profundo seno Vas á morir. Ya con puente ponderoso Su terso raudal sereno * Siente oprimir. Ya la í»ri.«ric* »si presa Su rápi-l » r tirso estorba; Ya desciende Ruin batel que se empavesa, Y su cristal con la corva Quilla hiende. Su destino es envidiar» o de tu curso suave La paz suma, Ó el alto poder del mar 216 VFNTÜIIA DE LA VEGA Que puede tragar la nave Que lo abruma. ¡Pobre Pusa!.... ¡Si insolente Por esos tendidos llanos Te lanzaras, En tu cristal inocente Cuántos siervos y tiranos Retrataras! De aquel trance malhadado De las armas españolas Fué testigo Guadalete ensangrentado, Y abrió tumba entre sus olas Á Rodrigo. JSerecina el lauro honroso Que cuatro lustros tejieron Hondo tragó: ¡Y el poder de aquel coloso. Que los hombres no vencieron, Allí^^sc hundió! Pusa humilde, manso rio. Tu dichoso apartamiento Le procura, Contra el ardor del estío, Al peregrino sediento Agua pura; Y al pastor que á tu campiña Desde ese monte desciende; Y al rebaño Que á tus márgenes se apiña; Y al can, que el redil deñende. Fresco baño. poesías 217 Y hoy á mi cuerpo cansado Contra el sol que ardiente pica Blando solaz. ¡Pusa, á Dios!.... ¡Corre ignorado, Y los quintos (1) de Malpica Fecunda en paz! Malpica, 1833. EL NOMBRE DE LAURA. SONETO. Ese tronco que Abril de pompa viste^ Donde grabas tu nombre idolatrado, Laura reráslo pronto deshojado: Que á la injuria del tiempo no resiste. Vendrá Diciembre con sus brumas triste Y cubrirá de escarcha el tronco-helado; Soplará el alquilón, y desgajado Lo arrastrará, si con furor le embiste. Templo más digno que tu nombre lleve. Donde no hay cierzo que lo abata impío. Ni invierno que lo cubra con su nieve. Un corazón será que te amo ciego. Laura^ los ojos vuelve; aquí en el mió Grabólo Amor con su buril de fuego. 1830^ (1) Lláxnanse allí quintos las diversas porciones en que se dividen las tierras de labor. 218 vENTrnA de la V£GA RESPUESTA Á UNA CARTA, No es que me he muerto, Sino al re?és: £s que no quiero Que á suceder Llegue tal cosa; Y hé aquí por qué Ayer no tuve La intrepidez jOh, mis queridos Luís j José! (2) De visitaros Como anteayer. Mas no por eso In^gineis Que á estarme en casa Me eondené. ¡Qué disparale! No eran las diez Guando me puse £q la del Rey. Mas ¡ay, amigos! No bien llegué A la CarrerUy Guando un tropel De ciudadanos (i) Don Luis M. Postor y Don Job¿ áe ,<^{ilamaneR. POESÍAS 219 Veo correr; Y uno (que debe Quererme bien) Me grita: — «jVegpa, No pase usted! Dos horas largas ¡Voto á Luzbel! Ahí me han tenido Con otros cien Sudando el quilo, Muerto de sed, Llevando á cuestas Hasta un cuartel Unos cajones No sé de qué: Y á esto se agrega Que tal cual vez Me sacudían En el embés Un zurriagazo Que era un placer. »- Yí>, que tal oigo. Dije á mis pies: ¿Para qué os quiero? Y eché á correr. — Esta es la historia. — Hoy otra vez La probatura Volveré á hacer; Y si consigo Pasar con bien, 220 VENTURA DE LA VEGA Sin vapuleo Ni otra merced, Á vuestra casa Iré á comer. A Dios, amigos, Hasta después. — Madrid y Julio Diez y ocho de Mil ochocientos Cuarenki y tres (1). ENTRE TIERRA Y CIELO. No estiendas, pobre niña,. Esa inocente mano, Que, buscarás en vano £1 seno maternal. Tu vida es una enigma: De madre no naciste: ¡Hija de un sueño fuiste, De un sueño funeral! En noche bulliciosa De fiesta y alegría Mí ardiente fantasía Finjióse una mujer. Miróme, y á sus brazos, A par que me miraba. (1) Eran días de revolución. La Milicia nacional hacia fosos y trincheras en las calles, y al transeúnte se le obligraha á trabajar en sü construcción. poesías 221 Sentí que me arrastraba Magnético poder. Desvanecido en ellos Cai con pasión loca, Bebiendo de su boca £1 balsámico olor: Y ciego, y delirante. Gozaba entre caricias Las últimas delicias De un inmortal amor. De pronto al pecho mió Llegar su mano siento, Que, con puñal violento. Me hiere el corazón. Á asirla voy, y al punto Cual sombra desparece, Y en su lugar se ofrece Fantástica visión. ¡Un lívido esqueleto Era mi prenda amada: De sierpe su mirada. De hiena era su voz! ¡Y de su propio seno Pedazos se arrancaba, Y á mi los arrojaba Con ademan feroz! Huyó, por fin, y libre De aquel horrible ensueño. De mis sentidos dueño Convulso desperté. ¡Ay! ¡Ño fué sueño todo: 222 VENTURA D£ L.l VEGA Que en llanto y clesconsualo Sola entre tierra y cielo, Niña infeliz, te hallé! ¡Ven, únic* ^cnerdo De aquel amoj soñado, Objeto abandonado De la que el ser te dio! ¡Si aquel amor fué sueño De enferma fantasía, Mi amor á tí, hija mía, No será sueño, no! (1) LA CHA. Nunca más bollo color Dio al horizonte tu llama. Astro de eterno fulgor, Al esconder tu esplendor La cumbre de Guadarrama; Nunca tu aroma sentí Más delicioso que ahora, Linda rosa carmesí; Nunca más bella te vi Con las perlas de la aurora. (1) Hice estos versos para un amigo quo me los pidid. A éL «e refiere esa triste historia. POESÍAS 2Tá N Arroyo, ijue turbio y feo Ayer te tí deslizar, ¿Gémo ían limpio te veo, Que ya de tu íoado oreo Las arenillas coatar? Galaaos campos que hacéis Be toda esta pompa alarde, ¿A quién celebrar queréis?... ¿Ó es, por dicha, que sabéis Que viene Laura esta tarde? IbíiO. DESPEDIDA Á UN AMIGO, •WWWWA Con bien te lleven, mi querido amigo. Propicio el viento, bonancible el mar. ;0h! ¡Si pudiera saludar contigo, Tras tanta ausencia, mi paterno hogar! iOli! ¡Cuánto fuera mi consuelo, cuánto. Si en esa nave huyéramos los dos! ¡Oh! ¡Si á este suelo, donde sufro tanto. Pudiera darle mi postrer á Dios, Tranquilo viera y con serena calma Desatarse bramando el alquilón! Junto á la horrible tempestad del alma Las tempestades de la mar, ¿qué son? Mas ya que quiere mi fatal estrella Con duros lazos sujetarme aqui. Por mi te postra, y con tus labios sella La tierra amada en que feliz, nací. 224 VENTURA DE LA VEGA Llévale tú los ecos de mi lira. Que ya desde hoy resonará en su honor. ¡Dile que es ella el númeo que me inspira Y el sólo objeto de mi ardiente amor! 1850. EN EL ÁLBUM DE MATILDE LAMARCA. ¡Matilde! ¿Quién no diria Que, para quedar vengada De la conquista pasada, La América aquí te envia? Pague España su osadía Y sus marciales arrojos, Pues nunca tantos despojos Vieron Pizarro y Cortés Como aquí rendidos ves A los rayos de tus ojos. Yo, que en su luz soberana El Sol de mi patria vi, Orgulloso me sentí De mi sangre americana. — Toda competencia es vana: No os pongáis en su camino, Flores; que el pincel divino Que os matizó do colores, Pinté más bellas las flores Que brota el suelo Argentino. Madrid 1860. ^ POESÍAS 225* AL EXCMO. SR. DUQUE DE FRÍAS EN LA MUERTE DE SU ESPOSA. ELEGÍA. ¿Quién á mi frente ciñe £1 funeral ciprés? La destemplada Lira de Young entre mis manos yertas ¿Quién Tiene á colocar? ¿Quién á mi pecho Pide lúgubre canto? ¿Quién agolpa á mis párpados el llanto? Santa amistad, perdona. Si alguna rez á tu celeste influjo Pude el canto ensayar, destellos eran Del juvenil ardor: nunca del genio La antorcha refulgente Con su lumbre inmortal ardió en mi monte. Á tu demanda en vano Llamo la inspiración: lágrimas sólo, Lágrimas te daré. Sí el llanto es digpo Tributo á la beldad que hundió en la tumba La parca devorante, ¡A.y! ¡Yo la lloraré! ¡Que otro la cante? Á la hermosura, al alto Ejemplo de virtud, dotes que unidas Ve e! mundo rara vez, ¿qué humano pecho Niega su admiración? ¡Hijos de Iberia, Que el sacro Pindó inspira, Piedad enmudeció: pulsad la lira! TOMO vm i 5 226 YENTUAA DE LA. VEGA. Sonó ol himno: Barcino, Madrid, j el S^ena, j el Adur lo oyeron. En el inerte mármol, en el mudo Lienzo, al olvido de la tumba arranca Su forma peregrina, Su celeste beldad, arte divina. ¿Cuál es tu triunfo ¡oh! muerte? De tu falsa victoria ¿cuál trofeo Es el que arrastras al sepulcro? En vano Allí tu triste víctima sepultas: De tu centro profundo Rayo consolador refleja al mundo. Así, después que cruza Por el tendido cielo el Sol radiante, Y en los abismos de la mar se esconde. Melancólica, blanda, halagadora Luz á la tierra envia^ Dulce recuerdo del ardiente dia. ¡Lloras, mi dulce amigo! — Llanto, y no má^, á su memoria, estéril Holocausto será: más alta ofrenda Pide á tvL amor: quien el consuelo hermoso De la virtud ignore Á su muerta beldad eterno llore. No tú, que de los Cielos El numen recibiste que tu nombre Hará inmortal, y lauros militares k Que tu diestra ganó, y en bien del pobre Dones de la fortuna, Y heredado blasón de ilustre cuna. ¿De labios más queridos POESÍAS 227 Oírlo quieres? Ven: allí se eleva El g<)tíco recinto; allí dirige Tu planta; llega: sobre el fuerte quicio Las cinceladas puertas Por invisible impulso mira abiertas. Traspasa los umbrales: Lámpara funeral su tembloroso Bayo refleja en el bruñido mármol De ostentosos sepulcros: en su centro Los restos venerables Yacen de los antiguos Condestables. ¡Mas tus inquietos ojos Buscan la tumba de tu amor! — Escucha: j Sordo ruido en su profundo seno Se deja percibir!.... Álzase en ella Sobre la abierta losa Una matrona. ¡Mírala: es tu esposa! De sus hombros desciende Cándido lino hasta la planta; el negro C!abello ondea en su marmórea espalda; Pálida majestad su noble frente Y sus mejillas tiñe; La corona ducal sus sienes ciñe. Y con solemne acento Así te dice: — «¡Treguas, caro esposo; Treguas á la aflicción: harto bañaste De amargo llanto el solitario lecho! ¡Tú, que lloras mi suerte, Si el triunfo vieras que nos da la muerte! Aquí no turba el alma El tronante cañón, la asoladora 228 VENTCAA DE LA VEGA Lanza que salpicó de humana sang^re Los pacíficos campos donde alzamos, Bajo el pajizo techo, De nuestro mutuo amor el primer lecho. La envidia ponzoñosa, La calumnia procaz, la tíranfa^ La bajeza servil, del mundo, sólo Del mundo son: la adulación traidora^ Que honor mentido ofrece. En la losa del túmulo enmudece, Mas no con llanto estéril: Con la virtud conquistarás, Esposo, Este ig^norado mundo de delicias. ¡Virtud costosa, sí! ¡Que esta diadema^ Tanto del hombre ansiada, Al bajar á la tumba cuan pesada! No el velo misterioso Me es dado alzar. — ¡Á Dios! — ¡Conmigo un día» En lazo eterno!....» Enmudeció la sombra, Y hundióse en el sepulcro; y aún su acento «¡Virtud, virtud!» — clamaba* «¡Virtud, virtud!» — el templo resonaba. Julio do 1830. EN EL ÁLBUM DE CARMEN COLL. ¡Carmen, parece mentira Que vaya á cumplirse un año Desde que le di á tu padre Los dias de San Fernando! POESÍAS 229 En un álbum, parecido Al que aquí tengo en la mano, Rogué á tu hermana le diera £n mi nombre un tierno abrazo. ¡Paréceme que fué ayer: Iba á terminarse Mayo! iPero.de aquel Mayo á éste Cuántas cosas han pasado! Desde luego un año entero; Y á tu edad,, Germen, un año Aumenta las ilusiones: A mi edad los desengaños. Mas si es verdad que en la vida Los he tenido, y amargos, No soy de los que maldicen Este mundo que habitamos. Primero, porque no hay otro (Hablo de tejas abajo), Y luego, porque hay en él Más da bueno que de malo. En esto, Carmen, sucede, Como en otros muchos casos, Que el infeliz alza el grito Y el feliz se está callado. Y aunque estos sean los más^ Como no mueven los labios. Parece que en este mundo No hay más que desesperados. Esto es, Carmen, la verdad: No seas tú copio tantos Que en el umbral de la vida 230 VENTURA BE LA VEGA Son viejos anticipados. Toma la virtud por norte Bajo el paternal amparo, Y de las Qores que brinde Aspira el aroma grato. Ni creas ni niegues todo: Y, aunque te cueste trabajo. No entregues tu corazón Si otro en prenda no te han dado. Pero, en fin, ¿por qué pretendo Darte consejos en vauo. Si todos ellos en uno Puedo dejarte cifrados? De tus penas j alegrías. De tus risas y tus llantos Elige por confidente Al padre que Dios te ha dado. Los amores de este mundo Viven porque esperan algo; £1 de un padre nada espera: Ni siquiera ser pagado. Pero ya quiero dar fin, Que el sermón vá siendo largo, Y quizá te es'toy diciendo Lo que tienes olvidado. Perdona; y cuando amanezca El dia de San Fernando, Y de tu padre celebres £1 feliz aniversario. Lo que á tu hermana encargué Á tí de nuevo te encargo. — POESÍAS 231 Y Dios nos conceda á todos Ver muchos meses de Mayo: Á ti, Carmen^ y á tu hermana, Para que le deis mi abrazo; A él para recibirlo, Y á mí para recordarlo. Mayo de 1868. AL EXCMO. SR. MARQUÉS DE MOLINS. SONETO. (1) Por más que lo repugne mi salud, Quebrantada de tiempo inmemorial^ A las cenas de Pascua y carnaval No tengo de negarme la virtud. ¿Cómo esta vez faltar, pese al Talmud^ A una cena que es casi de rituaVi A las ocho entraré por tu portal Atraído del son de tu laúd- Y más que el fuego del yinillo OqMl^ Con que habrás de adornar la cola(¡ion. Hará vibrar las cuerdas del rabel En poética ardiente confusión £1 dulce rostro de tu esposa fiel. Más dulce á nuestros ojos que el turrón. (1) Este y el siguiente soneto fueron hechos con pies forza- zados para las tertulias literarias de NavidRd de dicho Stíior Marqués de Molins. 232 VENTrKA DE LA VEGA AL MISMO. SONETO. Desde que en desusada compuUia, Para gloria y honor de los poetas. Vive Pluto, que es dios de las pe setas ^ Con Apolo, que es dios de la armonía, Los hijos de la docta algarabía Omien trufas y pavos y chíUetOS, Andan en coche, llevan sus tarjetas , Van á París y á Londres y á Pavía, Así á tu cena ¡oh, procer de Albacete! Acudieron poetas de ocho en ocTio, Tan gordo cada cuál y tan paquete. Y hubo salmón, Champagne y té y bizcocho, Y olian tus salones á pebete, Y el más modesto se marchó en birlocho. EN EL ÁLBUM DE BLANCA ROSA DE OSMA. 4 Blanca Rosa, flor lozana, Que aún eres tierno capullo, Y entte risas, De tu edad en la mañana Te meces al blando arrullo De las brisas. POESÍAS 233 Mira cuál revolotea Ea torno á ti la inocente Mariposa, Y con sus alas orea £1 rocío de tu frente, Blanca Rosa.t Y cuál la traidora abeja, Que á las flores del pensil La miel bebe, De tí zumbando se aleja, Y á hincarte el dardo sutil No se atreve. Y cuál suelta el ruiseñor Los trinos de su garganta Melodiosa, Y embelesado en tu amor, Beina del prado te canta, Blanca Rosa, Crece, fragante capullo, Al dulce abrigo amoroso, Que te ampara. De esa flor, que, con orgullo. Regó del Rimac undoso La onda clara. Y, en tanto que su dulzura Heredas y su alma pura, Crece, hermosa, En el ¡ardin de la vida. Por los céfiros mecida, Blanca Rosa. 234 VENTCKA DE LA VEGA AL ANIVERSARIO DE LOPE DE VEGA. >VWW\A/VM DÉCIMAS- Tres siglos menos tres años Hoy hace que al mundo vino El ingenio peregrino, Pasmo de propios y extraños. Envuelta en humildes paños. Oscura y pobre, yacia La castellana Talía, Y él le tejió un manto de oro Con el fecundo tesoro De su rica fantasía. Con él nuestra gloria empieza: El, con su ingenio sublime, Al arte español imprime £1 sello de su grandeza. Absorta naturaleza, Y rendida al propio instante^ Otro aborto semejante Tarde al teatro dará, Porque descansando está De aquel esfuerzo jigante. En la celeste mansión Donde tu espíritu vive, Lope, esta ofrenda recibe. Tributo de admiración. ¡Y, pues, de su postración Hora es ya que se levante POESÍAS 235 El león de España arrogante. Quiera el Dios de las victorias Darnos, para nuevas glorias, Nuevo Lope que las cante! Á LAURA. SONETO. Si el mirarme tal vez te causa enojos ¡Oh, Laura! no me mires en tu vida. Yo sabré, sin que nadie me lo impida, Mirarme en los cristales de tus ojos. Brote una frase de tus labios rojos. Que de mi corazón rasgue la herida; Mátame de una vez, que preferida Es para mí la muerte á tus antojos. Mas no exijas de mí, con alma inerte» Que yo mi vista de la tuya aparte: Que eso fuera agravar mi triste suerte. Déjame, enamorado, contemplarte: Que imposible es mirarte sin quererte^ Y mucho más quererte y no mirarte. 236 ventdua de ia vega EN EL ÁLBUM. m»^ k LA DISTINGUIDA POETISA SRTA. D.* CARLOTA DEL RIEGO PICA. ¿Cómo vienes pidiendo Versos, Carlota? ¿No sabes qué es pecado Ser codiciosa? Pedir tú versos Es pedir agua el Tajo Ó el Etna fuego. Á MI AMADA. No me mires, que miran Que nos miramos, Y sospechar pudieran Que nos amamos. Disimulemos, Y cuando no nos miren Nos miraremos. POESÍAS 237 Á LA CONDESA DE LOURMEL MM DE LA EMPERATRIZ EUGENIA, ENYIÁNDOLE MI RETRATO. , Yous le voyez, je remplis ma promesse: Acceptez done ce gage de ma foi. G'est mon portrait. — Et le votre Gomtesse? — ^Non? — C*est égal; je le porte avec moi! Baux Bonnes, Agosto de 1861. FIN DEL TOMO. índice DE LAS MATERIAS CONTENIDAS EN ESTE TOMO. r«0< Págs. BrOGRAFÍA III Los dos camaradas, drama 9 JDoTí Fernando el de Antequera, drama. ... 53 La tumda salvada, loa 153 • . ^ poesías líricas. Imitación de los Salmos 175 M canto de la esposa 179 A don Mariano Roca de Togores, hoy mar- qués de Molins; epístola 182 La agitación,, 187 A don José AmMor de los Rios 190 Al Exorno. S¡r. Conde de San Luis 192 Al Excmo, Sr.. Mar qv4s de Molins 194 Á mi amigo el Excmo. Sr. D, Tomás del Corral 196 A la toma de Tetuan, soneto 200 A Cervantes; versos recitados en un aniver- sario 200 Á Lope de Vega; idemid 202 Por encargo de una novia para su novio., . 203 240 ÍNDICE Pág; En el áUmm de la duquesa de F. 204 ídem de Isidra Dupuy 204 ídem de la condesa de Fuen-RuHa. ..... 205 ídem de la marqiiesa de Portugalete, en sus días 206 ídem de una desconocida 208 ídem de *** 210 A un amigo 21Q A mis amigos 212 Orillas del Pusa 214 M nomire de Laura, soneto 217 Hespmsta d vna ^arta 21» Fntre tierra y cielo 220 La cita 222 Despedida d un amigo 223^ Fn el álbum de Matilde Lamarca 224 Al Excmo. 8r, Duque de Frias, elegía.. . . 225 Fn el álbum de Germen Goll 228 Al Fxcmo. /Sr. Marqués de Molins, soneto. . 231 Al mismo, idem 232 Fn el aHum de BU/ma Rosa de Osmd. . . . 232 Al aniversario de Lope de Vega, décimas.. . 234 Á Lama, soneto 235 En él aUnim de la Srta. D^ Carlota del Rie- go Pica 236 Á mi amada 236 Á la Condesa de Lmrmél 237 « A .».. V -v^ c^ / J